CAPITULO 5
ABRIL
- Vamos Abril, debes hacerlo. Eres la indicada para el papel - Mariam Insistió, por quinta vez. - no hay nadie más perfecta que tú para el dueto.
- aún no entiendo porque no quieres hacerlo - Respondí, mirando la ropa arrugada reposando sobre mi cama.
Mariam me miró con aburrimiento y yo suspiré.
- Tú sabes bien por qué. - Replicó, aún con la mirada puesta en mi
Y, la respuesta quedó al aire.
El festival Ola dorada.
Ocurre cada siete años y es el más esperado en toda la República de Auroria. Solo los mejores tocan para ese festival que siempre se lleva acabo en la cuidad de Nueva York, las personas se preparan con muchos meses de antelación para las audiciones, ya que, en este festival a pesar de ser el más conocido y famoso, eso no significa que cualquiera estará allí.
y, con cualquiera me refiero a mi. Mi nombre, llegando allá suena como las llantas del coche de mi abuelo por el óxido.
Aprecio que Mariam me apoye y me animé a intentarlo.
Me sudan las manos y los nervios me comen de tan solo pensar que estaré en una tarima rodeada de muchas personas y músicos profesionales. Me pone los pelos de punta, no sé si yo podría con aquello.
Afuera, la llovía, golpeaba los cristales de mi ventana con fuerza; las gotas paseaban por doquier dibujando los cristales como lienzos sin rumbo.
- Esto no es como en el conservatorio, Abril - Mariam pronunció, y yo me acomodé en la cama.
- Lo se, pero tengo miedo de que vuelva a pasar. - Confesé, dándole un sorbo a mi chocolate caliente para después continuar - No quiero arriesgarme a qué eso suceda, muero de ansiedad con solo pensarlo.
Mariam da un sorbo a su chocolate caliente antes de hablar.
- Yo también estoy asustada, Abril - confesó - pero se que lo lograrás, tengo confianza en tí. Se que las cosas no han sido fáciles pero también se que eres una chica talentosa. Nadie toca esa Viola tan genial como tú, ¿Lo sabes no? Esa pasión no la veo en cualquier persona y tú la tienes desde el día uno. Tocas también bien como Vicent Van Goht pintaba su noche estrellada.
Tomó mi mano y la apretó suavemente, permitiendo así sentir la calidez que le dió la taza.
- ¿Crees que pueda? - Pregunte, dejado salir la duda mezcla con el miedo.
- Podrás - afirmó, sin dejar de sonreír
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Más tarde, ese mismo día, me encontraba caminando por las calidas calles del centro de la ciudad puerto armonía. Los tonos, naranja, azul y morado pintaban el cielo como si de una pintura hecha con acuarela se tratara. Era como ver una obra de arte hecho por los dioses. A su lado, la luna se oculta con una ligera sombra deseando ponerse en su lugar mientras que el sol bajaba lentamente hasta su hora de descanso.
Cuando llegue al museo nacional de auroria, el olor familiar de antigüedad - una mezcla de madera encerada y polvo aferrándose a las cortinas de terciopelo - golpearon mi nariz y la recibí con gusto. Junto a él lo acompaña el sonido pulcro y limpio de un piano de cola, interpretando una melodía que resonaba entre las paredes altas como susurros, vistiendo el lugar con elegancia.
Las luces calidas caían sobre los cuadros provocando que resalten los borden dorados del mismo, iluminado los trazos frenéticos de Van Goth como si las pinceladas cobrarán vida bajo mi mirada.
Por los pasillos los cuadros decoraban el lugar como si estuviera en otro mundo. cielos arremolinados en azules profundos, campos de trigo ondeando tormentas invisible y autoretratos que me observaban con ojos cargados de melancolía. Los pisos de mármol reflejaba los focos como un río quieto, en el centro de la sala principal "La Noche Estrellada" dominaba la pared con su espiral cósmica, hipnotizado a los visitantes que, cómo yo, alzaban la cabeza ahogando un suspiro.
Auroria no solo había construido ese santuario para preservar arte, sino para rendir atributo sublime que habitaba en cada pincelada.
Mis piernas se detuvieron cuando ví que algo llamo completamente mi atención sin poder evitarlo.
Ahí estaba el parado frente al salón de la noche estrellada. La luz azul y los puntitos amarillos simulando las estrellas adornan completamente en lugar.
El cellista misterioso traía puesto unos vaqueros de jeans en color beige con suerte blanco de algodón y un gorro del mismo color que sus vaqueros. Su postura era relajada y despreocupado.
- ¿Vas a seguir viéndome? - Habló, interrumpido mis pensamientos.
Su voz ronca me dejó paralizada en mi lugar sin poder ni pestañear, aún seguía procesando el tono en mi mente una y otra vez. Mi pulso estaba hecho un desastre, mis manos más sudorosas de lo normal y mi pecho no dejaba de sentir algo parecido al fuego... Su voz era lo más cerca al fuego que en mi vida jamás había escuchado.
Aún seguía de espalda viendo al frente. No me miraba.
Yo aún permanecía detrás de el en silencio viendolo como una idiota.
Pero muy bueno ese papel de idiota, ¿Eh?.
Cállate.
- Curioso, ¿No? - Inquirió, continuando al no obtener una respuesta de mi parte - No hablas pero si que te gusta ser acosadora, Abril.
Un escalofrío me recorrió cuando pronunció mi nombre, casi saboreando cada letra.
El cellista, se giro hasta quedar frente a mi. Sus ojos chocolate me miraron con curiosidad e intensidad... Tanta intensidad que casi me ni podía respirar. Todo en mi se sentía extraño, mis manos sudaban como nunca y mi pulso en cualquier momento me iba a provocar un desmayo.
El aún seguía de pie esperando mi respuesta pero no encontraba que decirle.
Así que hice lo que mejor se hacer: Huir.
Cuando me di cuenta mis pies se arrastraban fuera del pasillo "La noche Estrellada". Caminé con prisa para alejarme de el lo más que puede. Mi corazón no dejaba de latir con fuerza por aquel encuentro.
Caminé hasta llegar a los baños donde me encerré en un cubículo y me dejé caer en el piso tratando de controlar mi respiración y procesar lo que acaba de pasar. Jamás en mi vida me había sentido así por alguien, nunca antes se habían despertado este tipo de emociones en mi.