Narra Marco
Mi pulso era incontrolable. El sonido de mi respiración resonaba en mis oídos mientras observaba a Alicia entrar al salón. Ella intentó sonreír, esa sonrisa que siempre me tranquilizaba, pero hoy era diferente. Había algo en su expresión que me helaba, algo que no podía descifrar, pero que me quemaba por dentro. No era la misma chica que había conocido. Había una distancia, una barrera que ni ella parecía poder romper.
“Marco…” Su voz, suave, titubeante, hizo que me estremeciera. Sabía que algo estaba mal. Algo había cambiado entre nosotros. Y yo no estaba dispuesto a ignorarlo más.
Caminé hacia ella con pasos firmes, sin querer permitir que el miedo o la duda se apoderaran de mí. Tenía que enfrentarlo, aunque me estuviera quemando por dentro. “Tenemos que hablar, Alicia,” dije, y mi voz salió más grave de lo que pretendía.
La vi respirar hondo, como si supiera que este momento iba a llegar. No hubo respuestas inmediatas, solo un silencio pesado que llenaba la habitación. La tensión era casi insoportable. Cada palabra que se me ocurría parecía estar cargada de emoción reprimida, de miedo a perderla, de miedo a la verdad. Pero no podía seguir ignorando lo evidente.
"¿Qué está pasando entre tú y Gabriel?" La pregunta salió de mis labios más rápido de lo que quería. Mi cuerpo estaba tenso, esperando su respuesta, temeroso de lo que pudiera escuchar.
Alicia se quedó callada, como si esas palabras la hubieran golpeado de lleno. Me miró, y en sus ojos vi una mezcla de miedo, culpa y confusión. Pero también había algo más, algo que no podía descifrar, algo que no me gustaba.
"No es lo que piensas," dijo finalmente, pero su voz carecía de la firmeza que solía tener. "Gabriel y yo… no estamos haciendo nada. No es lo que crees."
Sentí que algo dentro de mí se rompía, y me costaba mantener el control. "¿Nada? Alicia, te vi, vi lo que sucedía en esa cena. Vi cómo te comportabas. No soy tonto. No puedo seguir ignorando lo que está pasando."
La rabia comenzó a burbujear en mí, aunque traté de calmarme, de pensar con claridad. "¿Desde cuándo lo estás viendo? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que decidiste involucrarte con él? Porque si estás con él, Alicia, entonces… ¿qué somos tú y yo?"
No podía dejar de hablar, cada palabra era una mezcla de frustración y dolor. Había pasado tanto tiempo construyendo algo con ella, que ver cómo todo se desmoronaba ante mis ojos me desbordaba.
Ella no respondió inmediatamente, como si estuviera buscando las palabras correctas, pero yo ya no podía esperar. “¿Me lo vas a decir o no?” insistí, ahora sin poder evitar que la angustia se apoderara de mí.
Finalmente, Alicia dio un paso atrás, su rostro marcado por una lucha interna. “No te estoy engañando, Marco. No te estoy traicionando. Pero lo que siento por Gabriel es… complicado. No sé cómo explicarlo. Me siento confundida.”
"Confundida," repetí, sintiendo que la rabia y la tristeza se entrelazaban dentro de mí. "Es tan simple como decidir qué quieres. No se trata de confusión. Se trata de saber lo que realmente deseas. Y tú… tú estás eligiendo algo que me está destrozando."
Alicia no dijo nada más, pero su mirada me dijo todo lo que necesitaba saber. La culpa, la angustia, la indecisión que la consumían. La chispa entre nosotros se había apagado, y lo que quedaba era un vacío que cada uno de nosotros intentaba llenar de la forma que podía.
Yo no sabía qué hacer. No sabía si seguir luchando por nosotros, si seguir aferrándome a lo que había sido, o si finalmente admitir que las cosas ya no eran lo que pensaba. Alicia había cambiado, y yo también. La pregunta que me atormentaba era si alguno de los dos podía volver a ser lo que una vez fuimos.