Lo que nadie supo de la niña callada

CAPÍTULO 2

ABRIL

Abril, cariño. ¿Me pasas la sal? —preguntó mamá en tono dulce.

​Respondí con un leve movimiento de cabeza, indicando que sí, mientras le pasaba la sal a mamá.

​— Gracias, cariño —respondió, mientras le echaba sal a su filete de cordero.

​— ¡Familia, les tengo excelentes noticias! —alzó la voz Matthew, mientras cerraba la puerta a sus espaldas y se acercaba a la cocina. Su sonrisa era de pura alegría.

​Papá y mamá lo miraron con interés mientras él continuaba tomando asiento en la mesa.

​Mi padre movía lentamente la pierna con impaciencia, esperando la respuesta de Matthew, quien por cierto se servía una porción de filete de cordero con ensalada de tomate, pepino y aguacate.

​— ¿Y bien? —insistió papá, mirándolo con curiosidad latente.

​Matthew sonrió, mostrando su perfecta dentadura y marcando ambos hoyuelos en sus mejillas, y dijo:

​— Me han llamado del bufete de abogados Kirkland & Ellis en Chicago y quieren que trabaje con ellos —confesó con emoción, mirando a mis padres, quienes tenían la boca en el piso.

​— Matthew, por Dios. ¡Eso es increíble! —Mamá por fin habló y se levantó de la mesa para abrazarlo—. Sabía que mi bebé podía hacerlo.

​Papá solo se quedó viendo a mi hermano con una sonrisa en su rostro y con esa mirada que conozco perfectamente: orgullo. Está orgulloso de él. Mi padre siempre creyó en él y en su potencial como abogado.

​Mamá seguía llenándole la cara de besos a Matthew mientras él le pedía detenerse. La emoción no la dejaba, y la escena resultaba un poco graciosa para mí.

​Estaba muy feliz por él. Yo más que nadie sabía lo importante que era para Matthew poder conseguir trabajo en ese bufete. Era su sueño desde que empezó la universidad y no descansó hasta poder llegar a ese lugar. Nada me hace más feliz que verlo cumplir su sueño.

​Aunque eso signifique tenerlo lejos.

​Tenía una noticia que darle a mi padre también, pero creo que este era el momento de Matthew y no quería arruinarlo en lo absoluto.

Díselo.

​Esa vocecita hablaba en mi cabeza, animándome a contarles a mis padres la noticia que tenía. No era la gran cosa a comparación con lo de mi hermano, pero era importante para mí.

​Con el tenedor hacía lentos movimientos en el plato, jugando con la ensalada, pensando si decirles o no. Muy pocas veces ellos ponían interés real en lo que pasaba en mi vida personal; casi siempre la atención era para mis hermanos. Era claro que yo no era la atención.

​Brinqué un poco cuando escuché la carcajada de mi papá y vi la sonrisa de mi madre. Por un momento, me sentí de nuevo invisible, como si no estuviera en la mesa del comedor con ellos y solo fueran ellos tres.

​— Tengo que decirles algo —Las palabras salieron de mi boca sin permiso y en voz baja. Ellos no habían escuchado lo que dije, así que volví a intentarlo—. Necesito que me escuchen —Volví a decir, subiendo el tono de voz. Esta vez sí pude capturar su atención.

​Papá me miró con un gesto serio e intimidante, provocando que me sintiera como un ratón de laboratorio en un campo de pruebas. Siempre me siento diminuta con él.

​— ¿Qué sucede? —interrogó mamá, con la atención puesta en mí.

​— ...Yo... ummm... —El tartamudeo me atacó y por un momento no supe qué decir.

Vamos, Abril. Solo dilo, ¿qué es lo peor que puede pasar?

​Tomé una bocanada de aire y continué para enfrentarme a lo que más temía:

​— Tendré una presentación en la orquesta la próxima semana y me gustaría que estuvieran presentes —solté, tan rápido que ni yo misma me había escuchado con claridad, pero Matthew sí lo hizo.

​— No —Rechazó, al mismo tiempo que sentía mi corazón rompiéndose en mil pedazos—. Tengo un viaje de negocios la próxima semana. Además, tu hermano nos trajo una buena noticia hoy, y eso sí es motivo de celebración.

​Terminó de hablar y dio un sorbo a su copa de vino. Miré a mi mamá en busca de respuesta de su parte, pero ella ya se había desplazado a la cocina y Matthew solo permaneció en silencio.

​Esto era lo peor que podía pasarme.

​Y, siempre es lo mismo una y otra vez.

​— Debemos hacer una reunión para celebrarlo, mi amado hijo será de los mejores abogados de Chicago —añadió papá, nuevamente ignorando lo que acababa de pasar.

​Sentí mi corazón siendo doblado hasta quedar como un pedazo de papel.

​Matthew me miró discretamente y pude distinguir una mirada de disculpa, y se la respondí con una corta sonrisa.

​No era novedad. Ni noticia. Sabía que iban a rechazarme.

​A veces, no sé por qué me esforzaba por querer tener la atención de ambos cuando, al final del día, nunca sería así. Con ellos todo era un caso perdido que no valía la pena intentar. Sin embargo, lo volvía a intentar una y otra vez porque tenía la esperanza de que lo iba a lograr, tenía una pequeña chispa de que ellos iban a interesarse en mí. Solo me gustaría tenerlos más presente y no es mucho pedir.

​Pero para ellos sí es mucho pedir.

​Comí un bocado de mi cordero sin muchas ganas, escuchando la conversación entre los tres, sintiéndome totalmente fuera de lugar, como si no estuviera en el comedor con ellos.

​El ambiente se tornó tenso y Matthew decidió romper el silencio.

​— ¿Jane? —inquirió Matthew, tomando el aderezo.

​— Está en una junta, llegará un poco tarde hoy —mamá replicó, y pude distinguir cómo sus hombros se tensaron.

​Fruncí un poco el ceño y evité preguntar para no generar malos ratos.

​Pero sí, esto era lo peor que podía pasar.

​Otro rechazo de por parte de mi padre, mi madre y mi hermano no iban a meterse ni apoyarme.

​Somos solo un peón en un tablero de ajedrez para papá.

​Y este círculo no tiene final.

​No para él.




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