Los días después de la visita a la casa de Gabriel se volvieron extrañamente largos. Alicia intentó centrarse en su rutina, pero su mente siempre regresaba a esa noche, a la conversación, a ese momento en que Gabriel había pronunciado su nombre. El eco de su voz resonaba en su cabeza, y cada vez que lo repetía en su mente, algo en su interior se alteraba. La simple mención de su nombre la hacía sentirse viva de una manera que no comprendía.
Marcos, por su parte, no parecía haber notado nada fuera de lo común. Aunque su relación con Alicia estaba en una cuerda floja, él seguía tan tranquilo como siempre. Alicia había empezado a preguntarse si las emociones que experimentaba hacia Gabriel eran solo un juego de su mente o algo más profundo, algo que había despertado dentro de ella con una fuerza inesperada.
Una tarde, mientras se encontraba en casa de Marcos, una notificación en su teléfono la hizo detenerse. Era un mensaje de Gabriel.
"¿Cómo estás, Alicia? Pensé que podríamos hablar un poco más. Si te parece bien, mañana por la tarde estaré en el club. Tal vez te gustaría unirte a mí para un café."
Alicia miró la pantalla, sorprendida por la invitación. Había algo en esas palabras que la hizo sentirse un tanto atrapada, pero a la vez, la emoción de saber que tendría la oportunidad de verlo de nuevo la hizo dudar por un momento. Había algo en la forma en que Gabriel escribía, como si estuviera entrelazando una promesa de algo más. Algo prohibido.
Sin pensarlo demasiado, respondió:
"Me encantaría. Nos vemos mañana."