Lo que nadie sabe

Capítulo 9 — Las consecuencias de la libertad

El sol comenzaba a esconderse detrás de los cerros cuando Zoe y Eliza se sentaron en una banca del parque. Tenían el cabello despeinado por el viento, los pies cansados y las mejillas encendidas de tanta emoción.

—No puedo creer que fuimos —dijo Zoe, sonriendo sin poder evitarlo.
—Yo tampoco… —respondió Eliza, riendo—. Pensé que en cualquier momento nos descubrirían.
—Sí, pero valió la pena.

Frente a ellas, la calle aún conservaba restos de color: papeles, pintura, cintas brillantes. La ciudad parecía distinta, más viva. Por primera vez en mucho tiempo, Zoe se sintió ligera, como si el miedo hubiera soltado un poco su agarre.

Eliza la miró de reojo, con una sonrisa tranquila.
—¿Sabes? Me siento libre.
—Yo también —dijo Zoe, y por unos segundos se quedaron en silencio, disfrutando el aire fresco y el recuerdo de los cánticos que aún resonaban en su mente.

Pero la magia se fue apagando cuando el reloj marcó las ocho de la noche. Las luces de las calles se encendieron, y ambas se dieron cuenta de que hacía horas que debían haber regresado.

—Mi papá va a matarme —dijo Zoe, poniéndose de pie de golpe.
—Y los míos seguro piensan que me pasó algo —respondió Eliza.

Caminaron rápido hasta llegar a la esquina donde solían despedirse. Se miraron una última vez, con ese miedo que regresa cuando el encanto termina.
—Nos vemos mañana —susurró Zoe.
—Sí… —respondió Eliza, y ambas se separaron con el corazón apretado.

En casa de Zoe, la puerta se abrió de golpe.
Su padre la esperaba en la sala, los brazos cruzados y el televisor encendido. En la pantalla, las mismas imágenes de la marcha llenaban el noticiero.

—¿Dónde estabas? —preguntó con voz dura.
—En el parque… con unas amigas —mintió Zoe, bajando la mirada.
—¿Con unas amigas? —repitió él, con una sonrisa amarga—. Justo hoy, que hubo una marcha de esos degenerados y sus palabras todas estupidas diciendo que amar a una persona de su mismo genéro era normal!!.

Zoe tragó saliva. Su padre subió el volumen del televisor. En la pantalla, jóvenes con banderas gritaban de alegría.
—No quiero que te acerques a esa gente, ¿me oyes? —gruñó él—. No vayas a dejar que te metan esas ideas tontas en la cabeza y te vuelvas Lesbiana o por que si es asi serias una vergüenza para esta familia y te botaria de mi casa..

—No lo haré —murmuró Zoe, apenas audible.
—Más te vale. No quiero criar una vergüenza para esta familia,murmuro — seguro sus padres nunca pusieron mano dura en su crianza—

Ella se quedó inmóvil, con los ojos ardiendo, mientras él cambiaba de canal como si nada hubiera pasado.

Por otro lado en la casa de Eliza, el ambiente no era tan violento, pero sí igual de tenso.
Su madre la esperaba en la puerta, con expresión preocupada.
—¿Dónde estabas, hija? Son las ocho y media.
—Perdón, me entretuve con Zoe —dijo, intentando sonar tranquila.

Su madre suspiró y la guió hacia la sala, donde el noticiero aún mostraba imágenes de la marcha.
—No quiero que salgas tanto, ¿sí? —dijo su padre, sin levantar la vista del televisor—. Esas cosas son peligrosas,que tal si se te pega eso ¡puaj.—.El padre movia sus manos y tenia una cara de asco en tan solo pensar que su hija,su tesoro mas preciado sea Lesbiana o parte del LGBT.
—Y además, están llenas de personas confundidas ,eso pasa porque sus padres nunca le dieron un buen castigo—añadió su madre—. No quiero que se te acerquen ni te digan tonterías,miro a su hija—me escuchaste Eliza—

Eliza solo asintió, sintiendo un nudo en la garganta.
—Sí, mamá. Lo prometo.

Subió a su habitación y cerró la puerta despacio. En el silencio, sacó su cuaderno y dibujó dos figuras tomadas de la mano, rodeadas de colores.
Era su forma de seguir respirando ante tanta presion de sus padres donde menosprecian a los que son parte de la comunidad LGBT.




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