Narra Gabriel
El edificio de oficinas de Marco era tan impersonal como él, todo vidrio y acero, reflejando una fachada perfecta. Pero sabía que detrás de esas puertas había caos, el mismo caos que él había sembrado en mi vida cuando empezó a tratar a Alicia como un objeto más de su colección.
Subí en el ascensor, mi reflejo en las paredes metálicas me devolvía la mirada con dureza. No sabía exactamente qué diría, pero tenía claro que este enfrentamiento era necesario. Marco necesitaba entender que Alicia ya no estaba bajo su control, y que cualquier intento de interferir con ella o conmigo tendría consecuencias.
La recepcionista, una mujer joven con expresión distraída, intentó detenerme cuando me dirigí hacia la oficina de Marco.
"¿Tiene cita?" preguntó.
"No la necesito," respondí con voz firme, pasando de largo antes de que pudiera decir algo más.
La puerta estaba entreabierta, y lo vi inclinado sobre su escritorio, revisando papeles como si el mundo fuera suyo. No había cambiado. Su postura era la misma, la de un hombre acostumbrado a salirse con la suya.
"Marco," dije, empujando la puerta para abrirla por completo.
Él levantó la vista, sorprendido al principio, pero esa sorpresa rápidamente dio paso a una sonrisa sarcástica. "¿Gabriel? Qué sorpresa verte aquí. ¿Qué puedo hacer por ti?"
Cerré la puerta tras de mí y caminé hacia su escritorio. No me senté; no estaba aquí para una charla amistosa.
"Voy a ser directo," dije, cruzando los brazos. "Deja a Alicia en paz."
Él se recostó en su silla, adoptando una postura relajada que solo alimentó mi ira. "¿Perdón? No sabía que estabas jugando a ser su guardián ahora. ¿Qué te hace pensar que puedes venir aquí y darme órdenes?"
"La forma en que la trataste, Marco, es inaceptable. La engañaste, la manipulaste, y cuando las cosas no salieron como querías, intentaste destruirla emocionalmente. Eso termina hoy." Hacerte la víctima cuando tu la estabas engañando hace meses? Imagino que nunca le contaste que hace solo 4 semanas cuando yo habia salido por un viaje de trabajo, llevaste a una mujer a mi departamento. Aun estando con ella.
Se inclinó hacia adelante, su sonrisa desapareciendo. "¿Y tú qué sabes? No tienes idea de cómo era nuestra relación. Alicia siempre ha sido... complicada."
"¿Complicada?" repetí, mi voz llena de desprecio. "No te atrevas a culparla por tus errores. Ella te dejó porque finalmente vio quién eres realmente. Ahora, te lo digo claro: cualquier intento de arrastrarla de vuelta a tu vida, de hacerle daño de cualquier forma, lo vas a pagar."
Él se levantó, colocándose frente a mí. Aunque éramos de la misma altura, su postura era desafiante, como si intentara intimidarme.
"¿Y si no lo hago?" preguntó, su tono lleno de burla. "¿Qué vas a hacer, papá? ¿Golpearme? ¿Actuar como un hombre protector cuando todos sabemos que lo que realmente quieres es acostarte con ella?"
Mis manos se cerraron en puños. "Eso no es asunto tuyo, Marco. Pero lo que sí es asunto tuyo es mantenerte lejos de ella. Este es el último aviso que te doy."
Él soltó una carcajada amarga. "¿Sabes lo irónico de todo esto? Estás aquí actuando como un héroe, pero la realidad es que no eres mejor que yo. ¿Crees que Alicia es diferente a las otras mujeres que han pasado por tu vida? Ella se cansará de ti, igual que todas."
"Tal vez," respondí, sin alzar la voz. "Pero al menos yo no soy un cobarde que se esconde detrás de excusas. Al menos yo no la usaré ni la lastimaré como tú lo hiciste."
Por un momento, pensé que iba a golpearme. Sus manos temblaban ligeramente, y podía ver la lucha interna en su rostro. Pero finalmente se dio la vuelta, regresando a su escritorio.
"Sal de mi oficina," dijo en un tono bajo, contenido.
"Con gusto," respondí. "Pero recuerda lo que te dije, Marco. Esto no es un juego. Si alguna vez vuelves a cruzarte en su camino, te enfrentarás a mí de verdad."
Salí de la oficina sin mirar atrás, sintiendo una mezcla de alivio y rabia. Había hecho lo que debía, pero sabía que esto no había terminado. Marco era como una serpiente; podría parecer inofensivo por un momento, pero su mordida siempre estaba al acecho.
Mientras caminaba hacia mi auto, pensé en Alicia, en la forma en que su vida había cambiado desde que nos encontramos. Y me prometí a mí mismo que haría todo lo que estuviera en mi poder para protegerla, incluso si eso significaba enfrentarme a mi propio hijo.