Lo que no se puede nombrar

Capítulo 27

Narra Alicia

Había pasado toda la noche en vela, repasando en mi mente las palabras que iba a decir. Ensayaba posibles escenarios, respuestas, hasta sus gestos. Pero sabía que, al final, la espontaneidad del momento sería lo único real. Lo único que importaba.

Al llegar a su apartamento, sentí el peso de mis propias decisiones. Había renunciado a todo lo seguro, lo conocido. Había dejado a Marco, no solo por lo que había hecho, sino porque ya no tenía sentido aferrarme a algo que no me hacía feliz. Todo esto lo había hecho porque Gabriel había llenado un vacío que ni siquiera sabía que existía. Pero ahora, la incertidumbre de lo que podía ocurrir me ahogaba.

Gabriel abrió la puerta, su figura alta y firme bloqueando momentáneamente la entrada, como si fuera un guardián al que tenía que convencer para poder entrar. Estaba impecable, como siempre, pero había algo en sus ojos que me hizo dudar de todo.

"Estás aquí," dijo, sin emoción. Su voz era una barrera fría que no esperaba.

Entré, y el aire entre nosotros se sentía espeso, cargado de algo que ninguno de los dos mencionaba. Me dirigí al sofá, pero no me senté. No podía. En cambio, me quedé de pie, mirándolo con más valentía de la que realmente sentía.

"Tenemos que hablar, Gabriel," solté, mi voz más firme de lo que imaginaba.

Él cerró la puerta detrás de sí y se quedó quieto, como si supiera lo que venía, pero no quisiera enfrentarlo. Finalmente se movió hacia el sillón y se sentó, apoyando los codos en las rodillas, con las manos cruzadas.

"Entonces habla," dijo, su tono neutral, casi desafiante.

Mi corazón latía con fuerza mientras me obligaba a continuar. "He dejado a Marco."

Sus ojos se alzaron hacia mí, sorprendidos, pero no dijo nada. Quería contarle el porqué de mi decisión.

"Lo hice porque... porque esta situación entre nosotros no puede seguir así. No quiero seguir viviendo entre sombras, escondiéndome, sintiéndome como si estuviera haciendo algo mal cada vez que estoy contigo."

Gabriel se quedó en silencio, y eso me dio el valor para seguir.

"Quiero saber qué somos, Gabriel. Quiero saber si esto significa algo para ti o si solo soy... una aventura más. Porque yo no puedo seguir así. No quiero seguir así."

El silencio en la habitación se volvió insoportable. Gabriel se levantó lentamente y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad. Su postura era tensa, como si mis palabras hubieran encendido una guerra dentro de él.

"¿Qué quieres que te diga, Alicia?" preguntó finalmente, sin girarse hacia mí. "¿Que estoy dispuesto a arriesgarlo todo por ti? ¿Que dejaré atrás todo lo que conozco, todo lo que he construido, solo porque siento algo que no debería sentir?"

Sus palabras eran frías, calculadas, pero también cargadas de algo más profundo.

"Quiero que me digas la verdad," le respondí, acercándome unos pasos. "Quiero que me digas qué sientes, qué quieres hacer. Porque yo ya he tomado mi decisión, Gabriel. Pero no puedo hacerlo sola."

Finalmente se giró para mirarme, y en sus ojos vi algo que no había visto antes: miedo. Miedo a sí mismo, miedo a lo que estaba sucediendo entre nosotros.

"Esto... esto no debería haber pasado," dijo, su voz más baja ahora. "Yo nunca quise que las cosas llegaran a este punto. No quería lastimarte, Alicia. Y tampoco quería lastimar a Marco. Pero aquí estamos."

"Sí, aquí estamos," le respondí, mi voz temblando ligeramente. "Y ahora tienes que decidir, Gabriel. ¿Qué vas a hacer? ¿Vas a seguir huyendo de lo que sientes, o vas a enfrentarlo conmigo?"

El silencio volvió, pero esta vez era diferente. Gabriel se acercó a mí, lento, hasta que estuvo lo suficientemente cerca como para que pudiera sentir el calor de su cuerpo.

"¿De verdad crees que esto tiene futuro?" me preguntó, sus ojos buscando los míos con una intensidad que me hizo estremecerme. "¿De verdad crees que podemos salir ilesos de esto?"

"Creo que vale la pena intentarlo," respondí, con una certeza que me sorprendió.

Gabriel cerró los ojos por un momento, como si estuviera librando una batalla interna. Cuando los abrió, su expresión había cambiado. Había una determinación que no había visto antes.

"Está bien," dijo finalmente. "Si esto es lo que quieres, si de verdad estás dispuesta a arriesgarlo todo... entonces yo también lo haré."

Mi corazón dio un vuelco, y por un instante sentí que todo había valido la pena.

"Pero quiero que entiendas algo, Alicia," continuó, su voz más grave ahora. "Esto no va a ser fácil. La gente no lo va a entender. Y yo... yo no soy un hombre fácil de amar. Hay cosas de mí que no conoces, cosas que podrían asustarte, cosas que podrían hacerte cambiar de opinión."

"No voy a cambiar de opinión," le aseguré, tomando su mano entre las mías. "No importa lo que venga, Gabriel. Estoy contigo."

Él me miró por un largo momento antes de tirar de mí hacia él, abrazándome con fuerza. Y en ese abrazo supe que, a pesar de todas las dificultades que nos esperaban, habíamos dado el primer paso hacia algo real.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.