Por más que el ratón intente esconderse del gato…este terminará encontrando su escondite si vive asechándolo incluso desde las sombras
El viernes había llegado sin ninguna novedad. Horas después de volver a casa, tras todo lo ocurrido en la fiesta, Alexander se había levantado como si nada para ir a trabajar. Antes de irse, se inclinó, me besó la frente y me dijo que me amaba. Y aunque yo intentara devolverle la normalidad, fingir que nada había pasado unas horas antes… no podía. Mi mente no dejaba de girar una y otra vez alrededor de lo sucedido y de sus palabras.
Aun así, hoy había decidido dejar todo eso a un lado. Tenía clases, tareas pendientes en la universidad y, además, era viernes: sí o sí había quedado en salir a bailar con mi grupo.
Estaba en la clase del señor Silverman, quien hablaba sobre los tipos de arquitectura, y en especial sobre la gótica. Su voz retumbaba en el salón mientras yo trataba de concentrarme.
—La arquitectura gótica se desarrolló entre los siglos XII y XV. En ella, la proyección interior de las edificaciones buscaba una mayor iluminación, y las estructuras se volvían más ligeras. ¿Alguien podría decirme cómo reconocer este estilo entre los demás? —preguntó el señor Silverman.
—Por la forma en arco de las ventanas, por el uso de cúpulas, vitrales, columnas, y por materiales que no transmiten calidez, además de colores más oscuros —respondí levantando la mano.
—Exacto. Me alegra que alguien esté atenta a la clase y no se la pase dibujándose ojos en papel para fingir atención… como el señor Patrick —dijo el maestro, mirando fijamente a Patrick, que estaba dos asientos detrás del mío.
Patrick despertó brutalmente cuando una cartuchera aterrizó en su cabeza.
—Oh sí, a mí también me gusta mucho… ¿cómo lo haces, nena? —murmuró, todavía medio dormido, levantándose de golpe y provocando las risas del salón. El profesor, en cambio, lo miraba con cara de querer lanzarle el borrador directo a la frente.
Antes de que pudiera decir algo, sonó el timbre que anunciaba el cambio de clase.
—Pueden retirarse, jóvenes… excepto usted, señor Patrick —anunció el señor Silverman.
—Es tu fin —me burlé mientras guardaba mis cosas, justo cuando Patrick apareció a mi lado.
—Lo sé… —respondió con desgano, caminando hacia el profesor.
Salí rápido y cerré la puerta detrás de mí justo antes de escuchar los gritos del señor Silverman. Se lo tenía bien merecido por andar de holgazán.
Fui directo a mi casillero para dejar algunas cosas y recoger los materiales que necesitaría para la siguiente clase, Técnicas Constructivas. Una vez guardado todo, me encaminé al salón correspondiente, no sin antes encontrarme con Alayna, con quien siempre me sentaba.
La clase pasó sin mayor relevancia, y pronto estaba sentada en el césped junto a Alayna, Patrick, Verónica y Bianca, riéndonos mientras Patrick relataba su tragedia con el Maestro Silverman.
—¿En serio te jaló de la oreja? —preguntó Verónica entre risas.
—Para mí lo tienes bien merecido. Él estaba dando una buena clase y tú ahí, todo zopenco, rucote, con la baba esparcida —dije, tratando de recuperar el aliento entre carcajadas.
—Sólo tú eres capaz de ver una clase de ese señor regordete como si fuera interesante —intervino Bianca.
—Es verdad. Y mira que yo no tengo nada contra él, pero sus clases son aburridas —añadió Alayna.
—Pues yo no lo veo así —respondí encogiéndome de hombros.
—Pero bueno, volviendo al tema… ¿qué más te dijo? —preguntó Verónica.
—Que si no presento todos los trabajos pendientes para la próxima semana, repruebo la materia —respondió Patrick, pasándose la mano por el cabello, frustrado. Y con razón: este zopenco no había entregado ni una sola tarea.
—Bueno, solo porque me caes medio bien, podría prestarte las mías… siempre y cuando cambies un poco el contexto —dije, apoyando una mano en su hombro.
—Eres un ángel, preciosa. Como muestra de mi gratitud, te daré un beso de parte de este hermoso hombre. ¿Qué opinas? ¿Te gusta la idea? —respondió, levantando y bajando las cejas como idiota.
—Nadie quiere ver babas colgando, Patrick. Jane no es una exhibicionista como tú —intervino Verónica con cara de asco, empujándolo lejos de mí. Si supiera… no me estaría defendiendo así.
—Gracias por tu bondadosa oferta, pero no, cariño —dije, moviendo la mano con desinterés—. No me gusta tocar lo que muchas ya han usado.
—Auch… lo esperaba de estas perras bulldog, pero no de ti, preciosa. Me duele —dijo, fingiendo estar ofendido.
—Bueno, bueno, vamos a lo importante… Jane, ¿te recogemos en tu casa o vas directo a la nuestra después de clases? —preguntó Verónica, clavando su mirada en mí.
—Pues primero pasaré por mi casa a recoger unas cosas, y de ahí me voy directo a la de Bianca —respondí mientras miraba la hora en mi reloj—. Ya es momento de mi última clase.
—Yo las veré allá, preciosas —dijo Patrick.
—Nadie te preguntó a ti —replicó Verónica sin siquiera mirarlo.
—Touché, preciosa… Mejor me voy antes de que sigan destruyendo mi corazoncito en este grupo de víboras —respondió Patrick, cargando su mochila y caminando hacia el edificio.
—Adiós, Patrick. Nos vemos más tarde —le dijo Bianca, despidiendo la mano.
Patrick se volteó para lanzarle un beso volado antes de seguir su camino.