Lo Que Me Pertenece: Esposa De Un Mafioso

Cap 62: ¿Me ayudarías?

1 de diciembre de 2021.
3:00 p. m.

El frío de diciembre calaba entre los edificios, y Estrella ajustó la bufanda alrededor de su cuello mientras salía de la universidad. Las clases habían terminado temprano para ella, pero no para sus amigas; Melany y el resto habían tenido que quedarse para unas horas extra. Le tocaba regresar sola.

—¿Regresará a casa ya, señorita? —preguntó uno de los guardaespaldas que solían esperarlos afuera. La mayoría estaban asignados a Hana, pero dos de ellos tenían la tarea de proteger a las hermanas Ramírez.

—Sí… aunque antes debo pasar a comprar unas cosas. No se preocupen, puedo regresar sola —respondió Estrella con una sonrisa amable. Todavía no se acostumbraba a la idea de ir y venir de la universidad escoltada.

Alison había asignado dos guardaespaldas tanto a Melany como a ella, preocupada de que los paparazzis las siguieran. Mel y Estrella le habían rogado que no fueran demasiados, así que llegaron a un acuerdo: solo dos, para que las acompañaran en caso de que decidieran ir a algún otro sitio.

—Pero, señorita… —insistió uno de ellos.

—No te preocupes. Yo hablaré con Alison. Quédate con Melany, ella los necesita más —dijo, refiriéndose a que los paparazzis solían perseguir más a su hermana que a ella, debido a su relación con un Magnate con Dae-Hyun —. Creo que piensa ir de compras, así que no volverá a la mansión junto a Oliver y Hana. Cuídenla bien, por favor.

El guardaespaldas asintió. —De acuerdo, señorita.

Estrella sonrió, satisfecha, y sin más comenzó a alejarse de la universidad. Necesitaba un momento para sí misma: sin seguridad, sin compañía, sin nadie que interrumpiera el torbellino de ideas creativas que le rondaban la mente.

"Ali, iré a comprar tela para un vestido que tengo que diseñar, deje a los guardaespaldas, no los regañen yo se los pedí. Sabes que me gusta estar sola cuando tengo ideas sobre nuevos diseños"

Escribió en si celular y sin más envío el mensaje.

Guardo el celular y siguió caminando.

Minutos más tarde su cel vibró en su bolsillo cuando ya se había alejado de la Universidad.

—Hola, mamá —respondió con voz ligera, como siempre que escuchaba a la mujer que más amaba.

Pero algo en el silencio del otro lado le erizó la piel.

—H-hija… ¿C-cómo estás? —la voz temblorosa de su madre sonaba rota, como si cada palabra le costara un esfuerzo.

Estrella frunció el ceño.

—¿Qué ocurre, mamá?

—N-nada, pequeña… ¿C-cómo van las clases?

El intento de normalidad era tan falso que hasta el viento helado pareció detenerse para escuchar.

—Bien, mami. Probablemente el próximo mes estemos de regreso en la universidad de allá. Este fin de semana le dije a Melany que vayamos a verte.

—¡NO! —la respuesta fue tan rápida y brusca que Estrella se detuvo en seco—. No vengan.

Parpadeó, confundida.

—¿Por qué? ¿No nos extrañas?

—Claro que sí, mi vida —la voz sonaba más suave, pero la tensión seguía ahí, escondida bajo cada sílaba—. Es mejor que no vengan. Deben concentrarse en sus estudios… El haber entrado en esa universidad es algo que yo no podría darles. Estoy agradecida con los padres de Dae-Hyun y con Alison… Por favor, terminen sus estudios allá. No regresen a México.

El corazón de Estrella empezó a latir más rápido. Su madre siempre había puesto reglas, sí, pero nunca prohibiciones sin explicación. Y ahora… ahora su voz sonaba como si ocultara algo.

—¿Ya no nos quieres allá? —preguntó en un tono infantil, haciendo el puchero que tantas veces había servido para ablandarla.

—Claro que sí, mi niña… pero pronto tendrás diecinueve. Es hora de que vivan nuevas experiencias. Creo que graduarse allá les dará mejores oportunidades —dijo, y casi sonó convincente, de no ser por ese hilo de tristeza en su voz.

Estrella tragó saliva.

—Le diré a Melany… seguro ella estará feliz. Tendrá más tiempo con Dae-Hyun.

—Dae-Hyun es un buen chico, más allá de su estatus social. Sé que ama a tu hermana… y sé lo que es estar lejos de la persona que amas. Espero que, hasta que terminen la universidad, puedan estar juntos… que su relación sea más fuerte para cuando deban regresar a México.

La voz se quebró. Estrella no necesitaba verla para saber que su madre estaba llorando.

—Mamá… ¿lloras porque nos extrañas o pasó algo más?

—Porque las extraño —mintió.

—Iremos a verte, no te preocupes.

—No, Estrella. Escúchame bien… Por ningún motivo puedes volver a México. No importa qué pase, no regreses hasta que yo te lo permita.

Un escalofrío le recorrió la espalda.
—M-mamá…

—Es por tu bien. Hazme caso, cariño, y no vengas. Quédate siempre cerca de tu hermana… y por ningún motivo salgas sola de noche.

—Sí, mamá.

La llamada terminó. El silencio que quedó después fue tan denso que hasta el ruido de la ciudad parecía lejano. Algo estaba muy mal.

El teléfono vibró de nuevo. Un mensaje.

Una foto.
De ella, tomada esa misma mañana.

Otra foto.
De Melany, saliendo de clase.

Una tercera.
De su madre… sentada en la sala de su casa en México.

Un nudo helado se formó en su estómago. ¿Quién había tomado esas fotos?

El timbre de llamada la hizo sobresaltarse. Contestó con los dedos temblando.

—F-feliz cumpleaños adelantado, mi musa —la voz masculina, grave y ronca, se filtró por el auricular como un veneno—. ¿Me extrañaste?

Su respiración se cortó.
—T-tú…

—Sí. Yo —rió, una risa oscura, peligrosa, que erizó cada vello de su piel.

—¿Cómo…?

—Escapé. Estoy libre. ¿Recuerdas lo que te dije que haría cuando saliera de la cárcel?

El mundo giró a su alrededor. No. No podía ser real.

—¿Q-qué tal tus vacaciones en Nueva York? —continuó él, como si hablaran de cualquier cosa.

—¿Cómo lo sabes?

—Te tengo vigilada. Esperé tres años para este día y por fin llego—rió de una forma escalofríante—Es hora… ven a mí, mi musa.




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