Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 40: Te ayudare.

"La amistad es un lazo invisible que une corazones y almas. Un verdadero amigo es aquel que te conoce y te ama igual, que te apoya y te anima a seguir adelante. Es un refugio donde puedes ser tú mismo, sin miedo a ser juzgado."—A.k.

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Narrador Omnisciente

El aeropuerto estaba casi desierto a esas horas.
La madrugada le daba al lugar un aire fantasmal, y el frío del aire acondicionado calaba hasta los huesos. Los fluorescentes arrojaban una luz blanquecina que hacía ver todo como una escena sacada de una película de suspenso.

Melany y Estrella aparecieron arrastrando sus maletas, vestidas con lo primero que encontraron: sudaderas arrugadas, zapatos mal puestos y cabello recogido como pudieron. Claramente salieron con prisa... y sin paciencia. El ceño fruncido era lo único perfectamente en su lugar.

Dae-Hyun, Felix y Oliver ya las esperaban. Habían entrado los tres al aeropuerto, cruzando los pasillos para encontrarlas.

Oliver fue el primero en hablar, medio bostezando, medio indignado:

—¿De verdad llegaron a esta hora? —gruñó, tomando la maleta de Estrella con desgano—. ¿No podían llegar a una hora decente, tipo... ¿no sé?, ¡las nueve de la mañana!

—Teníamos prisa por matar a alguien —soltó Estrella con voz gélida, sin molestarse en mirarlo.

—Ya le pegué a Alexander —intervino Oliver, levantando las manos como si eso arreglara algo—. Se que eso no es suficiente por lo que hizo pero me puedo encargar yo, no era necesario que vinieran.

—No —dijeron Melany y Estrella al unísono. Sin inmutarse.

Caminaron hasta el estacionamiento. El aire de la madrugada los envolvió como una bofetada helada. La calle parecía un cementerio de taxis dormidos.

Mientras colocaban las maletas en el maletero, Dae-Hyun aprovechó para acercarse a Melany.

—Mel... —susurró con una sonrisa suave, como si el mundo no estuviera a punto de arder—. Me alegra verte.

Ella, acomodando su bolso en el asiento trasero, giró y se apartó con brusquedad cuando este le intento dar un beso.

—No te acerques. Si me entero de que sabías lo que hizo Alexander y no me dijiste nada... —lo miró con furia contenida—. No me importa lo que haya entre nosotros, Jung. Voy a hacerte pagar.

Dae tragó saliva. El frío ahora parecía venir de dentro.

"¿Ahora también tengo que pagar yo?" —pensó, cerrando el maletero con resignación.

En el trayecto hacia la mansión, los chicos intentaron —torpemente— suavizar las cosas.

—No tienen que ir tan lejos con Alex —intentó Felix—. Tal vez no es lo que parece.

—¿No es lo que parece? —bufó Estrella—. Si claro, eso dicen todos los infieles.

—Él no está aquí —insistió Oliver—Se fue de la mansión.

—¡Claro que no está! —espetó Melany—. Porque ustedes lo están encubriendo, cosa que me sorprende de ti primito, ¿Estás encubriéndolo también tú? —espetó Estrella.

—Claro que no —dijo él, girándose hacia ella.

— Además, si quisieran dejarlo, este sería el momento. Pueden hacerlo. Las llevamos de vuelta. Sin dramas. Sin escándalos—Hablo Dae-Hyun.

—¿Volver? —Melany se rió sin humor—. No hasta verlo a los ojos. Hasta decirle lo que merece escuchar. Y quizás patearle algo, depende del humor que tenga cuando lo vea.

—Y de lo afilado que esté mi tacón —añadió Estrella con un guiño fiero.

El silencio en el auto fue espeso. Solo se oía el rugido del motor... y la furia hirviendo en el asiento trasero.

Llegaron a la mansión.

Melany y Estrella bajaron como dos volcanes en erupción. Ni se despidieron, ni agradecieron el viaje. Apenas tocaron tierra, corrieron a la entrada principal y entraron a la mansión.

—¡Alexander Williams! —vociferó Melany— ¡Sal y enfrenta tu sentencia!

—¡Cuidado con lo que agarran! —gritó Oliver mientras las observaba tomar lo primero que encontraron—. ¡Esas son reliquias carísimas!

—¡Pues hoy se usan para cazar infieles! —espetó Melany, levantando una estatua de mármol como si fuera un martillo de guerra.

—¿Sabes cuánto vale eso? —chilló Dae-Hyun.

—Lo mismo que vale su cara si no me explica lo que hizo —bufó ella.

Estrella tomó un candelabro de bronce, sujetándolo con firmeza.

—Perfecto para estrellárselo en la cabeza. Irónico, ¿no?

—Chicas, cálmense… —suplicó Dae, sabiendo que hablaba con paredes.

—¡Ni lo sueñes! —gritaron ambas, y se separaron, cada una caminando por un ala diferente de la mansión como sabuesos buscando a su presa.

Felix fue tras Estrella, quien no dejaba de murmurar entre dientes, mientras Dae-Hyun seguía a Melany.

Estrella avanzaba por el pasillo.

—¡Estrella, suelta eso! —le gritó Oliver desde la sala, con los ojos desorbitados—. ¡Es una reliquia del siglo XIX! ¡Vale más que tu auto!

—¡Pues debería valer más que Alexander! —bufó ella, sin soltar el candelabro.

Felix, que venía detrás, no dijo nada. Solo la observaba con esa media sonrisa suya, como si verla estallar en rabia fuera el espectáculo de la noche. Se cruzó de brazos mientras la seguía con paso tranquilo, y se detuvo cuando ella giró sobre sus talones, hablando para sí como una actriz en plena tragedia shakesperiana.

—De verdad debería matarlo… —murmuró—. Sí, matarlo sería lo justo. Pero luego viene la parte complicada: deshacerse del cuerpo. ¿Ácido? No, qué cliché. ¿Incinerarlo? Demasiado humo. ¿Picarlo y repartirlo por el campo? Uf, mucho trabajo. ¿Y si lo lanzo al mar con pesas en los tobillos?

—¿A quién planeas matar, Red? —intervino Felix, apoyado con indiferencia en el marco de una puerta, como si le hablara sobre recetas de cocina.

—A Alexander, obviamente —dijo sin mirarlo—. Después tengo que deshacerme de su cuerpo… pero estoy evaluando métodos. Esto de ser criminal amateur no es tan fácil como parece.

—Mira que eso último, lo de picarlo y repartirlo, da mucho trabajo —comentó él, divertido—. Pero si lo haces, yo te ayudo. Soy bueno ocultando cadáveres.




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