Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 44: Fuera de peligro

Los minutos en la sala de espera se hacían interminables. Alexander y Felix permanecían de pie, sus miradas fijas en el suelo, los rostros tensos, las manos inquietas como si cada segundo fuera una eternidad que se acumulaba en sus cuerpos. Oliver, en cambio, estaba sentado, los codos apoyados en las rodillas, las manos entrelazadas frente a su rostro, apretando los dedos con tanta fuerza que sus nudillos se volvían blancos. No podía apartar la vista de la puerta del quirófano, como si esa simple acción pudiera cambiar el resultado.

No solo estaba allí por Hana, aunque su corazón palpitara cada vez que pensaba en ella. También estaba allí porque uno de sus amigos estaba luchando por su vida en esa sala aún que aún le resultaba extraño considerar a Dae-Hyun como un amigo.

La vida tenía maneras irónicas de torcerse. En tan poco tiempo, el mundo de Oliver había dado un giro que nunca habría imaginado. ¿Qué hacía un ex agente de la DEA esperando a que su amigo mafioso saliera de cirugía? No tenía una respuesta clara. Hasta hacía unos meses, su vida había sido relativamente normal, o al menos eso se decía a sí mismo. Pero la verdad era otra.

Si no se hubiera enamorado de una criminal el seguiria siendo un Agente de la DEA, por aquella razón dejo de ser agente, renunciando a los principios que alguna vez defendió.

Después de eso, su tío lo convenció de ser un guardaespaldas común, alguien que protegía a los poderosos sin involucrarse más de lo necesario, y así, después de proteger a 2 familias poderosas termino uniéndose a su tío para proteger a los Hesley, todo iba bien hasta que ellos fallecieron y Los hermanos Hesley fueron a dar a aquella mansión, y entonces ahí empezo todo.

Todo fue tan rapido que no supo bien como fue que termino rodeado de más criminales, aquellos que ahora llamaba amigos.

Al principio, su relación con ellos fue cualquier cosa menos sencilla. Alexander, Felix y Dae-Hyun eran tres magnates arrogantes, hombres que se movían como si el mundo les perteneciera. Alexander fue, sin duda, el más difícil. No se soportaban. Cada encuentro entre ellos era un duelo de miradas y palabras afiladas. Pero el verdadero golpe llegó cuando Alison aceptó casarse con Alexander. Fue como si su mundo se tambaleara.

Después de su segunda decepción amorosa, Alison fue su apoyo, su refugio. Ella estuvo allí cuando lo necesitó, y en medio de esa cercanía, Oliver creyó que se estaba enamorando de ella. Pero ahora, con el tiempo, comenzaba a darse cuenta de que tal vez fue solo una ilusión. Confundió el consuelo con amor, la costumbre con un sentimiento más profundo. Y cuando la vio sonreír junto a Alexander, sintió que alguien más ocupaba el lugar que él creía suyo.

Y es que, a veces confundimos lo que sentimos.

Había llegado a una conclusión amarga, pero liberadora. No amaba a Alison como creyó. Lo que había sentido era más un golpe a su orgullo que a su corazón. Obviamente, amaba a Alison pero no de la manera romántica en que amas a tu pareja, era un cariño diferente, uno que lo hacía querer protegerla y cuidarla.

Se preguntaba como las cosas habían cambiando tanto en tan pocos meses, no lo sabía.

Su vida se había entrelazado con las de ellos de formas que jamás imaginó. La amistad con Dae-Hyun, la lealtad reticente hacia Alexander y la camaradería incómoda con Felix eran un laberinto del que no podía escapar.

Ciertamente al principio era incomodo por la actitud de los magnates [aunque Dae-Hyun nunca fue egocéntrico y frío como Alexander] pero después todo fue un poco menos tenso hasta que ocurrio aquello que lo puso en una situación mucho más incomoda y que lo hizo pensar en que debía hacer cuando después de la boda descubrió la verdad. Alexander no era solo un magnate hotelero, era Hunter, el líder de la Umbra. Felix, su mano derecha, y Dae-Hyun, su segundo al mando. Aquellos que había considerado solo empresarios eran en realidad los pilares de una de las organizaciones criminales más poderosas. Durante sus años como agente de la DEA, había perseguido a gente como ellos. Y ahora, su mejor amiga estaba casada con su líder.

Lo primero que cruzó por su mente fue llevársela. A Alison y a Alejandro, lejos de Alexander, lejos de ese mundo de sombras, lejos del peligro que respiraban quienes se acercaban demasiado a la oscuridad que rodeaba al jefe de la Umbra. Pero entonces la vio. Vio a Alison sonreír como nunca antes. La vio mirarlo con ese brillo en los ojos que Oliver jamás había conseguido provocar, y entendió algo que le dolió más que cualquier rechazo: ella lo amaba. Estaba enamorada de Alexander.

Pensó en secuestrarla del peligro, en arrancarla de los brazos del mafioso aunque eso le costara su odio, aunque ella nunca volviera a mirarlo igual. En ese momento creyó que el desprecio de Alison sería un precio pequeño si eso significaba mantenerla con vida, alejada del caos y la violencia que rodeaban a Alexander.

Pero luego… luego lo observó a él.

Al hombre del que había oído tantos rumores. Un ser frío, calculador, carente de empatía. Un monstruo envuelto en trajes de diseñador. Sin embargo, lo que vio contradijo todo eso. Vio a Alexander cuidar de Alison con una devoción absoluta, protegerla como si fuera lo único valioso que tenía en el mundo. Como si perderla significara perder su propia humanidad.

Fue entonces cuando Oliver pensó: “Hasta los monstruos pueden amar.”

Y aunque cada fibra de su ser le gritaba que no era lo correcto, que estaba traicionando sus principios, sus instintos como protector, eligió quedarse al margen. Eligió confiar, aunque fuera a regañadientes, en que Alexander Williams sería capaz de resguardar a Alison de todo y de todos. Porque en ese instante, y a su manera retorcida, supo que ese hombre, ese mafioso temido por todos, la amaba de verdad.

Y a veces —por más que duela— amar también significa soltar.

A él le tocó hacerlo. Le tocó soltar a Alison.




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