Narra Alicia
La noche avanzaba, lenta, como si el tiempo mismo quisiera detenerse para darnos espacio a cada uno de nuestros suspiros, a cada uno de nuestros movimientos. La pasión entre nosotros seguía creciendo, pero era algo más que eso. Era una entrega total, un cruce de caminos que nunca había imaginado recorrer, y sin embargo, aquí estaba, dejándome llevar.
Gabriel, con sus manos firmes y su mirada intensa, me guiaba a través de cada momento. No era solo el deseo lo que nos unía, era algo más profundo, una conexión que iba más allá de lo físico, algo que no podía ignorar. Cada beso, cada roce, cada caricia parecía haber sido esperado durante tanto tiempo, y cuando nuestras respiraciones se entrelazaron, el mundo alrededor desapareció.
Las horas pasaron sin darnos cuenta, como si nada más existiera. Cuando por fin el agotamiento comenzó a invadirnos, me encontré en sus brazos, completamente agotada pero satisfecha, segura, como nunca antes lo había estado. Su cuerpo, tonificado y fuerte, me rodeaba, y me sentía protegida en su abrazo, como si no hubiera nada ni nadie más que pudiera interrumpir esa burbuja de intimidad en la que nos encontrábamos.
Sentí cómo mi respiración se hacía más lenta, más profunda, mientras me acurrucaba contra su pecho. El sonido de su corazón era constante, rítmico, como una melodía que me arrullaba en ese momento de calma. Me di cuenta de que no quería estar en ningún otro lugar. Estaba allí, en sus brazos, y eso era todo lo que importaba.
Gabriel, aunque tranquilo, parecía estar igualmente atrapado por la quietud del momento. Era extraño, nunca lo había visto tan relajado, tan... humano. Como si por primera vez se dejara llevar por algo que no estaba bajo su control. Fue entonces cuando entendí que para él, esta noche también era algo nuevo.
Nunca lo había visto dormir con una mujer antes, al menos no de esta manera. Las veces que había escuchado sobre su vida, su pasado, siempre había estado rodeado de relaciones rápidas, sin compromiso, sin intimidad verdadera. Pero ahora, con mi cabeza descansando en su pecho, sentí que algo cambiaba entre nosotros. No era solo la atracción, ni solo la pasión. Había algo más, algo que no podía definir con palabras, pero que estaba allí, presente, tangible.
Me quedé dormida, rodeada por la seguridad de su abrazo, sabiendo que, en este momento, había algo más entre nosotros que simple deseo. Y mientras el sueño me envolvía, sentí que tal vez, solo tal vez, este no era un encuentro cualquiera.