El sol caía a plomo sobre la plaza principal, donde el aire vibraba con tambores, silbatos y voces que se alzaban al unísono. Las banderas de colores ondeaban como fuego en movimiento, reflejando en los vidrios de los edificios y tiñendo el gris del pueblo con un arcoíris imposible de ignorar.
Zoe y Eliza avanzaban entre la multitud, con gorras, cubrebocas y mochilas pequeñas colgadas a la espalda. Nadie las miraba dos veces. Eran solo dos sombras más en un mar de colores.
—¿Lista? —preguntó Eliza, apretando la mano de Zoe con fuerza.
—No —respondió Zoe, sonriendo nerviosa—. Pero creo que igual ya lo estoy.
El sonido de un megáfono llenó el aire:
—¡Por quienes aman sin miedo! ¡Por quienes no pueden estar aquí!
La multitud respondió con un rugido que hizo vibrar el suelo. Zoe sintió cómo el pecho se le encendía; su corazón latía tan rápido que casi dolía.
—Eliza… —murmuró, mirando alrededor—. Esto es… increíble.
Eliza asintió, con los ojos brillando detrás del cubrebocas.
—Es como respirar por primera vez.
Caminaron entre pancartas hechas a mano: “El amor no se esconde”, “No somos un error”, “Ser quienes somos no debería darnos miedo” "El amor no se juzga".
Cada frase parecía escrita para ellas.
A ratos se reían nerviosas, a ratos se quedaban calladas, observando todo como si fuera un sueño. Un grupo de estudiantes bailaba en medio de la calle, otros cantaban a coro, y más allá una chica pintaba corazones en las mejillas de los manifestantes.
Zoe y Eliza se detuvieron un momento frente a una pared donde alguien había escrito con pintura rosa:
“Lo que callas también gritalo a todo el mundo,que amar no es un errorn que querer a una persona del mismo sexo no es aberración.”
Eliza tocó las letras con la yema de los dedos y sonrió.
—Mira eso, Zoe.
Zoe la observó, y por un instante el ruido del mundo pareció apagarse.
—Eso somos nosotras, ¿no? —dijo ella, con la voz temblorosa.
—Sí —respondió Eliza, apenas en un susurro—. Nosotras.
El ruido volvió de golpe: tambores, cánticos, pasos. Un grupo pasó corriendo junto a ellas ondeando una enorme bandera arcoíris, y el viento las envolvió por completo.
Durante un segundo, el color cubrió sus rostros y Zoe rió, libre, sin miedo.
Eliza también rió, y sus ojos se encontraron, reflejando todo lo que habían callado durante meses.
En algún punto, un dron de las noticias sobrevoló la plaza. Zoe lo notó y sintió que el corazón se le helaba.
—Eliza… las cámaras.
—Tranquila —dijo ella, ajustándose la gorra—. Nadie nos va a reconocer.
Y aunque el miedo estaba ahí, también lo estaba la certeza: por fin estaban siendo parte de algo que valía la pena arriesgarse.
Cuando el sol empezó a caer, ambas se alejaron despacio del bullicio, caminando por calles vacías, con el eco de los cantos todavía en los oídos.
—¿Te diste cuenta? —dijo Zoe con una sonrisa cansada—. Nadie nos vio.
Eliza asintió, mirando el cielo que se pintaba de naranja.
—Sí. Pero igual me siento como si todo el mundo nos hubiera visto… solo que esta vez, no quiero esconderme.
Caminaron juntas hasta perderse entre las sombras del atardecer, con las manos rozándose, el corazón agitado… y la promesa silenciosa de que, aunque el miedo nunca desapareciera del todo, esa tarde lo habían vencido.
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hay un amor prohibido, la sociedad juzgando, gl (chicaxchica)
Editado: 24.10.2025