"El verdadero poder no se muestra, se percibe en los silencios, en las sombras y en la forma en que todos giran en torno a tu voluntad sin darse cuenta."
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El salón estaba repleto. Cada uno de los presentes era un jugador clave en el tablero del crimen organizado. No había hombres comunes allí, solo depredadores calculando cada movimiento, analizando a sus rivales y midiendo el peligro en el aire. La tensión se podía cortar con un cuchillo.
Dimitrio Brown llegó con la puntualidad de alguien que sabía que su tiempo era más valioso que el de los demás. Su presencia imponía; vestía un traje oscuro perfectamente ajustado y tenía unos ojos fríos que parecían diseccionar a cada persona en la sala. A su lado, un grupo de hombres de confianza, figuras sombrías con algo en común: todos llevaban máscaras que cubrían por completo sus rostros. Un detalle que no pasaba desapercibido. Se decía que aquello no solo era una cuestión de protección, sino un método para ocultar la verdadera identidad de Keres. Nadie fuera de ese círculo sabía cómo se veía ni cuál de ellos era.
Paul Escobar se acercó a recibirlo con su característica sonrisa de confianza.
-Dimitrio -lo saludó, extendiendo la mano.
El británico la estrechó con un apretón firme, sin dejar de estudiarlo.
-Espero que valga la pena haber venido -dijo con voz grave, su acento marcado.
Paul soltó una risa breve.
-No estarías aquí si no pensara que es así. Vamos, acompáñame.
Felix y Dae-Hyun se mantuvieron en su posición, observando desde la distancia. No se acercarían hasta que fuera el momento preciso. Sabían que la clave del éxito en aquel encuentro no era la fuerza ni la intimidación, sino la estrategia y la paciencia.
Se dirigieron hacia una mesa en un área más privada, lejos de los oídos curiosos. Allí, el trato se cerraría.
Paul tomó asiento primero, seguido de Dimitrio y sus hombres enmascarados.
-Cortaré la introducción porque sé que no te gustan las formalidades innecesarias -dijo Paul con calma-. Sabes quién soy, sabes lo que represento, y sabes que si te hice venir aquí es porque tengo algo que te interesará.
Dimitrio se acomodó en su asiento, entrelazando los dedos sobre la mesa.
-Habla.
Paul apoyó los codos en la mesa y sonrió.
-Sabemos que has tenido ciertos roces con la Bratva. Por mucho poder que tengas en el Reino Unido, los rusos siempre han sido una piedra en el zapato. Lo que te ofrecemos es simple: asegurarte el control sin interferencias.
Dimitrio no reaccionó de inmediato. Sus ojos seguían fijos en Paul, analizando cada palabra, cada gesto.
-¿Cómo exactamente?
-Digamos que comparto intereses con alguien muy poderoso. Me encargaré de que obtengas estos beneficios y, a cambio, los rendimientos que generes serán compartidos con mi socio, Ni aliados ni enemigos, pero sabemos cómo manejar sus movimientos. Podemos ser la barrera que los mantenga ocupados en otro frente mientras tú aseguras tu dominio.
Dimitrio tamborileó los dedos en la mesa.
-Y en ese proceso, ¿qué ganas tú y tu socio?
Paul sonrió, como si hubiera estado esperando esa pregunta.
-Acceso a tus conexiones en Europa del Este. Sabemos que tienes rutas blindadas en Ucrania, Polonia y Rumania. Queremos esas rutas.
El silencio que siguió fue denso. Dimitrio dejó escapar una leve exhalación.
-Interesante... Pero dime, Paul, ¿por qué ahora? ¿Por qué de repente quieres hacer negocios conmigo?
Paul mantuvo su expresión relajada.
-Los tiempos cambian, Dimitrio. Las alianzas hacen la diferencia entre la expansión y la extinción. Además, sabemos que buscas fortalecer tu posición. Esto es un beneficio mutuo.
Dimitrio miró a sus hombres, luego a Paul.
-Necesito más que palabras para confiar en esto.
Paul sacó de su bolsillo un documento y lo deslizó sobre la mesa.
-Aquí tienes un acuerdo preliminar. Léelo. Si algo no te convence, podemos renegociar. Pero te aseguro que no encontrarás una oferta mejor.
Dimitrio tomó el papel sin apartar la mirada de Paul. Lo leyó con detenimiento.
Finalmente, tras unos segundos de silencio que parecieron eternos, levantó la vista y sonrió levemente.
-Interesante.
Paul le devolvió la sonrisa.
-Entonces, ¿tenemos un trato?
Dimitrio miró a sus hombres, luego de nuevo a Paul. Tomó la pluma que le ofrecían.
-Parece que sí.
Hace tiempo que quería un negocio así, por eso vino sin dudar a la reunión, si bien era el líder de una Organización mafiosa muy poderosa, necesitaba más, algo que lo hiciera imparable.
Ahora, Mortis sería más fuerte y más grande que antes.
Justo cuando Dimitrio estampó su firma en el documento, una leve conmoción se generó en el salón. Murmullos. Miradas que se desviaban hacia la entrada.
Los pasos resonaron en el suelo con un eco controlado. Un murmullo recorrió la sala, pero nadie osó interrumpir el momento. Un hombre avanzaba con una presencia imposible de ignorar. Vestía con elegancia, con un porte que exigía atención sin necesidad de decir una sola palabra.
Alexander Williams había llegado.
Las conversaciones en la sala se detuvieron de golpe. Algunos de los presentes, hombres acostumbrados a moverse en las sombras, sintieron un escalofrío ante la presencia del recién llegado.
Paul sonrió con satisfacción y miró a Dimitrio.
-Dimitrio, te presento a mi socio.
El británico alzó la mirada, y su expresión pasó de la confianza al escrutinio.
-Hunter... -murmuró, recostándose en su silla-. Que sorpresa, No esperaba verte aquí, creí que nunca tendría el placer de conocerte en persona.
Si bien Dimitrio nunca lo había visto en persona, sí sabía quién era. Su reputación lo precedía, y por primera vez en mucho tiempo, Dimitrio Brown tenía delante suyo a un hombre cuya leyenda igualaba a la suya. No era un subordinado, no era un rival sin importancia: era un igual.
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Editado: 05.05.2025