Lo que me pertenece

|Cap 1| La llamada

¿Alguna vez han respondido una llamada sin saber que está les cambiaría la vida?

Yo sí.

Hubiera preferido no responder, así no me estaría doliendo el corazón al escuchar lo que me decían.

Pero tampoco puedo cambiar el hecho de que todo es verdadero, y si no hubiera respondido no sabría lo que pasó.

Ahora me encontraba en la sala de espera del hospital, esperando que me dijeran como estaban mis papás.

Llevo 4 horas esperando y nada que me dicen como están.

El sonido sé unas pisadas, llaman mi atención, levantó mi cabeza y volteo al lado derecho de dónde provienen y me encuentro con el doctor.

Me levanto de inmediato.

—D-doctor, ¿C-cómo están mis padres Y mi hermano?—. Pregunto con la voz entrecortada y mis manos temblorosas.

—Señorita, necesito que se tranquilice primero—. Me pide el doctor al ver que estoy hecha un desastre.

Pero no es para menos.

¿Cómo no podría estar así cuando mis padres están entre la vida y la muerte?

—No me pida eso, dígame de una maldita vez como están ellos—. Le suplico.

Él solo me da una mirada de lástima, eso fue lo único que necesite para saber que algo estaba mal.

—Ellos están bien, deben de estar bien—. Me digo más para mí misma que para el doctor.

Él me mira y niega con la cabeza.

—Ambos Fallecieron, lo lamento —. Me dice sin más.

—No, no, no, eso no es posible, ¿verdad?, ¡¡¡Dígame que ellos están bien por favor!!!—. Le rogué llorando, él negó con la cabeza—. ¡¡¡No!!!, ¡¡¡Mis papás no!!!, ¡¡Es mentira ellos no pueden dejarme!!.

—Lo lamento mucho, señorita, no pudimos hacer nada —. Caí al piso llorando tan fuertemente que siento dolor en la garganta, pero eso no es nada al compararse con el dolor que estoy sintiendo en mi corazón.

—¡¡¡No!!!—. Grite tanto como mis fuerzas me lo permitieron.

Me empezó a faltar el aire y a pesar de que respiraba fuerte no sentía que el aire llegará a mis pulmones, mi respiración era cada vez más agitada, mi cabeza punzaba tanto que me empecé a sentir mareada.

Malditos ataques de ansiedad, lo último que necesito en este momento es que me dé uno, golpee el piso con coraje, una y otra vez hasta que mis nudillos ardieron.

—No, señorita, no haga eso, se está lastimando—. Me detenía el doctor, pero su voz la escuchaba lejos, todo en mi mente era un caos, a pesar de tener la vista borrosa podía ver cómo el piso blanco del hospital era manchado por la sangre de mis nudillos, fue tanta la fuerza con la que golpee que me lastimé.

Cada vez me sentía más asfixiada que mi cuerpo se empezó a debilitar.

—Señorita, señorita, traigan una camilla, ¡¡¡rápido!!!.

Fue lo último que escuche antes de caer en la inconsciencia.

. . .

Al día siguiente:

—Señorita Hesley —. Hablo un señor ya mayor, vestido de traje negro y un portafolio.

—Sí, soy yo, ¿En qué puedo ayudarlo?—. Le pregunté limpiando mis lágrimas, levantándome de mi silla para saludarlo.

—Vengo, ya que la fiscalía nos indicó que sus padres fallecieron dejándolos huérfanos, ¿sabe a qué me refiero?—. Escucharlo decir eso, prendieron mis alertas, sé a qué ha venido.

Lo más lógico, ante una situación así, es que nos lleven a una casa hogar.

El rostro de mi tía Marta, hermana de mi mamá, vive aquí en México, ella puede ayudarnos.

—Sí, pero… nosotros tenemos a una tía, no nos pueden llevar a un orfanato—. Le dije rápidamente.

—Ya hablamos con su tía, ella no puede ser su tutora, tiene 3 hijos y es madre soltera, no tiene la economía para cuidar de ustedes, además de que tampoco quiere su custodia —. Todo se ha complicado, sabía perfectamente que nosotros no contamos nunca con ella, pero ni porque mi madre ha muerto, se ha venido a parar aquí para demostrar su apoyo.

—Yo… puedo hacerme cargo de mi hermano, ya soy mayor de edad, no me pueden llevar a un orfanato, yo trabajaré mucho y por el momento podremos vivir con el dinero que tenían mis padres—. No quiero que vayamos a un orfanato, nos pueden separar, no quiero perder a mi hermanito, tan solo tiene 3 años.

—Lo lamento señorita, pero no tiene lo necesario para hacerse cargo de un menor, en cuanto den de alta a su hermano, iremos por sus cosas después del velorio de sus padres y de ahí irán conmigo a su nuevo hogar—. Caí sentada en mi silla sintiendo como todo se me venía encima.

—No, nosotros… Tenemos a alguien que sé que nos va a acoger, es como nuestro Tío, por favor déjeme hablar con él, no quiero separarme de mi hermano—. Le respondí en manera de suplico, él soltó un suspiro y asintió con la cabeza para luego sentarse a mi lado.

Cogí mi celular y con la vista borrosa, busque el número de quién es como nuestro tío, aunque no compartamos algún lazo de sangre.

Con todo lo que ha pasado no le avisé de lo ocurrido.

—Bueno—. Hablé en inglés, esperaba que él me pudiera ayudar.

—Hola Alison, ¿Cómo están hija?—. Me respondió el mejor amigo de mi padre, Thomas Williams.

—Tío, m-mis padres murieron—. Le dije sin más, Sintiendo como cada palabra que salía de mi boca me lastimaba la garganta al decirla.

—¿Cómo, que pasó Alison?—. Pregunto alarmado, él y mi padre eran amigos muy cercanos, eran como hermanos, por lo que sé, crecieron juntos hasta que mi papá decidió venir a México.

—Tuvieron un accidente y murieron, nos quedamos solos, tío, mis papás murieron, —. Llore sin pena alguna, mi pecho dolía y mi cabeza punzada tanto, no podía controlar mi llanto.

Me dolía tanto saber que no volvería a escuchar las risas de mis padres, ver a mi mamá cocinar por la mañana y a mi papá dibujar sus planos de las nuevas construcciones.

—S-salgo ya mismo para México pequeña, ¿dónde están?—. Me preguntó preocupado, pero en su voz era más que notable el dolor.

—Estoy en el hospital en dónde nació Alejandro—. Le dije intentando controlar mis sollozos.

—¿Qué haces en el hospital, estás lastimada, le pasó algo a Ale?!!!—. Pregunto alarmado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.