"Suspiraba en el umbral del cambio, con un pie anclado en la certeza de lo conocido y otro temblando de gozo ante lo inexplorado; el miedo era un escalofrío helado, pero la alegría, un sol naciente que le derretía el alma."
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Jung Dae-Hyun
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—La señorita Melany ha despertado —anunció el doctor.
Me puse de pie de golpe. Mis manos estaban sudando, y sentí un nudo en el estómago. Estaba increíblemente nervioso. Hacía mucho que no la veía y, muy probablemente, estaría molesta conmigo.
Todos en la sala de espera suspiraron, un alivio palpable recorriendo el aire.
La señora Ramírez fue la primera en hablar, con la voz temblándole ligeramente.
—Doctor, ¿podemos pasar a verla? ¿Cómo está ella? —preguntó.
El doctor sonrió con calma.
—Está estable y un poco débil, pero bien, en el marco de la situación. Por supuesto que pueden pasar. Para evitar que se agote, les pido que entren solo tres personas —respondió.
—Hijo, vamos —dijo la señora Ramírez, jalándome suavemente del brazo para que reaccionara.
Así, la señora Ramírez, Estrella y yo entramos a la habitación.
Allí estaba Melany. Estaba sentada, con la espalda apoyada levemente contra la cabecera de la cama. Llevaba una venda envuelta en la cabeza y, a un lado, una bolsa de suero colgaba del soporte, el tubo fino conectado a su brazo.
Su mirada conectó directamente conmigo. Estaban cansados, un poco perdidos, pero eran sus ojos. Esos hermosos ojos se llenaron de lágrimas casi de inmediato, y un par de ellas empezaron a resbalar por sus mejillas salpicadas de pecas.
—Hola, fresa —la saludé en un susurro, mi propia voz sonando ronca.
Me acerqué lentamente a la cama, consciente de su posición y de las vías conectadas a su brazo. Me sente en el borde de la cama. El dolor de mis heridas me molesto un poco, pero lo ignoré por completo.
Extendí mis brazos y la abracé con una delicadeza extrema, rodeándola solo por los hombros para no presionar su cuerpo. Ella se inclinó hacia mí, un movimiento lento y fatigado. Pude sentir su cuerpo temblar ligeramente.
—Regresé —le susurré al oído, aspirando su aroma a hospital y desinfectante.
Ella me apretó con la poca fuerza que tenía, su voz apenas un hilo roto.
—Idiota. Te extrañé —me respondió, el sollozo ahogado contra mi hombro.
—Yo también te extrañé, nena —me separé despacio, solo lo suficiente para mirarla al rostro. Con mi pulgar, limpié con suavidad el rastro salado de las lágrimas.
Me incliné con mucho cuidado y rocé mis labios con los suyos en un beso breve y tierno.
—Me asustaste demasiado, demasiado, nena. Tienes que prometerme que te cuidarás mucho, me volveré loco si algo te vuelve a pasar— ella sonrio débil y asintio con la cabeza.
La señora Ramírez tomó asiento con suavidad junto al borde de la cama, acariciando la mano de Melany. Yo me separe y me mantuve un poco detrás de ellas, escuchando.
—¿Cómo te sientes, mi niña? —le preguntó su madre, y noté el alivio contenido en su voz.
Melany hizo una mueca sutil al intentar concentrarse. Su voz era apenas un susurro.
—Un poco débil, y la cabeza me punza... pero fuera de eso, todo bien, creo —respondió.
Estrella, que estaba al pie de la cama, se inclinó.
—¡Nos diste un susto terrible, Melany! —dijo su hermana, con los ojos aún rojos.
—Perdóname, pequeña —le respondió Melany con ternura—. ¿Cuándo me dan el alta? No me gusta estar aquí.
Su madre suspiró, intentando sonar lo más tranquilizadora posible.
—El doctor me comentó que lo ideal es que te quedes tres días más en observación. Después podrás venir a casa a descansar.
La señora Ramírez se aclaró la garganta y añadió una noticia que sabía que le haría ilusión.
—Cariño, todos tus amigos están afuera. Se quedaron toda la noche en la sala de espera.
—¿E-enserio? —preguntó Melany, sorprendida. Sus ojos se abrieron un poco más, y eso me hizo sonreír.
—Sí, incluso mis padres. Solo que no podrás verlos por ahora; el doctor fue muy claro, solo podemos pasar nosotros tres y las visitas deben ser cortas.
En ese momento, vi su labio inferior empezar a temblar.
—Qué pena... Deben tener cosas importantes que hacer y están aquí por mi culpa. Los estoy molestando —dijo, y de pronto, las lágrimas volvieron a brotar de sus ojos.
—No digas eso. No es tú culpa. Están aqui por que te quieren—le dije rápidamente para quitarle esa idea de la cabeza.
Vi a la señora Ramírez tomarle el rostro entre las manos y secarle las lágrimas con el pulgar.
—Dae-Hyun tiene razón, Melany. Deja de decir eso —la regañó con dulzura—. Nadie está molesto.
—Gracias y perdón por llorar ando sensible—dijo limpiandose las lagrimas.
—Es normal que estés tan sensible.
La puerta se abrio de repente dejando ver al doctor.
—Lamento molestar pero lo mejor será que la señorita descanse un poco —dijo con amabilidad—. Aún está débil. Pueden quedarse afuera; más tarde podrán verla de nuevo.
Todos asentimos en silencio. Me giré hacia Melany y le sonreí antes de acercarme.
—Te estaremos esperando afuera, ¿sí? —le dije con suavidad.
Ella asintió despacio. Me incliné para rozar su frente con mis labios, y luego me obligué a soltarle la mano.
—Díganles que les agradezco mucho por estar aquí, que vayan a descansar y si gustan pueden regresar después cuando sus fuerzas esten renovadas—Nos dijo—Y ustedes también. Vayan a casa a descansar estaré bien.
—Pero hija...
—Nada mamá. Por favor, sabes que estas mal de la espalda apuesto que estar sentada haya fuera te incomodo, ve por favor y aplícate la pomada que te dio el doctor y descansa si no, no podré estar tranquila.
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Editado: 06.11.2025