Lo que no se puede nombrar

Capítulo 3

La velada transcurrió entre conversaciones triviales, risas suaves y miradas furtivas. Alicia intentó concentrarse en lo que decía Marcos, pero la presencia de su padre se le volvía cada vez más difícil de ignorar. El hombre se movía con una elegancia tranquila, como si cada gesto estuviera medido, calculado. Su risa era baja, pero profunda, y algo en su tono grave provocaba que Alicia se sintiera casi hipnotizada.

En un momento, durante una charla sobre trivialidades, Marcos salió a responder una llamada y dejó a su padre y a Alicia solos en la amplia sala. El hombre se acomodó en el sillón frente a ella, sus ojos oscuros brillando bajo la luz tenue de la lámpara.

—¿Te has sentido cómoda, Alicia? —preguntó él, sus palabras suaves, pero con un dejo de curiosidad.

Alicia sonrió tímidamente, sintiendo la tensión creciente en el aire.

—Sí, gracias... tu casa es impresionante. Todo está tan bien cuidado —respondió, buscando algo neutral sobre lo que hablar.

Él asintió, pero no parecía realmente interesado en la decoración.

—Es un lugar tranquilo. Un refugio, supongo —dijo, su mirada fija en ella de una manera que la hizo sentirse vulnerable, como si pudiera ver a través de ella.

Alicia se sintió incómoda, pero al mismo tiempo, algo en la manera en que él la observaba la atraía de una forma que no podía explicar. Era como si todo en él estuviera diseñado para atraer y mantener la atención, desde su postura imponente hasta la calidez de su sonrisa.

—¿Y qué piensas de Marcos? —preguntó él, de repente, con una suavidad que contrastaba con su imagen de fuerza.

Alicia titubeó un momento. La pregunta era inocente, pero había algo en la forma en que él la hizo que la hizo sentirse expuesta.

—Es... es una buena persona —dijo finalmente, consciente de lo poco convincente que sonaba.

El padre de Marcos la observó un momento más, como si estuviera evaluando cada palabra que decía.

—No tienes que decir lo que esperas que diga. Ya veo que hay más en tus ojos —comentó, su voz casi susurrante.

Alicia parpadeó, sorprendida por la franqueza de su comentario, y rápidamente desvió la mirada, dándose cuenta de lo nerviosa que estaba.

—No entiendo a qué te refieres... —murmuró, aunque en el fondo sabía que sus palabras no eran completamente ciertas.

Él sonrió levemente, un gesto casi imperceptible, pero que pareció revelar algo más profundo, algo que Alicia no pudo identificar.

—A veces las palabras son innecesarias. Las miradas dicen más que lo que se expresa —dijo, manteniendo sus ojos fijos en los de ella.

Alicia no supo cómo responder. Se sintió como si estuviera siendo atrapada en una tela de araña invisible, un juego silencioso que ella no había anticipado pero que, de alguna manera, la atraía irremediablemente.

Fue entonces cuando Marcos regresó a la sala, interrumpiendo el momento, como si hubiera sentido de alguna forma la tensión que había crecido entre ellos.

—¿Todo bien? —preguntó Marcos, mirando brevemente a su padre antes de dirigirse a Alicia.

Ella sonrió, aunque la sensación incómoda seguía en su pecho. No estaba segura de si había algo entre ella y el padre de Marcos, pero la chispa de atracción, aunque sutil, ya estaba encendida.

—Sí, todo bien —respondió, su voz un poco más firme de lo que había querido. Pero algo dentro de ella sabía que ese primer encuentro la había dejado con más preguntas que respuestas.




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