"Debes saberlo antes de convertirte en uno más: aquí nadie sale ileso. Algunos pierden la vida, otros el alma... y los más desafortunados, aprenden a vivir sin sentir. Recuerda esto: morirás lentamente, y esa fue tu elección."
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-Pero... ¿quién será? -preguntó Dae-Hyun, cavilando seriamente la propuesta. El riesgo de nombrar a la persona equivocada era catastrófico-. Félix es el único de nuestra absoluta confianza capaz de manejar tales actividades operativas, pero tú y yo sabemos que está más que ocupado con sus obligaciones de seguridad directa.
-Bueno... tienes razón -respondió Alexander, golpeando con el dedo el escritorio.
-Solo queda Gabriel, pero no será él. -La mirada de Dae-Hyun fue tan firme como la de Alex. Gabriel quedaba fuera de la ecuación del riesgo directo.
-¿Entonces? ¿Nos quedamos sin opciones viables entre nuestros rangos más altos? -preguntó Alexander, resignado.
-Lo haré yo. -Una voz grave y serena irrumpió en el silencio, asustándolos ligeramente a ambos.
Oliver había estado escuchando la conversación. La puerta del despacho de Alex no se había cerrado correctamente, y la mención del embarazo de Melany lo había anclado allí. Ahora, avanzaba con calma hacia el centro de la habitación.
-O-Oliver... -Dae-Hyun tragó saliva, sintiendo el golpe de la sorpresa y la teoría de que Oliver ya sabía la verdad sobre Melany.
Oliver se detuvo frente al escritorio, su expresión inescrutable.
-Yo me encargaré de las obligaciones de Dae-Hyun en la organización. Nose al 100% cómo funciona el negocio pero puedo aprender. Solo tienen que formalizarlo. ¿O acaso desconfían de mi capacidad o mi lealtad?
-Por supuesto que confiamos en ti -se apresuró a decir Dae-Hyun.
-¡Espera un momento, Oliver! -intervino Alexander, su voz firme, marcando el límite-. Una cosa es que hayas entrado en la Umbra y otra muy distinta es que te hagas cargo de las obligaciones del segundo al mando. Tú no tienes un puesto. Tu función es proteger a Hana, no tener que estar cara a cara con mafiosos del nivel más alto.
Alex apreto la mandíbula, su preocupación era genuina.
-Además, si hago esto, si te asigno oficialmente las funciones de Dae-Hyun, Alison se enterará, y sabes lo que significa.
Oliver no pestañeó.
-Lo sé. Significa que Alison se enojará contigo. Pero sabes perfectamente que aparte de mi no hay nadie más que pueda encargarse del puesto de Dae-Hyun, no dejaré a mi prima sin su pareja ni a su bebé sin padre. Solo sera por un tiempo, puede que no sepa al 100 de negociaciónes mafiosas pero se lo que hacen, solo necesito que Dae-Hyun me enseñe lo que me haga falta.
Oliver se acercó a Dae-Hyun con la voz contenida, pero firme.
-Lo haré bien, no te preocupes. Tengo lo necesario para ser tu suplente. Sobreviviré al combate y después me enseñarás lo que significa ser el segundo al mando en una organización como La Umbra.
Dae-Hyun miró a Oliver con desconfianza. No estaba convencido, pero la situación no le dejaba alternativas.
-Tiene razón, Alex -dijo al final, dirigiéndose a Alexander-. Es la opción más segura. Es la única forma de que yo pueda apartarme sin crear una debilidad estructural.
-Sí, claro -respondió Alexander con un dejo de amargura-. Lo dices como si fuera sencillo. Alison se enfadó conmigo cuando vio que hice trabajar a Oliver con mis hombres. Me ha puesto entre la espada y la pared; y, disculpen, pero no puedo volver a estar lejos de ella.
-Alison lo entenderá -intervino Oliver con tranquilidad-. Yo hablaré con ella.
Alexander suspiró, derrotado por la suma de razones plausibles y riesgos inevitables. Una guerra doméstica con Alison era un precio alto, pero la alternativa era dejar un vacío estratégico que nadie podía permitirse.
-Está bien. Hazlo -aceptó Alexander al fin-. Pero te advierto, Oliver: esto no es un juego de números. Las obligaciones del segundo al mando son un infierno operativo. Tendrás que tratar con capos, supervisar entregas... y decidir a quién eliminar cuando sea necesario.
Oliver clavó la mirada en Alexander, y por un instante la calidez que siempre lo distinguió pareció contenerse tras una capa de decisión.
-No te preocupes por mi capacidad -dijo-. Mis manos ya no están limpias, y mis estrategias tampoco. Acepto la responsabilidad: ejerceré como segundo hasta que Dae-Hyun regrese.
Dae-Hyun asintió, enrollando los dedos con impaciencia.
-De acuerdo al embarazo de Melany -comenzó Dae-Hyun.
-No te preocupes -interrumpió Oliver, levantando una mano para cortar la disculpa-. Mi prioridad no es juzgar sus acciones, ambos ya son adultos, solo quiero preservar a la familia. Considera mi tiempo en tu puesto mi contribución personal a esa seguridad.
Si bien no estaba feliz con la noticia no podia hacer nada al respecto. Sabía que Dae-Hyun la protegería confiaba en ello, lo habia escuchado todo y sabia que podia confiarle el futuro de su prima.
Justo en ese momento, la puerta principal del despacho de Alexander se abrió de golpe, golpeando el marco con violencia. Los tres hombres se giraron al unísono, para ver entrar a Félix, seguido de cerca por Gabriel, Henry y Andrei.
El aire se hizo pesado, denso. Los cuatro se detuvieron en seco, y la mirada de Félix pasó de Alex a Oliver y se clavó en Dae-Hyun, percibiendo la inusual y grave seriedad de aquella reunión privada. Sabía que la línea de código rojo se había activado.
-Lamento interrumpir -dijo Félix con tono grave-. Pero hay una reunión urgente.
-Dime -ordenó Alexander.
No le importó que Andrei y Henry estuvieran presentes. Aunque no formaban parte oficial de La Umbra, se movían en el mismo mundo.
Andrei pertenecía a la Bratva; eso bastaba para saber que su palabra podía ser tan firme como su puntería... o tan volátil como una orden de muerte.
Henry, en cambio, era un hombre sin bandera. Un sicario libre, práctico, con la mirada de quien ya ha visto demasiado y aún así prefiere callar.
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Editado: 06.11.2025