Lo que no se puede nombrar

Capítulo 4

La noche avanzó con más de lo mismo: risas, charlas superficiales, pero con una sutil desconexión. Alicia no podía dejar de pensar en la atmósfera que se había creado entre ella y el padre de Marcos. Aunque las palabras y la interacción parecían normales, algo en el aire había cambiado. La tensión estaba allí, flotando entre ellos, y aunque Alicia intentaba distraerse, no podía evitar sentirse intrigada por ese hombre que parecía tan seguro, tan... diferente.

Cuando finalmente llegó el momento de despedirse, Alicia trató de mantener la compostura. Marcos se despidió primero de su padre, quien le dio una palmada en la espalda con un gesto de afecto. Luego, Alicia se acercó al hombre, que la miró fijamente, sus ojos tan penetrantes como siempre. Por un momento, el resto del mundo desapareció, y solo quedó él, con su presencia arrolladora.

—Fue un placer conocerte, Alicia —dijo él, sonriendo levemente. Su voz grave, tan suave y controlada, hizo que su nombre sonara de una manera distinta, como si estuviera destinado solo para ella.

Alicia asintió, su corazón latiendo más rápido de lo que esperaba. A pesar de todo, le costaba articular las palabras. Había algo en su mirada que la desbordaba, algo que la hacía sentirse pequeña, vulnerable y al mismo tiempo intrigada.

—El placer fue mío, señor... —comenzó, pero antes de que pudiera terminar, él la interrumpió.

—Llámame Gabriel —dijo, su tono dejando en claro que no era una sugerencia, sino una invitación. Como si la distancia que ponía entre ellos fuera solo una formalidad que ya no importaba.

Alicia tragó saliva. "Gabriel." Ese nombre sonaba aún más impresionante cuando lo pronunciaba él. No sabía por qué, pero el hecho de que él le hubiera pedido que lo llamara por su nombre hizo que algo se encendiera dentro de ella, una chispa de curiosidad y deseo que no había anticipado.

—Gabriel —repitió ella, apenas susurrando el nombre, casi como si estuviera probándolo en su boca.

Él sonrió, un gesto sutil pero que parecía decir mucho más que unas simples palabras.

—Nos veremos pronto, Alicia. Espero que tu visita haya sido tan agradable como lo fue para mí —dijo, sus ojos brillando con una intensidad que la hizo estremecerse por dentro.

Alicia, incapaz de pronunciar otra palabra, asintió y dio un paso atrás, deseando que la tierra la tragara. El contacto visual que habían compartido le dejaba una sensación extraña, una mezcla entre atracción y algo mucho más oscuro que no entendía del todo. Sintió su cuerpo tenso, como si cada fibra de su ser estuviera conectada a él de alguna manera que no podía controlar.

Cuando finalmente salió de la casa, la brisa fresca de la noche la envolvió, pero la imagen de Gabriel seguía viva en su mente. La forma en que la había mirado, el modo en que su nombre había sonado en sus labios, esa sonrisa contenida que parecía prometer algo más.

Alicia no podía sacarlo de su cabeza, y aunque se decía a sí misma que todo había sido una simple cortesía, sabía que algo había cambiado. Algo profundo y tentador había quedado en el aire, y ahora, solo había que ver cuánto tiempo le tomaría cruzar esa línea que nunca pensó que podría atravesar




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