La ciudad era iluminada únicamente ese domingo por la noche por las farolas, era tarde y casi todas las familias ya se encontraban durmiendo para despertar a seguir sus rutinas de la semana laboral, otros simplemente preferían estar mirando una serie, película o leyendo algo.
El clima era uno perfecto, no hacía frío para la época en la que se encontraban pero tampoco calor, el silencio reinaba en todas las calles de la misma. Si no fuera por una, en donde dos personas estaban; casi a oscuras porque la farola no funcionaba perfectamente y porque así uno de ellos lo prefería.
Momento perfecto para uno y, para otro, solo significaba el infierno que nunca había deseado, pero eso no empezaba ahí, comenzaba de mucho antes.
Un par de semanas atrás Camila regresó de nuevo a la ciudad, luego de terminar con éxito un semestre de su universidad, vivía lejos porque su carrera no se encontraba en donde su familia vivía y tenía "la suerte" de poder contar con sus padres para que la ayudaran con la manutención de un pequeño lugar y sus cosas para la universidad.
Pero no podía darse el lujo de ir a visitarlos cada vez que quería, porque requería su carrera mucho tiempo de estudio y costaba dinero, ahora que había aprobado todas la materias que tenía podía descansar y estar algunas semanas con sus padres y amigos allí.
Apenas llegaba a su casa, notó lo diferente que se veía el frente de la misma y como su barrio cambió a pesar de que solo se fue unos meses a otra ciudad, o tal vez no se daba cuenta de esos detalles porque lo veía tan seguido que era normal y apenas cambiaba de ambiente notaba hasta el mínimo de ellos.
Los padres de Cami la esperaban emocionados, podría parecer una locura pero ellos extrañaba a su pequeña bebé. Camila era la hija menor de los tres hijos que ellos tenían y todos ya se habían ido a estudiar o ya trabajaban de algo y vivían fuera, luego de la partida de la más pequeña la casa se sentía muy grande para dos personas, por suerte volvía a ser habitada por las cinco personas que pasaron casi toda su vida allí y tal vez algunos más.
La muchacha estaba emocionada por ver a toda su familia reunida otra vez, obviamente con algunas personas de más pero que ya se querían mucho. Camina a paso apresurado a pesar de que no tardaría mucho si lo hace lentamente y abraza a sus padres con tanta dulzura y cuidado como si ellos se romperían si lo hace más fuerte.
—Es bueno verte de vuelta en casa mi sol.— Dice su madre con un deje de cariño en su voz, mientras Jose se va a abrazar a su padre.
—Es bueno para mí volver. —Responde con un tono de agotamiento que demuestra todo el esfuerzo gastado en su carrera, pero no se preocupa, sabe que estando de vuelta en su hogar recuperará todas las energías.
Se disponen a pasar dentro y la joven saluda a cada uno de los miembros de la familia feliz, abraza con amor y ternura a sus sobrinos y con un poco más de fuerza a sus hermanos.
Cuando se acerca a saludar a la última persona que conoce, nota que hay alguien más que aún no saludó.
—Él es mi hermano Juan. —Menciona su cuñado, y allí la joven nota que son muy parecidos.— Este año lo invité a pasar una semana con nosotros y después se va con sus amigos a disfrutar de su semana de vacaciones.
Cami muy amable, lo saluda con dos besos y le sonríe con entusiasmo. Sin saber que aquella sonrisa significaba que estaba haciendo un pacto con el diablo.
Los primeros días estando allí, recupera todas las energías gastadas. Pero también había algo, o alguien, que se esmeraba en gastarlas a cada rato, sí el hermano de su cuñado no la había dejado en paz desde que llegó; en un principio lo entendía pues ambos tenían la misma edad pero luego el muchacho se convirtió en alguien que solo quería a toda costa tocarla. Ella no era tonta y por eso lo había estado evitando pero siempre lograba hacer algo que la molestara. Por ejemplo, siempre iba con comentarios idiotas indirectas hacía las mujeres o su persona; o se sentaba en las horas de comida para tocar su rodillas o algo más.
La muchacha ya estaba enloqueciendo y cuando trató de hablar con alguien de la familia solo le respondieron: "deja de exagerar, solo quiere llevarse bien con vos y por eso quiere llamar la atención" pero ella sabía que eso no era lo que pasaba precisamente.
Para su suerte, la excusa para no estar en su casa porque sus amigos no la ven hace meses, le sirvió para escapar de aquel ser que ella consideraba horrible. Evidentemente, la suerte no siempre es una fiel compañera y una noche de un domingo tranquilo la traicionó.
Camila estaba con sus sobrinos sentada en una parte del patio, jugando tranquilos y sonriendo de manera cómplice, a un costado del lugar se encontraba Juan, mirándola como si de una presa se tratase, nadie notaba aquellas miradas que le daba a aquella muchacha que le cautivó, pero ella se negaba ¿por qué se negaba a él? Si nadie lo había hecho antes, eso lo enojaba y hacía que un sentimiento indescriptible pasara por su cuerpo.
Él seguía sin quitarle la mirada y sintió felicidad cuando la madre la llamó, sin que nadie se diera cuenta, la siguió lentamente y escuchó:
—si claro, no tengo problema mamá. —¿A qué se refiere? Y para investigar más entró.
—¡Oh! Que bueno, Juan ¿puedes acompañar a -- a comprar? — La mujer no se dio cuenta de la cara de terror de su hija y la de felicidad del muchacho.
Trató de negarse, pero su madre le había dado una mirada de desaprobación, nadie en esos días había notado los gritos de ayuda que la joven estaba pidiendo cuando se refería a Juan, a veces, parecía como que no querían aceptarlo y se les hacía mucho más sencillo ignorarlo.
Al final solo respiro y deseó que nada malo pasara. Ir al negocio sonaba riesgoso pero era corto, al final no estaba tan lejos de su casa. De todas maneras fue un camino incómodo porque ninguno hablaba, aunque él lo intentaba, ella respondía con cortas palabras o a veces solo asentía con su cabeza.