Narra Marco
El aire en la habitación se sentía denso, cargado de algo que ninguno de los dos podía o quería nombrar. Yo estaba allí, parado frente a ella, con el corazón latiendo desbocado, pero no por la misma razón que Alicia. Ella parecía perdida, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para explicarse, pero yo ya no tenía paciencia. Mis pensamientos giraban en torno a lo que había visto, a lo que sentía, y a todo lo que no sabía.
"¿Qué está pasando, Alicia?" Mi voz sonó más baja de lo que quería, pero la rabia seguía punzándome, a pesar de que intentaba controlarme. "¿Qué pasa entre tú y Gabriel? ¿Por qué estás tan distante? No eres la misma desde que lo conociste."
Ella bajó la mirada, como si mis palabras la golpearan de lleno. Podía ver la lucha interna en su rostro, las emociones mezclándose, el dolor y la culpa. Pero también había algo más, algo que me costaba entender.
"No es lo que parece, Marco," respondió finalmente, con la voz temblorosa. "Te juro que no lo es."
Fruncí el ceño, incapaz de disimular la frustración. No podía seguir ignorando lo que veía con mis propios ojos. “¿De verdad crees que eso me va a convencer? He visto cómo te comportas con él. Los mensajes, las miradas. No soy ciego, Alicia.”
Ella se quedó en silencio por un momento, como si estuviera procesando cada palabra. Yo no sabía si quería oír la verdad, porque sabía que probablemente me dolería más de lo que ya me estaba doliendo todo esto. A pesar de mi enojo, algo dentro de mí todavía deseaba escuchar una excusa, una razón que me diera algo de esperanza.
"Marco, no te estoy engañando," dijo ella, alzando la mirada, sus ojos buscando los míos. "Sé que te he fallado, pero no estoy con él. No es lo que piensas."
No podía quedarme quieto. Empecé a caminar de un lado a otro, mis pasos pesados como si quisiera liberarme de esa sensación que me estaba ahogando. "¿Sabes qué? No sé si estoy más enfadado o confundido. No te estoy pidiendo que me des explicaciones, Alicia, pero no puedo seguir siendo el que te vea a los ojos y piense que todo está bien. Porque no lo está."
Ella dio un paso hacia mí, pero yo la aparté con un gesto brusco. Necesitaba espacio, pero también necesitaba respuestas. “Tú eres mi novia, Alicia. Y yo pensaba que teníamos algo verdadero, pero ahora no sé qué creer. No sé si lo que tenemos es real o solo una ilusión.”
Vi cómo su rostro se hundió, cómo sus ojos se llenaron de lágrimas, pero yo no podía calmarme. "Gabriel no es lo que parece. Y lo que más me duele es que, a pesar de todo esto, todavía no sé si me sigues eligiendo o si simplemente estás jugando con lo que tenemos."
Un largo silencio se extendió entre nosotros. Yo no sabía cómo seguir adelante, pero algo dentro de mí me empujaba a continuar. "Y sabes qué," seguí, con una voz más baja pero cargada de dolor, "tengo miedo de que te haga daño, Alicia. Es un mujeriego, un hombre que no está dispuesto a comprometerse. Y tú, tú eres la que va a sufrir cuando todo se derrumbe."
Alicia se quedó quieta, sus ojos fijos en mí. Vi cómo un estremecimiento recorrió su cuerpo, y aunque no dijo nada, pude sentir la tensión entre nosotros. Ella quería decir algo, pero no sabía por dónde empezar.
“No te estoy comparando con él, pero…” vaciló, “si realmente me quieres, tendrías que confiar en mí.”
El silencio se volvió aún más pesado. No quería seguir hablando, no quería seguir diciendo cosas que probablemente nos alejarían aún más, pero algo dentro de mí lo necesitaba. La verdad, aunque dolorosa, tenía que salir. “Si esto es lo que eres, si esto es lo que quieres, entonces no sé si puedo seguir así. No sé si puedo seguir siendo el que se queda esperando a que las cosas cambien.”
Alicia me miró en silencio, y pude ver en su rostro la comprensión y el arrepentimiento. Sin embargo, no tenía claro qué pasaría ahora. Las palabras ya estaban dichas. Lo que sucediera después, ya no dependía de mí.