Lo que no se puede nombrar

Capítulo 2

El día finalmente llegó, y aunque Alicia había intentado mantener su mente ocupada, no podía evitar sentir una mezcla de curiosidad y nerviosismo. Marcos había insistido en que no se preocupara; su padre no era tan intimidante como parecía. Pero Alicia sabía que, detrás de esas palabras, había una tensión que no lograba entender del todo.

Cuando llegaron a la casa, un elegante chalet rodeado de jardines bien cuidados, Alicia sintió una extraña presión en el aire. La fachada del lugar era impresionante, de esos hogares que parecían contar historias sin necesidad de decir una sola palabra. El sonido de sus pasos resonaba en el pasillo de mármol cuando entraron, y fue entonces cuando lo vio.

El hombre que estaba frente a ellos era mucho más de lo que Alicia había imaginado. Con sus 40 años, Marcos había heredado una gran parte de su físico: alto, fuerte, con una presencia que llenaba la habitación. Pero el padre de Marcos, en su imponente figura, llevaba esa energía al siguiente nivel. Su rostro estaba marcado por la madurez, una mezcla de sabiduría y una calma poderosa. El hombre tenía una mirada penetrante, como si pudiera leer el alma de las personas con solo observarlas.

Se levantó del sofá y, con una sonrisa cálida pero enigmática, extendió la mano.

—Alicia, un placer conocerte —dijo, su voz grave y controlada.

Alicia, aún sorprendida por la intensidad de su presencia, extendió la mano, notando el firme apretón de su mano, que parecía transmitir una fuerza oculta.

—El placer es mío —respondió, aunque por dentro no podía evitar sentir una extraña incomodidad que no lograba identificar.

Marcos, con una actitud relajada, observó cómo se desarrollaba el encuentro, como si todo fuera parte de una coreografía bien ensayada.

—Papá, Alicia es... bueno, ya te lo contaré luego —dijo Marcos, casi como una disculpa, mientras su padre le dedicaba una mirada que parecía comprender todo lo no dicho.

Alicia intentó relajarse mientras se sentaba en el sofá, al lado de Marcos. Sin embargo, su mente estaba enfocada en el hombre que se encontraba frente a ella, en cómo cada movimiento suyo parecía marcar el espacio, y en cómo esa presencia tan abrumadora le hacía sentir cosas que no esperaba.




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