Amram, mirando fijamente el mapa extendido, respondió con seriedad.
-Si la guerra es inevitable, defenderemos nuestro reino con valentía y protegeremos a los inocentes x encima de todo. Prepara a los guerreros, Maroum. Hoy comienza una nueva historia para nuestro pueblo.
Tras confirmarse el rechazo de los Paltas y la inmenencia de la guerra, la sala de estrategia se llenó de actividad. Maroum organizaba a los guerreros, mientras Amram, con voz firme, daba instrucciones precisas a los capitanes:
-Nadie quedará sin protección. Se reforzarán las murallas y se establecerán refugios para los niños y ancianos. Que cada hombre y mujer sepa que luchamos x ellos y no x la gloria -ordeno Amram.
Mientras tanto, en las calles, la noticia se expandía como el fuego. Algunas madres abrazaban a sus hijos; los mercaderes recogían rápidamente sus puestos. Pero al escuchar los preparativos y ver a Maroum inspirar a los guerreros, el pueblo, aunque temeroso, comenzó a organizarse para ayudar: unos llevaban agua, otros alimento. Nadie podía rendirse sin luchar x su vida.
Así, todos estaban ocupados, cada cual cumpliendo con valor su papel, enlazados x la esperanza y la determinación de sobrevivir juntos a la tormenta que se avecinaba.
El rey aprobó, una a una, las ideas del principe para defender su tierra.
Mientras tanto, lejos del bullicio militar, Amira permanecía junto a su madre, compartiendo silencios y esperanzas. Durante días, su padre no había regresado a casa, ocupado con los preparativos de la defensa.
Esa mañana, antes del alba, la puerta crujió suavemente. El padre de Amira entro, su rostro serio, pero en cuanto vio a sus "Bellas" venir a él, las abrazo y después se sentó en el comedor solo el tiempo suficiente para tomar una taza de té. Entre sorbos, les hablo con cariño y calma, asegurándoles que todo saldría bien para no asustarlas más de lo que estaban (aunque el miedo de perecer lo invadía). Su visita fue corta y Amira fue a su cuarto a buscar algo que había echo para su padre días antes. Mientras tanto el tomó a su esposa con ternura y la beso con un beso pasional que decía lo que no fue expresado; la joven los sorprende, aparta la mirada y se emociona al ver el lazo irrompible entre sus padres. Le entrego el obsequio a su padre:
Amira: Padre, he preparado algo para ti.
Samgar: Que hermosa pulsera, mi princesa.
Amira (con lágrimas en sus ojos): Cuando estés en el campo de batalla recuerda que tienes alguien x quien vivir. Te quiero papá.
Samgar (emocionado): Y yo más a ti... Las quiero a las dos.
(Abrazo)...
Luego, con una última mirada cargada de afecto y promesas, se despidió y volvió al palacio a cumplir con su deber.
(Recuerdo, Adira madre de Amira): Los gritos desesperados de una madre llorando x su hijo fallecido. Aquel recuerdo la llevo a su pasado doloroso; nunca había olvidado aquellas escenas de guerra cuando era pequeña. Ella guardaba todos esos recuerdos en silencio, sin compartirlo con nadie, como una cicatriz invisible que moldeó su valor hasta el presente.
Ahora, con la sombra de la guerra acercándose, Adira sabía que debía ser fuerte, tanto x ella como x su hija.