El aire nocturno era denso, cargado de humedad y pensamientos que no me dejaban en paz. Me encontraba frente a su edificio, con la vista clavada en la ventana de su apartamento. La luz seguía encendida. Sabía que aún estaba despierta.
No había podido quedarme quieto. Después de revisar el rastreador y convencerme de que estaba a salvo, el vacío se hizo insoportable. No importaba cuántas veces me dijera que alejarme era lo correcto, cada célula de mi cuerpo gritaba lo contrario. Y así, sin pensarlo demasiado, me encontré conduciendo hasta aquí.
Tomé aire y marqué su número. Tres tonos. Luego, su voz, cautelosa y cansada. —Gabriel…
No supe qué decir. Solo exhalé un suspiro que se mezcló con el ruido de la calle. Finalmente, murmuré: —Baja.
Hubo un silencio breve antes de que respondiera. —¿Por qué estás aquí?
Porque no puedo estar en ningún otro lugar. Porque dejarte ir no es una opción. Pero no dije nada de eso. En su lugar, solo dije: —Necesito verte.
El sonido del portero eléctrico zumbó en mis oídos. Unos minutos después, la puerta del edificio se abrió y Alicia apareció, con una sudadera holgada y el cabello revuelto. Su expresión era una mezcla de confusión y algo más que no pude identificar.
—¿Gabriel? —Su voz tenía una nota de incredulidad.
—No pude… —Las palabras se quedaron atoradas en mi garganta. No pude dejarte ir. No pude soportar la idea de que estuvieras lejos de mí. Pero todo sonaba demasiado desesperado, demasiado real.
Ella me miró fijamente, esperando. Entonces, en un acto reflejo, di un paso hacia ella y la atrapé entre mis brazos. Su cuerpo se tensó por un instante, pero luego, sus manos encontraron mi espalda y se aferraron a mi chaqueta.
—Esto no cambia nada —susurró, aunque su voz carecía de convicción.
—Lo sé —mentí.
Nos quedamos así, en medio de la noche, como si el mundo alrededor se hubiera detenido. Finalmente, sin decir una palabra más, ella me tomó de la mano y me llevó adentro.
Esa noche, por primera vez en mucho tiempo, dormí sin pesadillas. Porque Alicia estaba ahí. Porque, aunque fuera por un instante, la tenía entre mis brazos y todo lo demás dejaba de importar.