Narra Alicia
Me quedé allí, mirando a Gabriel mientras él se alejaba hacia la ventana. Las palabras que acababa de decir flotaban en el aire como una neblina espesa, y yo, atrapada en esa niebla, no podía ver con claridad. El silencio se alargó, casi insoportable, y mi mente comenzaba a acelerar, buscando respuestas a lo que acababa de suceder.
Finalmente, no pude más.
—¿Qué quieres decir? —pregunté, mi voz apenas un susurro, pero cargada con toda la confusión y la incertidumbre que sentía en ese momento. Mis ojos no se apartaron de él, buscando una explicación que parecía esquiva.
Gabriel dejó de mirar por la ventana y se giró hacia mí, su expresión seria, más profunda que nunca. Respiró hondo, como si estuviera tomando tiempo para organizar sus pensamientos. Caminó lentamente hacia la cama, y se sentó al borde, mirando al frente, como si evitara mirarme directamente a los ojos.
—Quiero decir que esto no es algo que puedas dejar atrás tan fácilmente, Alicia. —Su voz fue grave, con un tono que reflejaba una mezcla de frustración y algo más que no supe identificar—. Lo que acabamos de hacer no es solo un capricho. No es un error que puedas borrar con un par de palabras. —Me miró entonces, sus ojos tan intensos que parecía que podía ver a través de mí—. No soy el tipo de hombre que se queda en una relación como esta sin pensar en lo que implica. Y tú, Alicia, tienes que entender que no estoy aquí para ser tu "escape". No soy el sustituto de lo que has dejado atrás. No soy tu segunda opción.
Las palabras me golpearon con la fuerza de una ola, arrastrándome sin piedad. No pude evitar sentirme culpable, como si realmente lo hubiera usado, como si mi relación con él fuera solo un refugio temporal del caos que dejé atrás. Pero al mismo tiempo, no podía negar lo que sentía, lo que había compartido con él, lo que había sido tan real. Lo que habíamos vivido entre nosotros no se podía borrar de la misma manera que todo lo demás.
—No te estoy usando, Gabriel —respondí, con una voz que intentaba ser firme, pero temblaba en el fondo. —No es así. No puedes pensar eso. Lo que pasó entre nosotros no fue solo un error... Fue algo que necesitaba, algo que buscaba. Pero no sabía cómo decirlo, ni siquiera a mí misma. —Me acerqué un poco, con la mirada más suave, casi suplicante—. No se trata de reemplazar a nadie. Se trata de lo que siento ahora. Y lo que siento ahora es... por ti.
Gabriel se quedó en silencio, observándome fijamente. Por un momento, creí que no diría nada más, pero luego, sus ojos cambiaron de intensidad, como si estuviera sopesando sus propias palabras, sus propios sentimientos.
—Lo sé —respondió al fin, con un tono que parecía más relajado, pero aún cargado de algo que no lograba definir—. Sé que lo sientes. Pero yo no quiero ser solo un refugio para ti, Alicia. Quiero ser algo más. Quiero que me elijas por lo que soy, no por lo que represento para ti en este momento.
Un nudo se formó en mi garganta. Sus palabras eran profundas, sinceras, y me dolía la verdad que había detrás de ellas. Lo miré un largo momento, tratando de comprender el peso de lo que me decía. Quería ser honesta con él, con mis propios sentimientos, pero la confusión seguía atrapándome.
—No sé si soy capaz de darte lo que quieres, Gabriel —dije, mi voz temblorosa—. No sé si soy capaz de hacerte una promesa o de saber lo que quiero a largo plazo. Todo lo que sé es lo que siento ahora. Y ahora, quiero estar contigo.
Gabriel me miró por un largo rato, su expresión suave pero con una fuerza contenida. Al final, dejó escapar un suspiro, como si hubiera soltado una carga pesada de encima.
—Entonces, no me hagas promesas. No te pido más que eso. No te estoy pidiendo que me elijas, solo que me des la oportunidad de que esto no sea solo una fuga para ti. Quiero ser más que eso, Alicia. Quiero que me veas por lo que soy, no solo como un refugio en el que te apoyas para escapar de lo que dejas atrás.
La respuesta de Gabriel me hizo sentir vulnerable, pero también me hizo cuestionar mis propios sentimientos. Tal vez él tenía razón. Tal vez necesitaba saber qué era lo que realmente quería, en lugar de dejar que las emociones me arrastraran sin pensar en el futuro.
La verdad era que no podía negar lo que había entre nosotros. Pero también sabía que las decisiones que tomara en ese momento tendrían un impacto más allá de la pasión y el deseo. La relación con Gabriel no podía seguir solo en el terreno de lo prohibido, lo fácil y lo inmediato.
—Te prometo que no eres solo una fuga. —Mis palabras eran sinceras, aunque inciertas—. Pero necesito tiempo para entender lo que quiero... y lo que eso significa para nosotros.
Gabriel me miró fijamente, y por un momento, vi en sus ojos algo más allá de la pasión: una comprensión, tal vez. No sabía si nuestras palabras estaban llevando a algún tipo de resolución, pero en ese momento, todo lo que sentí fue el deseo de seguir explorando, sin prisas, sin presiones.