Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 59: Distante

♡ Jung Hana ♡

.
.
.

—Siento algo de tensión en la mesa… ¿qué pasó? —preguntó Melany, alzando una ceja mientras miraba de reojo a Oliver y a mí.

Él y yo no habíamos dicho una sola palabra desde que llegamos. Ni una mirada. Ni un gesto.

—Nada, linda. No pasa nada —respondí, forzando una sonrisa que ni yo me creía.

El receso había comenzado y, como acordamos nos reunimos en la zona exclusiva del comedor. Nuestras tarjetas nos daban acceso a un área privada, lejos del resto de los estudiantes. Allí podíamos hablar sin que nadie nos viera ni escuchara. Aunque hoy… no había mucho que decir.

—Como que no te creo —murmuró Melany, sin apartar la vista de nosotros.

—Come, chaparra. Y deja de meterte en lo que no te importa —le soltó Oliver, sin mirarla siquiera, concentrado en su comida.

Estrella, sentada a su lado, no dijo nada, pero no era tonta. Podía sentirlo, igual que todos: el ambiente era espeso, casi irrespirable.

Tomé el tenedor con fuerza.

Tenía tantas cosas contenidas dentro que dolía: ira, tristeza… decepción.

No fue el momento adecuado para decirle lo que sentía. Lo sabía.

Tampoco estaba en mis planes hacerlo.
Fue la primera vez que yo… que yo di el primer paso.

Que me confesé antes.

¿Me arrepiento?
No.
Pero duele. Duele demasiado.

Y lo peor es que no puedo evitarlo. No ahora. No cuando él es quien tiene que protegerme.

—¡Hana! —gritó de pronto una voz conocida, sacándome de mis pensamientos.

Al girar, la vi. Verónica Carter venía directo hacia mí, agitando una mano, con esa sonrisa suya que solo aparece cuando tiene información explosiva.

—¿Qué pasa, Vero? —pregunté, fingiendo interés. No es que me caiga mal… simplemente no soy cercana a las chicas de esta universidad, aunque a ella la conozco desde los 15 años, sus padres son socios de los míos.

—¿Ya sabes quién volvió? —dijo, con una emoción tan exagerada que me hizo fruncir el ceño.

—No, Vero… ¿quién?

—¡Eliam! Volvió de España —soltó casi dando saltitos—. ¡Y te esta buscando!

El tenedor se me resbaló de las manos y cayó al plato con un clack seco.

—¿E… en serio?

—¡Sí! Te esta buscando.

Me puse de pie en automático.

—Luego hablamos, chicas. Tengo que irme —dije.

—Espera —la voz de Oliver me detuvo justo cuando iba a dar el primer paso.

No me giré.

—No es necesario que vengas —respondí sin mirarlo.

Y salí. Caminando rápido al principio. Luego corriendo.

Crucé el patio sin pensar demasiado, como si mis pies supieran a dónde llevarme antes que mi cabeza. La brisa movía las ramas y el bullicio del campus llenaba el aire.

Lo busque con la mirada hasta que lo vi.

De pie junto a la fuente. Mochila colgada al hombro. Sonrisa de niño travieso pintada en el rostro.

Eliam.

No lo veía desde que se fue a España. Y sin embargo, ahí estaba. Como si el tiempo no hubiera pasado.

Cuando nuestras miradas se cruzaron, su rostro se iluminó como si le hubieran encendido una estrella en el pecho.

—¡HANAAA! —gritó, abriendo los brazos.

Corrí.

Sí. Corrí como si no me importara que todos estuvieran mirando.

Y en cuanto estuve a su alcance, Eliam me tomó por la cintura y me levantó del suelo en un giro que me arrancó una carcajada.

—¡Al fin! ¡Pensé que no te iba a encontrar! —dijo mientras me daba vueltas como un loco.

—¡Me vas a marear, tonto! —reí, aferrándome a sus hombros.

—¡Calla, estoy celebrando! ¿Sabes cuánto tiempo estuve aguantándome las ganas de abrazarte?

—Demasiado —dije, sonriendo más de lo que quería admitir.

Eliam me bajó con cuidado, como si soltarme muy rápido rompiera el momento. Pero su sonrisa… su sonrisa seguía ahí, intacta, como si nunca se hubiera ido.

Y entonces, como si el tiempo no pesara, empezó a darme besos por toda la cara.

Uno en la mejilla derecha.
Otro en la frente.
Uno más en la sien.
Y luego, en la punta de la nariz.

—¡Eliam! —dije entre risas, intentando apartarlo—. ¡Sigues igual de fastidioso!

—Y tú sigues igual de linda —dijo, ignorando por completo mis protestas y dejando un beso sonoro en mi otra mejilla—. ¿Cuántos meses sin hacer esto? ¿Cinco? ¿Seis? ¿Ocho?.

—Diez—corregí, apretando los labios para no emocionarme de más—. Y cuatro días.

—Lo llevas contado… —murmuró, con una sonrisa suave—. Yo también.

Me quedé en silencio por un momento, con las manos aún en sus brazos, sin atreverme a soltarlo del todo.

—Te extrañé, idiota —confesé bajito, con un hilo de voz que apenas vencía el nudo en mi garganta.

El me miro con un puchero.

—Lo sé. Yo también te extrañé, Hana. No fue lo mismo allá sin ti regañándome cada dos días o riéndote como foca por mis chistes malos.

Solté una carcajada involuntaria.

—¡Te odio!

—Y yo te quiero. Así que te aguantas —dijo, pasándome un brazo por los hombros mientras empezábamos a caminar.

—¿Por qué no me avisaste qué regresabas?.

—Quería que fuera sorpresa.

—Y vaya sorpresa.

Nos fuimos alejando entre las miradas curiosas de los estudiantes.

Pero a nosotros no nos importaba.

Porque cuando vuelves a ver a una de tus personas favoritas, el mundo entero puede quedarse mirando…
Y tú simplemente sigues riendo.

...

Horas más tarde.
Mansión Williams

Habían llegado recién de la universidad, Oliver y Hana apenas se habían cruzado palabras. Y cuando lo hacían, eran frases cortas, medidas… como si se tuvieran miedo a hablar demasiado y terminar diciendo lo que de verdad pensaban.

Melany y Estrella, en cambio, caminaban a su lado como si nada, hablando a toda velocidad mientras seguían a Hana.

—¡¿Y ese tipo?! ¿De dónde salió? ¿Quién es?! —preguntó Melany, como si no hubiera aguantado un segundo más con la duda—. ¿Es actor? ¿Modelo? ¿Qué fue eso, Hana?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.