“Hay silencios que pesan más que los disparos, y verdades que duelen incluso antes de ser confirmadas.”
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Narrado por Alexander
El reloj marcaba las nueve en punto cuando Henry entró a mi oficina. Vestía de manera similar a la de ayer. Su rostro permanecía sereno. Detrás de él estaban Oliver, Dae-Hyun, Félix y Andrei, todos con rostros tensos. Habíamos compartido muchas reuniones, pero esta era diferente. Todos lo sabíamos.
Me apoyé en el respaldo de la silla, entrelazando las manos frente a mí.
—¿Lo tienes todo listo? —pregunté sin rodeos.
Henry asintió lentamente.
—Sí. Pero necesitaré lo necesario antes de partir.
Me miró directamente, luego sacó una pequeña caja metálica y la puso sobre el escritorio.
—Cabello, saliva y una muestra de sangre. Las tres, por precaución.
Dae-Hyun frunció el ceño desde el rincón, mientras Andrei se cruzaba de brazos en silencio. Oliver, como siempre, no mostraba expresión, aunque su mirada estaba fija en mí.
—Por supuesto —mi voz se desvaneció un segundo, pero retomé el control—. Quiero esas pruebas en mis manos a como dé lugar.
—Lo sé —respondió Henry con calma.
Tomé la caja. Con la precisión de una rutina ya aprendida, arranqué uno de mis cabellos, escupí en el tubo sellado y extendí el brazo para que Henry me extrajera la sangre con una jeringa que ya traía preparada. No sentí el pinchazo. Estaba demasiado concentrado en el torbellino que venía desde dentro.
Después de todo, esto no era una prueba cualquiera. Era una bomba de tiempo disfrazada de ciencia.
Henry guardó las muestras con delicadeza quirúrgica. Luego se incorporó.
—Volveré en cuanto tenga los resultados —dijo. Su tono era serio, firme, casi prometedor—. Y pase lo que pase, las tendrás, tienes mi palabra.
Asentí en silencio, y lo vi marcharse. Su figura se desdibujó al cerrar la puerta, llevándose con él algo más que un par de muestras.
...
Narrador omnisciente
—Entonces haremos eso —dijo Félix tomando los documentos que le había dado Alexander. Estaba en marcha el papeleo de la herencia de Thomas. Sabía que le dejó una parte a Alison al ser la heredera de los Hesley, uno de los fundadores de W&H y WIEY.
—Bien...
La puerta de la oficina se abrió después de ser tocada tres veces. Alison se asomó con una expresión serena.
—¿Puedo pasar? —preguntó.
—Claro, nena —respondió Alexander.
Se adentró a la oficina, sosteniendo un par de documentos entre las manos y con el ceño ligeramente fruncido.
—Hola, Félix—Saludo.
—Hola, Alison.
—Amor, iré a la fundación —le dijo a Alexander, que terminaba de revisar unos papeles—. Mi secretaria me pidió que firme unos contratos. Nada grave, pero no quiero dejarlo pasar.
Ahora también ella tenía una secretaria que la asistía en todo lo relacionado a Helsia Health Foundation.
Alexander le dedicó una breve sonrisa.
—Está bien. Llévate a Oliver y a Andrei, por favor.
Ella asintió, agradeciendo en silencio la constante protección de su esposo. Le dio un beso breve y salió después de despedirse de Félix.
—Andrei, voy a salir —le dijo al verlo.
—Por supuesto, señora. Le diré al chofer que prepare el auto —ella asintió conforme.
—¿Vas a salir, pequeña? —preguntó Oliver al enterarse.
—Sí, Oppa, vamos.
Oliver asintió y fue detrás de ella. En menos de media hora, el edificio de la fundación se alzaba frente a ellos. Alison entró a su oficina: un espacio luminoso, decorado con tonos cálidos y detalles personales. En una de las paredes, colgaba un gran mapa del mundo, tachonado de chinchetas en distintos colores. Frente a él, una pizarra con una frase escrita con letra firme: “Educación como derecho, no como privilegio.”
Se sentó frente a su escritorio y abrió su laptop. El programa que diseñaba ocupaba su mente por completo. Quería crear un modelo de escuelas autosustentables en zonas rurales, comenzando por países con bajos índices de alfabetización. Un sueño ambicioso, pero alcanzable con la estructura de la fundación.
Mientras revisaba cifras, Oliver recibió una alerta en su dispositivo. El símbolo del equipo Halcón apareció en la pantalla.
—Tenemos posible vigilancia en la zona. Voy a revisar el perímetro —le dijo a Andrei con una mirada rápida—. Quédate con ella.
Andrei asintió con un leve movimiento de cabeza.
Oliver se escabulló por el pasillo como un depredador silencioso. Afuera, detectó un auto negro con vidrios polarizados estacionado cerca del edificio. Se acercó sin levantar sospechas y, al asomarse, descubrió al conductor: un joven con cámara en mano y gafas oscuras. Al ver a Oliver, el joven arrancó el coche y desapareció con velocidad.
—¿Revisaron las placas? —preguntó Oliver al equipo Halcón.
—Sí, señor. Pertenece a Harey Terson, un periodista.
—Genial. Un maldito paparazzi.
...
Cuando regresaron a la mansión, Alison se adelantó al ver a Alejandro en la sala. El pequeño de tres años estaba sentado en el suelo con las manos cubiertas de pintura, rodeado de hojas y crayones. Frente a él, Alexander —con la camisa completamente manchada de colores— intentaba mantener el orden, aunque era evidente que ya había perdido esa batalla.
—¡Mi bebé! —exclamó Alison con una sonrisa, agachándose para abrazar al niño.
Alejandro la miró emocionado y rápidamente comenzó a mover las manos, haciendo señas con velocidad y precisión. Alison lo miraba con total comprensión.
—¿Sí? ¿Estaban pintando? —tradujo, divertida—. ¿Y tío Alex fue tu lienzo?
Alejandro le decia tio a Alex, no papá no cuñado, solo tio Alex, y él ya se habia acostumbrado.
Alexander, aún sentado en el suelo, se giró con una ceja alzada y pintura verde en la mejilla.
—No me defendí a tiempo —dijo con falsa resignación—. El pequeño artista tenía un plan.
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Editado: 05.05.2025