Lo que nadie sabe

Capítulo 11 — Miradas que Pesen

El lunes amaneció con el aire más pesado de lo normal.
En los pasillos de la preparatoria, las voces hablaban todavía de la marcha del fin de semana.
Algunos lo hacían con entusiasmo, otros con burla.

Zoe caminaba rápido, con la mochila colgando de un hombro, el corazón acelerado.
Cada paso la acercaba a Eliza, y aunque había prometido disimular, era imposible ocultar la sonrisa que se le escapaba cada vez que la veía.

Eliza ya la esperaba en el salón olvidado, su refugio de siempre.
—Pensé que no vendrías —dijo en voz baja.
—Mi papá me vigiló toda lel fin de semana… pero como hoy hay clases me dejo irme sola. —Zoe sonrió, con ese brillo travieso que solo aparecía cuando estaban juntas.

Se quedaron unos segundos mirándose, sin hablar. El mundo parecía detenerse ahí, entre paredes viejas y pupitres llenos de polvo.
Eliza se acercó un poco.
—A veces pienso que todo esto es un sueño… —murmuró.
—Si lo es, no quiero despertar. —Zoe rió suavemente.

Pero el sonido de unos pasos en el pasillo las congeló.

Eliza reaccionó primero, fingiendo buscar algo en su mochila.
Zoe se inclinó sobre una libreta y empezó a escribir cualquier cosa, con la respiración contenida.

La puerta se abrió con un chirrido lento.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó una voz seca.

Era Mariana.
Su uniforme perfectamente planchado, el cabello recogido, los labios apretados en una sonrisa que no sonreía.

—Nada —respondió Zoe, con una risa nerviosa—. Solo… repasando lo de historia.
—Ajá… —Mariana se cruzó de brazos, observándolas como si analizara una escena—. Qué raro, este salón está vacío desde hace años.

Eliza se esforzó por mantener la calma.
—Justo por eso —dijo—. Aquí no hay ruido, podemos concentrarnos mejor.

Mariana ladeó la cabeza.
—Ya… —murmuró, sin apartarles la mirada—. Ustedes siempre andan juntas, ¿no?
—Somos amigas —contestó Zoe, demasiado rápido.

Un silencio incómodo llenó el aire.
Mariana sonrió apenas, una sonrisa envenenada.
—Bueno, amigas… tengan cuidado. Hay gente que podría malinterpretar las cosas.

Y se fue, cerrando la puerta con un golpe que retumbó en el corazón de ambas.

Durante unos segundos, no se movieron. Solo respiraban fuerte, mirándose con el miedo reflejado en los ojos.

—Nos vio —susurró Zoe.
—No… no creo. —Eliza intentó convencerse, pero su voz tembló—. Solo sospecha.
—Eso es lo mismo —respondió Zoe, con un nudo en la garganta.

Eliza se acercó y le tomó la mano, apretándola con fuerza.
—No dejemos que nos separe —dijo con firmeza.
—Nunca —contestó Zoe, aunque el temblor de su voz la traicionó.

En otro rincón de la escuela, Mariana caminaba despacio por el pasillo, pensativa.
Había visto cómo se miraban. Esa forma en que sus ojos se buscaban… no era simple amistad.
Sonrió para sí misma, con una curiosidad que empezaba a tornarse venenosa.

—Veamos qué esconden —murmuró.

Y con eso, la sombra del peligro volvió a caer sobre el pequeño mundo que Zoe y Eliza habían construido con tanto cuidado.

Nota del autor: Que mal me cae Mariana siempre de metiche 😒.

Espero que no arruine la paz de mis niñas.




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