CAPITULO 2
ABRIL
Organización. Era lo más importante para mí y me hace sentir que tengo todo bajo control por una vez en mi vida. La organización, no me hacía sentir insegura, invisible o inestable.
Tener estrictas reglas sobre el orden me ponía en calma. Arreglar todo por orden de tamaños, colores y figuras. Eso lo daba sentido a mi vida. Aunque sea un poco.
Ojeo nuevamente la estantería dónde tengo mis libros y me fijo que estén en el orden perfecto. Ajusto mis lentes y me alejo caminando al armario para comenzar con el mismo orden igual al de los libros: Color y tamaños.
Si, mis hermanos me han llamado LocaMania del orden por años pero jamás luché contra eso. Aunque nunca me consideré eso solo lo hago en mi habitación y no es otras partes de la casa.
No lo entenderán.
Mis hermanos y yo siempre tuvimos una buena relación a pesar de las preferencias en la familia. Quizás parezca chistoso pero en realidad si nos llevamos bien. Jane es ingeniera petroquímica y Matthew es abogado.
Quizás ellos no lo han notado como yo - aunque es probable que no - las preferencias y aunque a veces son muy obvias me hace pensar que si pero lo pasan por alto y deciden no atenderlo.
Y, para ser sinceros yo tampoco los he atendido a pensar de haberlo notado mucho.
Por eso busque una solución a ese problema, un escape lejos de eso donde yo pudiera ser totalmente feliz y tranquila.
Y, así encontré ese escape en la música porque desde el primer momento supe que allí no habría dolor, traumas o rechazos. Encontré en mi instrumento todo lo que nunca había podido encontrar en la niñez, adolescencia y adultez: Paz.
Me siento por un momento yo misma: Libre, sin ser juzgada o señalada.
Aunque en el camino tuve muchas dificultades (lo sabrán más adelante y por qué).
Es todo lo que tengo y me da un motivo para levantarme todos los días.
Mi padre, como les comenté jamás estuvo ni estará de acuerdo con eso. No sé imaginan la cantidad de cosas que llegó hacer para detener esa decisión.
Mi piel, se puso de gallina al recordar todo lo que me hizo papá. Sacudí la cabeza alejando esos recuerdos.
Tenía 17 cuando empecé y fue gracias a una amiga. Se cansó de insistir para que fuera y entrara en la orquesta pero nunca estuve tan convencida hasta que hice la inscripción y toda mi vida cambió. Me había perdido de muchas cosas.
Acomodé un suéter de lana color lila en el closet y cerré ambas puertas. Hice un pequeño chequeo de la habitación para asegurar que el orden estaba impecable y quedé satisfecha con los resultados. Aún hay detalles que quiero perfeccionar un poco pero ya lo haré más adelante.
Bajé a la planta principal donde fuí por unos bocadillos. Era domingo y mi familia había salido a la playa pero yo decidí quedarme en casa. Necesitaba un día conmigo misma y este fue ideal.
Salí al patio y me senté en las escaleras mientras observaba el atardecer que ya empezaba a pintar el cielo. Le di otro bocado a mi bocadillo pensando si en algún momento mis padres iban a aceptar lo que yo soy. Sin prejuicios.
A veces, quiero creer que si me aceptan y me quieren pero sus acciones llegan hacer contradictorias. Muy pocas veces ellos mostraron interés genuino en mi vida, más que nada mi padre. Es como intentar buscar una aguja en un pajar, como pelear contra el viento: Es en vano.
Mi padre siempre llegó a tener un carácter fuerte, exigente y firme. El cabeza de la familia jamás permitió que en esta casa seamos uno vagos, siempre se intereso por que tengamos las mejores notas - aunque yo fuera la excepción - seamos puntuales, estudioso e inteligentes. Los mejores en todo.
Una parte de mi siempre llegó a pensar que si perfeccionismo iba a acabar con la familia. En múltiples ocasiones sus exigencias llegaban a límites no permitidos lo que causaba discusiones entre el y mamá.
Al final, de día creo que eso funcionó. Mis hermanos llegaron hacer los mejores en clases, graduarse con medalla de honor y ser de los más destacados. Conmigo creo que no funcionó tanto pero algo quedó.
Sin embargo, muchas veces me preguntaba si el podía ser menos exigente y más comprensible. No podía entender porque su obsesión con la perfección y el éxito en la familia. Después de que el se diera cuenta de que conmigo no estaba funcionando nada de eso, se enfoco en mis hermanos y quedé a un lado. Cómo en todo.
El naranja y amarillo pintan increíblemente hermoso el cielo, generando en mi nostalgia de lo que yo pude ser.
Amaba los atardeceres que otoño ofrecía, siempre me hace sentir cálida y en casa. Es con lo único que puedo conectar sin sentir ninguna preocupación. Me olvidó de lo demás.
De los árboles caían hojas amarillas y naranja como si fuera una cascada de colores que iban a la par con el atardecer de hoy. Era simplemente perfecto. Me asomé, en el patio trasero dejando mis sandalias a un lado para disfrutar de la humedad del pasto y la brisa cálida.
Cerré los ojos y me dejé llevar por el momento disfrutando de todo lo que me rodea el pasto húmedo, la brisa, las hojas que van a la par con el atardecer. De todo. Me sentía tan viva en aquel momento tan pequeño e íntimo.
Si la gente supiera que también hay belleza en los detalles más pequeños, no se perderían tanto con cosas grandes sin sentido.
Todo aquello se rompe cuando una sensación de ser vista despierta en mi, los bellos de mi nuca se erizan levemente, pongo mi mano junto detrás de mi nuca para confirmar que es así. Miré a mi alrededor para confirmar si una persona me observa desde algún punto.
Hasta que mi mirada quedó en la ventana de la casa de al lado. Observé con atención aquel hermoso ventanal victoriano segura de que justo de ahí venía esa sensación. Achique los ojos para poder ver un poco mas pero no alcance a ver algo fuera de lo normal.