Dicen que el silencio es inofensivo.
Que las sombras solo existen donde falta la luz.
Que los recuerdos mueren cuando uno los entierra.
Mentira.
Hay silencios que gritan.
Hay sombras que crecen incluso bajo el sol.
Y hay recuerdos... que germinan como semillas malditas, esperando el momento exacto para romper la tierra y volver a reclamar lo que alguna vez fue suyo.
Esta historia no comienza con un "Érase una vez".
No hay castillos.
No hay príncipes.
No hay rescates.
Esta historia comienza en un punto más cruel:
En el instante exacto donde la mente se rinde antes que el cuerpo.
Donde respirar se convierte en un acto mecánico y no en una prueba de vida.
Donde uno late porque detenerse también duele.
Jane, 23 años.
Una muchacha criada en un hogar donde el amor tenía forma de cadenas suaves, donde la obediencia valía más que el pensamiento, donde los muros eran tan altos que parecían protección...
Le enseñaron que el mal estaba afuera, que el peligro venía del mundo, que las tentaciones eran serpientes esperando a morder.
Fue entonces cuando descubrió que una jaula no deja de ser una jaula porque esté limpia y perfumada.
Pero nadie le advirtió que, a veces, la serpiente entra por la puerta correcta
y lleva un rostro humano. Nadie le enseño que incluso los monstruos pueden entrar en lugares sagrados.
Porque los monstruos no siempre gruñen.
A veces susurran.
A veces aman.
A veces prometen protección, como si fueran enviados.
Y el alma joven, hambrienta de libertad, confunde el abrazo de un lobo con el refugio de un pastor.
Las mejores historias no están en los cuentos infantiles.
Están en las confesiones que nadie se atreve a hacer, en los pecados que se ocultan detrás de las paredes blancas, en las oraciones murmuradas por miedo, no por fe.
Aquí no encontrarás magia, ni rescates, ni finales escritos desde la comodidad.
Aquí encontrarás raíces.
Raíces viejas, deformes, venenosas.
Raíces que se aferran a una chica que nunca aprendió a defender su alma.
Raíces que la reclamaron como suya antes siquiera de que supiera que estaban ahí.
Tú estás por entrar.
Y cuando lo hagas, verás lo que ella vio:
que el verdadero horror no es lo que está afuera, sino lo que crece adentro cuando nadie te mira.
Pasa, lector.
Pero entiende algo antes de entrar:
Las historias como esta no se leen...
se infiltran.
Se sujetan a tus sombras,
a tus culpas antiguas,
a aquello que finges no recordar.
No buscan entretenerte,
buscan abrirte.
Revelarte.
Y cuando por fin te toquen—porque lo harán—
sentirás esa voz que nunca admites escuchar,
la que susurra desde el fondo de tus silencios.
Cruza si quieres...
pero no esperes salir siendo el mismo.