Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 52: Cazando traidores.

"Deseaba más de lo que debía, lo sabía... como quien mira el sol sabiendo que no nació para la luz, sino para arder en su interior."

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-No le digas nada a Melany, por favor, pequeña -murmuró Dae-Hyun con voz apenas audible, mientras giraba el rostro hacia Alison, quien estaba sentada junto a él en el borde de la cama.

Había pasado más de una hora desde que logró llegar a su habitación. Cuando sus ojos por fin se posaron en Dae-Hyun -acostado, conectado a máquinas, pálido y con los ojos cansados-, el corazón se le hizo un nudo en el pecho.

Verlo así, herido y vulnerable, le revolvía el alma.

Había dejado de ser Jung Jeremy por una razón: para empezar de nuevo, para que no lo mataran. Había adoptado un nuevo nombre, una nueva historia, una nueva vida... con la esperanza de que, esta vez, no tendría que volver a pasar por eso.

Pero ahora...

Estaba otra vez al borde de la muerte.

Otra vez lo querían muerto.

Y esta vez no había una nueva identidad esperando. No había un "nuevo inicio".

Esta era su última carta.

-Está bien -respondió Alison, tragando saliva mientras su mirada se posaba en el rostro cansado de su amigo-. No le diré... aunque no me gusta la idea.

Suspiró, sintiendo el peso de tantas emociones encima: la impotencia, la rabia, la tristeza.

-Ya, pequeña, no pongas esa cara -intentó bromear él, aunque su voz apenas tenía fuerza para sostenerse-. No me he muerto.

-Pero pudo haber pasado -soltó ella, y una lágrima solitaria le rodó por la mejilla.

El miedo se había convertido en un huésped constante en su vida. Ya había perdido a sus padres, había visto morir a su mejor amiga y a Thomas ¿Cuántos más podía perder sin quebrarse?

-No te preocupes, pequeña. Eso no pasará. Te lo aseguro -dijo él con una sonrisa débil, levantando el meñique para sellar una promesa.

Ella lo miró y entrelazó su dedo con el de él.

Era un gesto infantil, sí... pero también era un ancla. Un pacto entre ellos dos.

-No puedes morir, Jeremy. Por favor... -susurró con un hilo de voz, usando su verdadero nombre.

Él la miró. Y sonrió. Una sonrisa cansada, sincera, rota y, a la vez, fuerte. Porque, en medio de todo, aún quedaban sueños por alcanzar.

-No lo haré -prometió-. Aún tengo muchas cosas que quiero hacer. No me iré de esta tierra sin cumplirlas.

Su voz fue un susurro, leve pero firme, como quien se aferra a la vida con dientes y uñas.

-Entonces... pon una meta que solo puedas cumplir de anciano -le dijo ella, forzando una sonrisa a través de las lágrimas-. Así te aseguras de llegar a viejo.

Él rió bajito, cerrando los ojos por un segundo mientras pensaba.

-Mmm... ¿Qué estaría bien? -se quedó pensativo y despues de unos cuantos segundos respondió -. Quiero vivir lo suficiente para ver cómo los hijos de todos mis amigos, incluidos los tuyos, obviamente, crecen y se convierten en adultos y les dan nietos. Quiero vernos reunidos en un picnic, todos con canas, arrugas y bastones, riéndonos de nuestras locuras de juventud. Quiero ver a Oliver discutir con su nieto, a Félix correr detrás del de él siendo una mejor versión de si mismo y donde, por fin, acepte que no es el monstruo que cree que es y pueda amar sin miedo. También quiero ver a Alexander enseñándole a sus nietos a defenderse. Quiero ver a Melany regañando a nuestros nietos, y que nuestros hijos la abracen con amor. Quiero ver eso, quiero ver a cada uno de ustedes siendo felices y que estemos reunidos como una gran familia. Ese será mi final feliz.

Alison sonrió con dulzura, imaginando esa escena. Por un momento, la sala de hospital desapareció, y en su mente apareció una tarde cálida, árboles, risas, niños corriendo, y ellos sentados en círculo, contando historias como leyendas.

No sabía si la vida le permitiría ver ese día. No sabía si Alexander seguiría a su lado para cuando eso ocurriera, pues su matrimonio era por contrato, y hasta el momento no sabía qué era lo que Alexander sentía por ella.

Más por lo que había pasado recientemente, su mente le decía una y otra vez que, para él, ella no era nadie importante.

Sacudió la cabeza suavemente, como queriendo alejar los pensamientos grises. Solo el tiempo tenía las respuestas, y ella ya había aprendido que algunas cosas no se pueden forzar.

-Perfecto -susurró con una sonrisa tibia-. Que así sea.

Unos minutos después, el celular de Alison vibró.

Lo sacó de su bolso, revisó la pantalla, y su expresión cambió al instante. Frunció el ceño, se levantó con la rapidez de un rayo, y apretó los labios, claramente intentando mantener la calma.

-Lo siento... tengo que irme -dijo en voz baja, mirándolo con una mezcla de culpa y prisa en la mirada-. Es urgente. Hay problemas en la fundación.

Dae-Hyun asintió lentamente.

-Está bien, ve. Eso es importante. Solo... avísame cuando llegues, ¿sí?

-Te lo prometo -respondió ella, inclinándose con cuidado para abrazarlo.

-Gracias por venir, pequeña-le dijo correspondiendo el abrazo.

-Siempre vendré -susurró ella, antes de salir de la habitación.

Y sin más, se fue.

Dae-Hyun la vio cruzar la puerta con paso apresurado, escuchó el eco lejano de sus tacones desvanecerse en el silencio.

La habitación quedó en calma.

Solo el sonido de las máquinas, el leve pitido del monitor cardíaco, y su propia respiración marcaban el ritmo del momento.

Se recostó un poco mejor y suspiró profundamente. No podía evitar que una frase, una imagen en particular, le viniera a la mente con fuerza:

"Quiero ver a Melany regañando a nuestros nietos."

¿Nuestros nietos?

Frunció el ceño.

¿En qué momento había dicho eso? ¿En qué rincón de su inconsciente se gestó semejante imagen? ¿Desde cuándo tenía deseos de ver a Melany con nietos... suyos?




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