Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 22: Entre Sombras y Reproches

"La verdad duele más cuando proviene de aquellos que menos queremos escuchar."

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El sonido de los tacones de Alexander resonó en el piso de mármol mientras atravesaba el vestíbulo de W&H, su imponente cadena hotelera. Vestía un traje negro impecable, con la camisa blanca ligeramente desabrochada en el cuello. Su expresión era fría, como siempre, pero en su mirada azul se ocultaba el cansancio de las reuniones interminables.

Después de haber acompañado al grupo al hotel, había ido a la empresa. De paso, dejó a sus amigos en otros lugares.

—Buenas tardes, señor Williams. —Su asistente personal, Evelyn Carter, se acercó con una tableta en mano, siguiéndole el paso. Recientemente se había incorporado a la empresa debido a que Gabriel no podía con tanto trabajo en ambas compañías.

—Su agenda de la tarde está bastante cargada. Tiene una reunión con el equipo de expansión en veinte minutos y luego...

—Después. —La interrumpió sin mirarla, su voz era firme pero desinteresada. Evelyn supo que era inútil insistir, así que se limitó a asentir mientras él entraba en su oficina.

La enorme estancia estaba iluminada por la luz del sol que se filtraba a través de los ventanales, ofreciendo una vista privilegiada de la ciudad. El aroma a café recién hecho llenaba el aire, cortesía de la cafetera personal que Alexander apenas usaba. Se dirigió hacia su escritorio de madera oscura y dejó caer su maletín con un leve golpe. Pero antes de que pudiera siquiera sentarse, una voz helada rompió el silencio.

—Así que esto es en lo que te has estado entreteniendo.

Alexander levantó la vista lentamente. Allí, de pie en medio de su oficina, estaba Anna Williams, su madre.

Vestía un traje blanco impoluto, su cabello estaba perfectamente peinado y su expresión, como siempre, irradiaba arrogancia. Sus ojos lo observaban con un destello de irritación.

Anna le arrojó un sobre al escritorio con un movimiento rápido y agresivo.

—¿Qué haces aquí? Si hubieras avisado, habría pedido que pusieran trampas en la entrada.

Anna sonrió sin humor.

—Qué gracioso, hijo. Pero dudo que te quede humor después de la ridiculez que estás haciendo.

Él no se molestó en disimular su fastidio. Se apoyó en el respaldo de su silla con un suspiro pesado.

—No recuerdo haberte invitado, Anna, así que vete.

Ella esbozó una sonrisa tensa y dio unos pasos hacia su escritorio.

—No necesito invitación para hablar con mi hijo.

—¿Hijo? —Alexander soltó una risa sarcástica—. ¿Desde cuándo te consideras una madre?

El ambiente se volvió aún más denso. La mandíbula de Anna se tensó, pero mantuvo la compostura.

—No vine a discutir el pasado. Vine a hablar sobre tu... despilfarro.

—¿Qué despilfarro?

Anna entrecerró los ojos y apoyó ambas manos en el escritorio de su hijo, inclinándose levemente hacia él.

—No me trates como estúpida, Alexander. No es solo un hospital, es un regalo para esa chica, ¿Un maldito hospital?, ¡sabes la cantidad de dinero que se necesita!

Alexander miró el sobre sin tocarlo.

—¿Y qué con eso?, es mi dinero.

El tono de su voz destilaba veneno. Alexander sintió cómo la rabia burbujeaba en su interior, pero no lo dejó ver.

—¡Son millones de dólares y todo por esa Chiquilla!

—¿Te refieres a mi esposa? —preguntó con frialdad.

Anna apretó los labios.

—Sabes a qué me refiero. Alison no merece...

Un golpe seco interrumpió sus palabras. Alexander había azotado su mano sobre el escritorio, inclinándose hacia adelante con una mirada letal.

—Cuidado con lo que dices.

Anna no se inmutó, pero su cuerpo se puso rígido.

—No puedo creer que seas tan ingenuo. Crees que con un hospital vas a borrar lo que pasó. Crees que construyendo un imperio de caridad vas a limpiar las manchas de sangre que llevas en las manos.

Alexander se recargó en su asiento y la observó con una expresión vacía.

—Yo no necesito limpiar nada.

—¿Ah, no? ¿Entonces por qué estás tan desesperado en hacer esto?

—Porque puedo.

Anna frunció el ceño.

—¿Solo por eso?

Alexander sonrió con burla.

—Eso, y porque me gusta ver cómo te retuerces de rabia al saber que no puedes controlar lo que hago.

El rostro de Anna se endureció.

—Sigues siendo un niño rebelde, Alexander. Un niño que cree que puede desafiarme.

—No te desafío, Anna. Te ignoro.

El silencio entre ambos fue sofocante. Anna se irguió, acomodando su chaqueta con elegancia.

Anna se cruzó de brazos, evaluándolo con una ceja arqueada.

—¿Realmente crees que puedes hacer algo así sin que nadie lo cuestione? —inclinó la cabeza, como si estuviera analizando a un niño que había hecho una travesura—. La gente hablará, Alexander. Tus enemigos lo verán como una debilidad. Y todo por una simple mujer.

Alexander tomó el sobre con un movimiento brusco y lo abrió, sacando los documentos con rapidez. Su mirada recorrió los papeles con frialdad, pero en su interior sentía el ardor de la ira acumulándose en su pecho.

Anna continuó:

—Dime, ¿qué esperas lograr con esto? ¿Redimirte? ¿Limpiar tu conciencia?

Alexander levantó la mirada con frialdad.

—No necesito redención.

—¡¿Entonces por qué lo haces?!.

—¡No necesito darte explicaciones Anna!.

Anna cruzó los brazos, su mirada afilada como cuchillas.

—No te hagas el tonto conmigo. Un hospital, Alexander. Un maldito hospital en honor a la niña que menos debería importarte.

La paciencia de Alexander pendía de un hilo.

—No tengo por qué darte explicaciones sobre lo que hago con mi dinero.

—Sí, sí tienes. —Anna avanzó unos pasos, acercándose a él—. Porque no es solo dinero, Alexander. Es un mensaje. ¿Qué crees que pensará la gente cuando sepa que Alexander Williams le ha regalado un hospital a Alison Hesley? ¿Y qué crees que pensaré yo?.




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