Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 15: La Reunión Pt.1

♧ Ese mismo día por la tarde ♧

El hombre despertó con un jadeo ahogado. El dolor en su cuerpo lo sacó de la inconsciencia de golpe, y al intentar moverse sintió la mordida de las bridas de plástico cortando su piel. Parpadeó varias veces, tratando de enfocar la vista en el lugar donde estaba. El aire rancio y húmedo le dijo que no estaba en una celda, sino en algo peor: un lugar donde nadie lo encontraría.

Un chasquido seco y el olor a tabaco encendido lo hicieron alzar la cabeza. Frente a él, con la misma calma de un depredador saciado, estaba Felix Larey, cruzado de brazos, con un cigarro encendido en los labios y la pistola descansando sobre su muslo.

—Despertaste más rápido de lo que pensé —comentó Felix, soltando el humo con parsimonia—. Eso es bueno. Tengo otras cosas que hacer hoy.

El hombre tragó saliva. Su cabeza latía con fuerza, y su boca sabía a cobre.

—No tienes que hacer esto…

Felix inclinó la cabeza, como si estuviera considerando la posibilidad.

—¿No? —Se encogió de hombros—. Bueno, dame una razón para no hacerlo.

El hombre respiró hondo, intentando recuperar la compostura.

—Te conozco, Felix… o debería decir Kiex.

Felix no reaccionó de inmediato. Simplemente lo miró, como si estuviera evaluando la información.

—Interesante —dijo finalmente, apagando el cigarro contra el metal oxidado de la mesa a su lado—. ¿Y cómo es que me "conoces"?

El hombre se humedeció los labios.

—Hace años… trabajé para los de abajo. No directamente, pero sabía de los chicos que entrenaban. Escuché historias. Sobre un asesino con números en la piel… uno que nunca fallaba.

Felix bajó la vista un segundo a su brazo, donde cicatrices apenas visibles del pasado aún marcaban su piel. No mostró reacción.

—Eso son solo rumores.

—No cuando lo ves con tus propios ojos. —El hombre sonrió, aunque sus labios temblaban—. Te vi. No recuerdas, pero te vi cuando eras un arma sin rostro. Antes de que desaparecieras. Antes de que todos en ese lugar terminaran muertos.

Felix sostuvo su mirada. No negó nada.

—Si lo viste, también sabes lo que pasó con todos los que conocían mi rostro, debiste haberte hecho el idiota pero decidiste decirlo en voz alta e insistir.

El hombre se tensó, pero intentó mantener la compostura.

—El líder de La Umbra… ¿lo sabe?

Felix sonrió de lado.

—Sabemos muchas cosas el uno del otro. Y sabemos qué información debe permanecer enterrada.

El hombre soltó una risa nerviosa.

—Eso significa que no… No lo sabe del todo.

Felix se inclinó, acercando su rostro al del hombre.

—Significa que nadie más puede saber de dónde salí.

Un silencio pesado llenó el espacio. El hombre tragó saliva con fuerza.

—Podría quedarme callado…

Felix sacó su cuchillo con calma, girándolo entre sus dedos.

—No, no podrías. Porque ya cometiste un error al decírmelo en voz alta.

El hombre empezó a hablar, a suplicar, pero Felix ya había tomado una decisión.

La hoja se deslizó con precisión, cortando la carne con un movimiento limpio. Un grito quedó atrapado en la garganta del hombre, sus músculos tensándose mientras el filo se hundía en el punto exacto donde el dolor se volvía insoportable, pero la muerte aún no llegaba.

—Tranquilo —susurró Felix, su voz tan fría como la hoja que sostenía—. No quiero ensuciarme demasiado.

Los jadeos ahogados fueron disminuyendo hasta que el silencio fue absoluto.

Felix limpió la sangre de su cuchillo y sacó su teléfono.

—Limpieza en el almacén 3. Que todo desaparezca.

Colgó y salió del lugar, sin mirar atrás.

El pasado podía regresar. Pero él siempre se encargaría de enterrarlo de nuevo.

...

La brisa nocturna se filtraba por la ventanilla del auto mientras Felix conducía de regreso a la mansión. Sus manos estaban firmes en el volante, su expresión inmutable, pero la sangre en su camisa, en sus nudillos, era un recordatorio de lo que acababa de hacer. De lo que siempre haría cuando alguien se atreviera a atar cabos sobre su pasado.

La Umbra tenía su código. Felix tenía el suyo. Y en ambos, la discreción era una regla inquebrantable.

Al llegar, los guardias en la entrada lo dejaron pasar sin preguntas. Conocían su rostro, su reputación, y sabían que lo mejor era no entrometerse en los asuntos de la mano derecha del líder.

La mansión estaba tranquila, apenas iluminada por las luces del jardín. Felix cruzó el vestíbulo con pasos silenciosos, dirigiéndose a su habitación, pero no llegó muy lejos antes de escuchar una voz detrás de él.

—Joder, Felix. —Dae-Hyun estaba en el pasillo, con una camisa de seda desabotonada y un vaso de whisky en la mano. Sus ojos recorrieron la figura de su amigo, deteniéndose en las manchas carmesí sobre su ropa—. ¿Voy a querer saber qué pasó?

Felix exhaló, pasándose una mano por el rostro.

—Depende de cuánto te importe.

Dae-Hyun bebió un sorbo de su whisky y se acercó, observándolo más de cerca.

—Parece que a alguien no le fue bien esta noche.

—A alguien, no. —Felix lo miró, su tono seco—. A mí, sí.

Dae-Hyun suspiró y dejó caer la cabeza hacia atrás, como si estuviera harto de estas situaciones, pero al mismo tiempo divertido.

—Déjame adivinar. Un idiota habló más de lo que debía.

Felix se desabrochó la chaqueta, revelando aún más manchas oscuras en su camisa blanca.

—No solo habló. Sabía.

El tono de Felix cambió ligeramente. No era miedo, no era preocupación. Era la simple certeza de que había hecho lo que debía hacerse.

Dae-Hyun dejó el vaso en una mesa cercana y se cruzó de brazos.

—¿Qué sabía exactamente?

—Quién fui. De dónde vengo. —Felix se quitó la chaqueta y la arrojó sobre un sillón—. No podía permitirlo.

Dae-Hyun lo miró fijamente, su expresión se tornó más seria, ya sabía que se deshacía de todos los que sabian quien fue y le daba curiosidad pero también respetaba el hecho de querer borrar su pasado, todos tenían algo que queríamos olvidar y borrar, así como él.




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