Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 34: El nuevo.

"En una casa llena de secretos, nadie es lo wue dice ser". A.k

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La tensión seguía suspendida en el aire. El eco de la última frase de Alexander —“Que arda”— aún vibraba entre las paredes.

Andrei fue el primero en moverse. Se acercó con calma al centro de la sala, apoyando una mano sobre la mesa de madera oscura.

—Yo me encargaré de conseguir lo necesario para la prueba de ADN —dijo, sin rodeos.

Alexander alzó la mirada, ligeramente interesado, pero sin mostrar entusiasmo.

—¿Tú?

Andrei asintió con lentitud.

—Tengo a alguien de confianza. Un amigo. Hemos trabajado juntos muchas veces. No está afiliado a ninguna organización y es tan cuidadoso como yo. Puede encargarse de todo el proceso: conseguir las muestras necesarias y llevarlas al lugar adecuado. Sin dejar rastros.

—¿Qué necesita? —preguntó Dae-Hyun, girándose hacia él.

—Una muestra de sangre, saliva o cabello de Alexander. Y una muestra equivalente de cada uno de los posibles padres —explicó Andrei—. Pero no cualquier muestra: debe estar fresca, sin contaminación, sin haber sido manipulada por terceros. Idealmente, cabello con el folículo intacto, saliva reciente o una muestra de sangre directa.

—¿Y cómo piensas conseguir eso de Isaak Draven y Dimitrio Brown? —preguntó Oliver con escepticismo.

Andrei cruzó los brazos, con una leve sonrisa apenas visible.

—Mi amigo ha trabajado con ambos. Los conoce. No como sus aliados, sino como un fantasma en sus sombras. Es un sicario altamente entrenado. Tan bueno como yo… o tal vez mejor. Se ha infiltrado en sus residencias, ha ejecutado misiones en sus territorios sin dejar rastro. Si alguien puede acercarse lo suficiente para obtener algo tan personal sin ser detectado, es él.

Alexander arqueó una ceja.

—¿Y estás seguro de que no lo reconocerán?

—Absolutamente. Nunca ha mostrado su rostro. Usa identidades falsas, cambia de voz, de acento. Es un profesional. De hecho, si alguno de ellos llega a notarlo, lo último que harán será sospechar de una recolección de ADN. Creerán que va por otra cosa.

Felix se incorporó ligeramente, interesado.

—Bien, entonces puede encargarse de esto, ¿no, Alex?

—Sí. Contáctalo.

—Ya está en camino —respondió Andrei—. Le envié un mensaje encriptado mientras hablábamos. Lo hará bien. He trabajado con él, es el mejor en lo que hace.

—Eso es bueno. ¿Y qué hará con las muestras una vez las tenga? ¿Las llevará a un laboratorio común? —preguntó Dae-Hyun.

—No. Ya pensé en eso también —respondió Andrei—. Se las entregará a un doctor en quien confío. Un genetista retirado que trabaja fuera del sistema. Tiene un laboratorio privado en la costa de Marsella, donde hace trabajos muy específicos, lejos de cualquier vigilancia gubernamental. Él será quien compare el ADN de Alexander con las otras dos muestras.

—¿Y cuándo tendremos una respuesta? —quiso saber Oliver.

—Si todo sale bien, entre cinco y siete días. Conseguir las muestras tomará tiempo, especialmente porque están en diferentes países. Pero mi contacto ya está en movimiento —dijo Andrei, con seguridad.

Alexander no respondió, pero por primera vez en la conversación, asintió con un leve movimiento de cabeza.

Treinta minutos más tarde, el ambiente en la mansión se había aligerado un poco. La tensión seguía allí, latente, como una presencia invisible pero constante, amortiguada por el aroma tentador de la cena recién servida. Todos estaban reunidos en el comedor: Alexander presidía la mesa con su porte habitual, imponente y tranquilo, con Alison a su derecha, y el pequeño Alejandro entre ellos, jugando distraídamente con los cubiertos de plata. A su izquierda, Felix conversaba en voz baja con Dae-Hyun, intercambiando comentarios apenas audibles entre ellos, mientras Oliver observaba el vino en su copa con más atención que al plato que tenía enfrente, girando el líquido lentamente, como si esperara una revelación en su color o aroma. Lucía, por su parte, comia tranquilamente.

Andrei comía en silencio, sin emitir comentario alguno, aunque su mirada fija en la puerta del comedor lo delataba. Parecía estar contando los segundos.

No pasó mucho antes de que el mayordomo apareciera en el umbral, interrumpiendo la conversación sobre vinos que Oliver intentaba mantener con Lucía —quien, por cierto, aún no podía probarlos por ser menor de edad—. Una ironía notable, considerando que en esa mansión lo último que solían respetar eran las leyes.

—Disculpen la interrupción —dijo el mayordomo con una leve inclinación al llegar a la mesa—. Hay un joven en la entrada que pregunta por el señor Andrei. Dice llamarse Henry Steven.

Andrei dejó el tenedor sobre el plato con calma medida, como si lo hubiera estado esperando.

—Es él —dijo con seguridad, dirigiendo su mirada hacia Alexander—. Mi amigo. El que mencioné antes.

Alexander asintió con un leve gesto de cabeza, sereno.

—Que lo dejen pasar —ordenó, y el mayordomo se retiró sin más palabras.

Pocos minutos después, los pasos de alguien se hicieron audibles desde el pasillo de mármol, firmes pero sin prisa, resonando con la cadencia precisa de alguien que sabía exactamente dónde estaba y por qué. La puerta de la sala contigua al comedor se abrió entonces, revelando al recién llegado.

Henry Steven no aparentaba más de veintiséis años. Su presencia llenó la habitación con una naturalidad inquietante. Era de complexión atlética, elegante, con hombros firmes, espalda recta y movimientos que denotaban una mezcla calculada de disciplina militar y confianza relajada. Tenía el cabello negro, corto a los lados y un poco más largo en la parte superior, ligeramente despeinado con intención, como si cada mechón rebelde estuviera estratégicamente colocado. Su piel era clara, casi de porcelana, y unos ojos grises, afilados como cuchillas de bisturí, brillaban tras unos lentes de armazón delgado con una inteligencia difícil de ignorar. Vestía completamente de negro: un suéter ajustado de cuello alto, pantalones de tela oscuros y botas militares pulidas con esmero. En la mano derecha sostenía una maleta negra de tamaño mediano, de apariencia robusta, con seguros metálicos a los lados.




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