"Hay destinos que no se eligen: nacer en un mundo que detestas y del que no puedes huir es la condena más cruel, porque obliga a respirar la misma sombra que deseas destruir."
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[Narrador omnisciente]
-Necesito que cuides a Hana, más de lo que ya lo haces. No dejes que nadie con el apellido Beltrán se acerque a ella. ¿Entendido? -pidió Alexander con un tono firme, observando a Oliver con seriedad.
Oliver había dejado a medias su desayuno cuando Alexander le pidió hablar en privado. Ahora, en el despacho, se mantenía de pie frente a él.
-Por supuesto -respondió sin titubeos.
Alexander arqueó una ceja.
-¿No vas a preguntar por qué?
-¿Debería?
-Esperaba que lo hicieras.
Oliver ladeó la cabeza, aparentando ignorancia como Gabriel le había sugerido en caso de que Alexander descubriera que Eliam estaba en Nueva York.
-¿Son parte de una organización?
-Sí. Ashton Beltrán es el líder de KRONE -explicó Alexander-. Tenemos ya dos conflictos con ellos. Se aliaron con Darío para el tráfico de personas, y por eso ese imbécil se niega a aceptar nuestro acuerdo tras liberar a las chicas y a Estrella en la cabaña. Se sienten intocables bajo la sombra de Ashton.
Oliver frunció el ceño.
-No lo entiendo. ¿Un acuerdo? Creí que la Umbra no pedía disculpas ni permiso por este tipo de cosas -le dijo Oliver, cargado todavía de sus prejuicios como exagente de la DEA.
Alexander lo observó un instante, midiendo sus palabras, antes de apoyarse en el escritorio.
-Esa es la diferencia, Oliver. Tú vienes de un mundo donde la ley es absoluta y cualquier otra cosa es un delito. En la Umbra no existen policías ni jueces, pero eso no significa que no tengamos reglas. Al contrario, si no las tuviéramos ya nos habríamos destruido entre nosotros.
Oliver escucho con atención.
-La Umbra funciona de otra manera -continuó Alexander-. Si alguien se mete con nosotros, respondemos sin dudarlo ya que fueron ellos los que iniciaron el problema a menos de que ofrezcan un acuerdo. Pero si somos nosotros quienes nos metemos en los asuntos de otro sin que nos concierna, aunque no nos guste, debemos compensar. De lo contrario, mañana cualquiera puede romper un tratado, alegar que no debe explicaciones... y entonces la guerra sería el pan de cada día.
Oliver lo escuchaba, serio, procesando la idea.
-Tú solo has visto cómo tratamos con los grandes, con los de nuestro mismo nivel -siguió Alexander, su tono firme-, porque somos nosotros los que dictan el ritmo de los negocios. Pero no importa si el rival es un pez gordo o alguien del nivel más bajo como Darío: si lo que hacemos afecta directamente a su gente y su negocio, debemos responder. Eso es lo que mantiene el equilibrio.
Alexander encendió un cigarrillo, como si necesitara marcar una pausa antes de rematar:
-La Umbra no pide disculpas, Oliver. La Umbra respeta sus propias leyes. Y esa diferencia es lo que nos mantiene en la cima mientras los demás se matan entre sí.
Hizo una pausa antes de continuar.
-Hay territorios que la Umbra y las demás organizaciones declaramos neutrales. Lugares sagrados, por así decirlo. Zonas de intercambio, de negociación. Espacios donde se discuten tratados sin que otros grupos salgan perjudicados. Esas reglas mantienen la guerra a raya.
-Y dónde llevaron esos tipos a esas chicas y a Estrella era territorio neutral ... -dedujo Oliver.
Alexander asintió con un dejo de frustración.
-Exacto. Al hacerlo, rompimos el tratado. Nos metimos en un trabajo que no era nuestro, en zona neutral. Por eso ofrecimos un acuerdo a Darío: para compensar lo ocurrido, por haber intervenido en su negocio y, además, por la muerte de Dayas. Si no respetamos nuestras propias reglas, ¿cómo exigiríamos que los demás lo hicieran?
Oliver se quedó en silencio, procesando aquella explicación. No era la mafia desordenada y salvaje que había imaginado. La Umbra parecía más un imperio con su propia constitución, donde cada acción tenía un peso y cada decisión, una consecuencia.
-Intentamos negociar con Darío -continuó Alexander, recargando la espalda contra el asiento-. Le ofrecimos una salida limpia: compensación económica, rutas compartidas y, en caso de necesitarlo, protección en ciertos movimientos. Era más de lo que cualquiera le habría dado después de haber roto un tratado.
Oliver lo miraba en silencio, atento.
-Y lo rechazó-dijo.
Alexander soltó una risa seca, sin humor.
-Por supuesto. No porque la oferta no le convenía, sino porque ya no la necesitaba. Se ha aliado con KRONE. Y Ashton Beltrán es un respaldo demasiado grande para alguien como Darío. Con él detrás, se siente intocable.
Oliver apretó la mandíbula.
-Eso cambia todo...
-Cambia el equilibrio -lo corrigió Alexander, con voz firme-. Cuando alguien se alía con un jugador como Ashton, el tablero entero se reorganiza. KRONE no es un simple cartel de traficantes; son una red. Controlan rutas, zonas de lavado de dinero, contactos en distintos continentes. Se cubren entre ellos como una hidra: cortas una cabeza y salen tres más. Darío lo sabe, por eso nos cerró la puerta en la cara.
Alexander se inclinó hacia adelante sobre el escritorio, su mirada fija en Oliver, como si quisiera clavarle el peso de sus palabras.
-Y no sólo eso. -Su voz se endureció-. También se ha aliado con los Mortis.
Oliver alzó una ceja, incrédulo.
-¿Es enserio?
-Sí. Y ahí está el verdadero problema. KRONE ya tiene en la mira a la Umbra. Usarán como excusa el haber roto el tratado en la Zona Neutral. Ese territorio se creó precisamente para evitar guerras innecesarias: allí se negocia, se intercambia, se resuelven disputas. Meterse en negocios dentro de ese espacio significa violar la palabra dada... y en nuestra mesa la palabra lo es todo.
Hizo una pausa breve antes de continuar:
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Editado: 14.09.2025