Advertencia ⚠️ ⚠️
El siguiente capítulo contiene contenido +18, con lenguaje explícito, si no es de su agrado por favor esperar la nueva actualización dentro de una semana.
"ERES LA PERFECCIÓN EN MI MUNDO LLENO DE IMPERFECCIONES." —A.W.
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Si hablamos de momentos en los que me he sentido verdaderamente feliz, todos —sin excepción— han sido a su lado. Creí saber lo que era la felicidad. Me engañé pensando que el poder, el dinero y el respeto eran suficientes. Me mentí. Me saboteé.
Pensé que era feliz siendo el rey sin corona, el líder imbatible de la mafia americana, el hombre que nadie se atrevía a desafiar. Pero la verdad era otra: estaba vacío. Por dentro, era un imperio en ruinas disfrazado de grandeza. Ni con toda la riqueza y el control del mundo logré llenar ese vacío…
Hasta que llegó ella.
Y de pronto, pasear por el parque con un simple sándwich en mano, ver Alejandro corretear entre los árboles, escuchar su risa al leer una novela o cantar sus canciones favoritas de BTS con su hermano, se volvió lo más importante de mi vida.
Momentos sencillos. Risas auténticas.
Ella es experta en encontrar la felicidad en lo cotidiano, y sin saberlo, me enseñó a vivir de nuevo.
—Gracias por todo esto —me dice Alison, con los ojos brillantes por las lágrimas y las mejillas sonrojadas.
—Gracias a ti por ser la perfección en mi vida llena de imperfecciones —le respondo, acariciando su cabello con ternura.
—Mentiroso… tú ya tenías una vida perfecta —susurra, entre risas suaves.
—No hasta que tú entraste en ella —le digo antes de besar sus labios, saboreando su esencia, como si ese contacto fuera lo único necesario para respirar.
Adicto.
A sus besos. A sus caricias. A su voz.
Adicto a Alison Hesley.
Ni siquiera sé cómo terminamos siendo un matrimonio "normal", cuando todo comenzó por un contrato. Pero joder… no me quejo. Si esto es una mentira, entonces que me arrastre con ella.
La cargo entre mis brazos, sintiendo cómo su cuerpo encaja perfectamente con el mío, y la llevo hasta una de las habitaciones de la mansión. Ella se aferra a mi cuello, como si ya supiera lo que se avecina.
—Señor Alexander, ¿qué va a hacerme? —pregunta en voz baja, su aliento rozando mi piel.
—Lo que tú quieras... solo dímelo —le susurro al oído, provocando que se estremezca entre mis brazos.
—Lex… —mi nombre escapa de sus labios, tan suave que me enciende desde lo más profundo.
—¿Sí?
—Hazme de todo —murmura, mordiéndome el cuello. Su atrevimiento me arranca un gruñido gutural.
—¿Estás segura? —le pregunto una vez más, mientras mis labios recorren su clavícula y mis manos bajan lentamente el cierre de su vestido.
—Lo estoy—responde con deseo ardiendo en sus ojos.
—Mírame, Alison —le pedí, sosteniéndola por la mandíbula—. Quiero verte perderte por mí esta noche.
Asintió sin hablar, mordiéndose el labio inferior mientras sus pupilas se dilataban al sentir mi pulgar acariciar su boca. Bajé lentamente la cremallera de su vestido, y el tejido cayó como agua a sus pies, dejándola completamente desnuda frente a mí. Su cuerpo, el que ya conocía de memoria, seguía robándome el aliento como si fuera la primera vez.
—Desnúdame —le ordené en un susurro áspero.
Con dedos temblorosos y ojos fijos en los míos, desabrochó cada botón de mi camisa, deslizando sus uñas por mi abdomen al descubrirlo. Se arrodilló para deshacer el cinturón y bajarme el pantalón, dejando mi erección al descubierto, dura, palpitante, lista para tomarla.
Alison me miró desde abajo, y sin decir nada, envolvió su mano en la base de mi miembro y comenzó a masturbarme lentamente, con una mezcla de devoción y deseo salvaje. Mi cabeza cayó hacia atrás, los músculos de mi abdomen tensándose con cada movimiento firme y húmedo de su mano.
—Eso es... sigue —le murmuré, acariciando su cabello.
Su lengua se unió al juego, lamiendo suavemente la punta mientras su otra mano acariciaba mis testículos, suave pero firme. Pero justo cuando sentía que podía acabar en su boca, la detuve, tomándola del cabello y obligándola a ponerse de pie.
—Ahora tú —dije, llevándola hasta el borde de la cama—. Ábrete para mí, tócate como te gusta hacerlo cuando estás sola.
Ella me miró, avergonzada y excitada al mismo tiempo. Se sentó sobre la cama, recostándose hacia atrás con las piernas abiertas. Deslizó una mano entre sus muslos, sus dedos se hundieron en su centro mojado, mientras la otra se acariciaba un pecho con fuerza.
—Alexander… —jadeó, su voz rota mientras se masturbaba frente a mí.
Era el espectáculo más erótico que había visto. Me senté en la silla frente a la cama, acariciando mi polla lentamente mientras la miraba hacerlo. Verla correrse sola mientras decía mi nombre fue suficiente para enloquecerme.
Me lancé sobre ella sin darle respiro, separé sus piernas con fuerza y bajé mi boca a su sexo. La lamí sin piedad, devorándola hasta que se arqueó con un grito, su espalda alzándose de la cama. Sus manos intentaron empujarme, temblorosa, demasiado sensible.
—No has terminado —le gruñí contra su clítoris.
La hice venirse una vez más con mi lengua y mis dedos enterrados en su interior. Cuando su cuerpo ya no podía más, me coloqué encima de ella, guiando mi erección hasta su entrada palpitante.
—Te voy a follar como nunca antes. Te voy a hacer gritar tanto que no vas a poder decir otra palabra que no sea mi nombre.
Entré de un solo empujón, profundo, tan dentro que sentí cómo su cuerpo entero se tensaba alrededor de mí. La tomé de las muñecas, las llevé sobre su cabeza, sujetándola, clavando mi mirada en la suya mientras embestía sin pausa, sin piedad, con el ritmo exacto para volverla loca.
Su voz se rompía en gemidos, sus piernas rodeaban mi cintura, su cuerpo me suplicaba más.
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Editado: 17.07.2025