Con el tiempo, dejé de esperar. Fue más fácil aceptar la idea de que no era digna de amor que seguir alimentando la esperanza. Porque la esperanza, cuando no se cumple, también mata. Se volvió silenciosa, reservada, con una sonrisa que servía de escudo y una mirada que nadie lograba leer del todo. Por dentro, seguía siendo esa niña sentada al borde de la cama, esperando que alguien entrara, que alguien la eligiera. Pero nadie venía. Nadie preguntaba si había comido, si le dolía algo, si el mundo no le estaba pesando demasiado. Empezó a vivir como si no mereciera nada bueno, aceptando migajas emocionales de quien fuera, con tal de sentir, por un segundo, que importaba. Porque cuando tus padres no te aman, el mundo se vuelve un lugar donde todo lo bueno parece estar reservado para otros. Nunca para ti.
---