“A quién eliges como prioridad le das mayor valor”…
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Gélida esa era la palabra que podía expresar como me sentía en momentos así.
Una vez que llegamos a casa de los padres de Alexander, el Señor Richard y la Señora Rous no dudaron en abordarnos del porqué de nuestra tardanza y con una mirada de amenaza de parte de Alex hacia mi persona solo me toco asentir a la patética mentira que este les dio y como cosa extraña las malas caras y comentarios no se hicieron esperar. Ahora nos encontrábamos todos sentados alrededor de la mesa hace más de una hora, Alexander se encontraba sentado en la silla frente a mi mientras que su hermano menor estaba a mi derecha y los dueños de la casa en cada extremo de la mesa y lo cierto es que la cabeza ya me estaba empezando a doler con tanta palabrería y es que no hay nada más fastidioso que escuchar a una persona que no para de hablar sin darle lugar a nadie más a que dé su opinión simplemente porque para el todo lo que decía era lo correcto y los demás no importaban y si se atrevían a refutar comenzaba con las malas caras, tal y como me las estaban propinando a mí ya que era la única que me dedicaba a ignorar y rodar los ojos ante las indirectas que me dedicaba y todo lo que salía de la boca del papa de Alexander, el Señor Richard eran temas que yo no quería escuchar ni ahora ni nunca.
—Y qué opinas tu Jane crees que todos aquellos que se dedican a hacer el mal tendrán que pagar por sus actos después de la muerte? O eres de las que cree que se muere y se reencarna en alguna mariposita —Me pregunto mientras se llevaba una copa de vino a la boca. Sabía perfectamente que hacia eso cuando se burlaba de alguien era su manera de “aparentar”.
Sin importar las miradas de advertencia del individuo que tenía frente a mí me atreví a responder. —Considero que todos pagamos lo que hacemos en esta vida. Todo lo que nos ocurre son sólo consecuencias de nuestros actos y de lo que nos merecemos, robar, hurtar, violar, asesinar, ser una persona metiche en las decisiones de un hijo todo eso a la larga uno termina pagándolo con las cosas que le pasan estando aun en vida—respondí mientras estiraba mis labios en un gesto de burla provocando la reacción que quería y es que si las miradas matara yo estaría 10 metros bajo tierra por mano de todos los presentes. No me importaba le di donde la herida le sangra y ver su rostro contraído por el enojo solo me provoco mayor satisfacción.
Vayas palabras de alguien que decidió dejar sus creencias y su estilo de vida por la libertad de poder abrirse las piernas con facilidad—respondió retándome.
Jean, el hermano menor de Alexander solo se dedicó a darme una fugaz mirada para seguir prestando atención en remover la comida que tenía en su plato. Él no era de muchas palabras pero lo conocía antes de que se distanciara de mi solíamos llevarnos bien hasta que fue envenenado por los comentarios de enemistad de parte de su familia hacia conmigo y sabía que yo ahora no merecía ningún segundo de su atención ya me lo había demostrado en un sin número de ocasiones cuando fui presa de los ataques de su hermano y este solo se dedicó a observar o pasar de largo.
—No importa lo que haya dejado atrás si a la persona que le abrí las piernas ha sido la única con quien lo he hecho y no tener que estar demostrando mi hombría gritando a los cuatro vientos el número de rameras baratas que se ha cogido por lo tan poca hombría que tiene al no serle fiel a la de casa sino preferir a las de afuera. —respondí
—Ya basta!!! —Alexander puso silencio en la mesa al ver como la inocente charla de parte del Señor Richard se convertía en una indiscutible pelea. Como si no supiera que su padre lo hacía adrede cada que yo estaba presente. Y el no hacía nada más que evitar ignorarme y dejarme a la deriva.
La cara de malestar de su padre hacia mí era más que notoria y ya no hacía nada para aparentarla.
Y es que así como este conocía mis puntos débiles así mismo yo conocía los suyos y tener conocimiento de todo lo que se decía y hacía en esa casa era un gran punto a mi favor, el convivir con ellos cerca de tres años hasta que a las malas tuvimos que irnos a un lugar aparte para Alexander y para mí. Ocasionando que mi mera existencia para el Don patriarca del hogar fuera un total fastidio al “robarme” a su primogénito consentido y este aprovechaba cada oportunidad que tenía para recordármelo tal y como lo estaba haciendo ahora.
El estaba a punto de decir algo más cuando la Señora Rous lo interrumpió. —Pienso que es momento de servir el postre—intervino la señora Rous levantándose de su silla para cortar con la discusión, recogió algunos platos sucios que estaban en la mesa para luego dirigirse hacia la cocina.
Sentí una mirada intensa en mi lo que me hizo mirar al frente donde Alexander con su celular en mano me indicaba con un movimiento de su cabeza que vaya a ayudarla para luego volver su vista al aparato que sostenía. Con las pocas ganas que tenia de seguir compartiendo en la mesa con los individuos que yacían ahí me levante llevando los pocos platos que quedaban y fui en dirección a donde la señora había entrado.
Esta se encontraba de espaldas lavando los platos a lo que yo puse los que tenía en mano en el fregadero sin compartir ningún palabra me dedique a ver la decoración de la cocina y es que esta era muy anodina y predecible tal y como lo era cada rincón de la casa y sabía que esto se debía a que fue el señor Richard fue quien se dedicó de cada detalle del hogar incluso de la decoración haciendo a un lado la opinión de su esposa y esta no tuvo más que resignarse a los deseos de este.