Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 48: Heredera.

Las horas habían pasado. Ya eran las nueve de la noche y la habitación estaba en silencio, apenas iluminada por la lámpara cálida en la mesita. Hana dormía profundamente, enroscada entre las sábanas, mientras Oliver, desde el sillón, la observaba con el celular entre las manos. También él se había quedado dormido, vencido por el cansancio, y acababa de despertar.

Sin esperar más, decidió marcar.

Dos tonos.

-¿Qué pasa? -contestó Felix con voz ronca, pero alerta.

-¿Cómo está Dae-Hyun? -preguntó Oliver en voz baja, cuidando no despertar a Hana.

-Sigue estable.

-¿Lo van a mover de hospital?

-No. Se queda donde está. El equipo médico es bueno, no te preocupes. Alexander puso lo mejor en tecnología y en médicos en ese hospital, para que atendieran a sus hombres.

-¿Cuánto tiempo crees que estará internado?

-Una semana, si evoluciona bien. Lo están monitoreando constantemente.

-Entiendo -Oliver respiró profundo.

-¿Estás con Hana?

-Sí. Estoy con ella. No creo que me mueva de aquí... está afectada por todo lo que pasó. ¿Me mantienes al tanto?

-Sí, tranquilo. Quédate ahí. Es lo mejor.

-Lo haré.

-Por cierto, tenemos que inventar algo creíble para justificar la ausencia de Dae. No queremos que las chicas sospechen nada.

-No te preocupes, yo lo manejo.

-Gracias. Y por favor, por ningún motivo dejes que alguna salga sola, Oliver.

-Lo sé, Felix.

-Perfecto. Alexander quiere hablar contigo. Te lo paso.

Un breve silencio. Luego, la voz de Alexander resonó con esa firmeza que siempre imponía autoridad.

-Oliver.

-Dime.

-Necesito un favor. Hana tiene eventos públicos por la empresa de su familia. Además, asiste a la universidad de forma presencial. No puede entrar con un guardaespaldas sin levantar sospechas, y todo ese tiempo estaría expuesta.
Estuve pensando que alguien podría aprovechar eso... acercarse sin que lo notemos.

Oliver se enderezó en el sillón, completamente alerta.

-Con Felix estuvimos hablando. Necesitamos infiltrar a alguien en la universidad, alguien que esté con ella sin que parezca lo que es.
El problema era encontrar a la persona indicada: que inspire confianza, sepa defenderla y, sobre todo, que a ella no le incomode tenerlo cerca.

Alexander hizo una breve pausa antes de soltar, con total convicción:

-Y pensamos en ti.

Oliver se quedó en silencio por un instante, procesando.

-Sé que eres el guardaespaldas de Alison, pero ella entenderá. Además, Andrei está con ella y puede encargarse.
Tú eres el único que puede hacer esto sin levantar sospechas. Pareces más joven de lo que eres, y eso juega a nuestro favor.

Oliver soltó una risa suave, casi resignada.

-Tengo 25.

-Lo sé. Pero parecerás de 22, y así vas a figurar en el sistema. Tendrás historial académico, asignaturas previas, registros médicos... todo.
Ya sabes cómo funciona esto, Oliver. No estamos hablando de métodos legales.

-Bien... lo haré. Imagino que tus contactos van a encargarse.

-No imagines. Ya lo están haciendo -replicó Alexander sin titubeos.

-Sabías que iba a aceptar.

-Confiaba en que así sería. El lunes aparecerás como un nuevo alumno transferido de una universidad canadiense. Nombre falso, historial limpio.
Lo tenemos todo cubierto.

Oliver asintió para sí mismo, mordiéndose el labio con cierta tensión.

-Perfecto -dijo al fin, con seguridad-. Haré lo que sea necesario.

-Gracias. Felix te dará los detalles en la mañana. No le digas nada a Hana, aún no. Solo mantente cerca. Cuídala.

La llamada terminó.
Oliver dejó el celular sobre la mesa y volvió la mirada hacia la cama.
Hana dormía como si el mundo no estuviera cambiando a su alrededor. Como si no supiera que, en unas horas, su realidad sería manipulada para protegerla.

...

La mañana se deslizaba con una calma engañosa. El comedor estaba bañado por la luz del sol que se colaba entre las cortinas, iluminando la mesa servida con frutas, pan caliente y café. Estrella estaba sirviendo jugo mientras Andrei permanecía en silencio, vigilante como siempre, con los brazos cruzados y la mirada barrida en el entorno como si esperara que la paz se rompiera en cualquier momento.

Lucía, sentada con su tablet en la mano y una pierna cruzada sobre la otra, hojeaba noticias mientras picoteaba una rebanada de pan tostado.

—El tipo que escapó de la prisión de máxima seguridad en Rusia... volvió a desaparecer —murmuró Lucía, sin levantar la vista del periódico—. Ya van dos veces que burla la seguridad internacional. O es un genio... o alguien le abre la puerta desde dentro.

—¿Siempre lees esas cosas en la mañana? —preguntó Estrella, arqueando una ceja mientras le servía jugo.

—Sí —respondió Lucía con naturalidad—. Me da ideas para mi historia. Quiero entender cómo funciona la mente de un criminal. Qué los mueve. Cómo piensan.

Estrella sonrió. Conocía ese fuego en su mirada. Todas sabían que Lucía adoraba escribir. Aunque ninguna conocía del todo lo que ardía debajo.

Entonces, sin levantar la vista de su taza de café, Andrei habló. Su voz fue baja, firme. Como un susurro que corta.

—Si quieres entender la mente de un criminal, deja de leer esas noticias... y mírate al espejo. Cuestiónate cada decisión que crees buena. No todos los monstruos nacen de la sombra... algunos nacen de la lógica.

El silencio fue instantáneo. Estrella se quedó con el vaso suspendido en el aire. Todos lo miraron, sorprendidos. Andrei casi nunca hablaba.

Lucía frunció el ceño.

—No lo entiendo...

Él levantó por fin la vista, sus ojos grises como una tormenta helada. La observó con una calma brutal.

—Es porque aún piensas como víctima. Deja de hacerlo.

Lucía tragó saliva.

—¿Cómo...?

Andrei la sostuvo un segundo más, y luego, simplemente, volvió a mirar su taza.




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