Lo que no se ve de la realidad

Cosas que quiero hacer sonriendo

El reloj marcaba las siete y cuarto cuando Alan entró al cuarto con dos tazas humeantes de té. Elías estaba sentado en la cama, rodeado de papeles arrugados, con una manta hasta los hombros y una expresión que no lograba ocultar el cansancio que se le había instalado en los ojos desde hace semanas.

—¿Has dormido algo? —preguntó Alan, dejando la taza al borde de la mesa.

—Un poco… —mintió Elías. No quería preocuparlo. No ahora.

Alan se sentó a su lado. Lo miró en silencio por unos segundos, como si quisiera grabarse cada detalle de su rostro. El leve temblor de sus manos. La suavidad con la que su respiración comenzaba a fallar. El pequeño brillo de ilusión que aún se aferraba a sus pupilas.

—Quiero mostrarte algo —dijo Alan, sacando un pequeño cuaderno azul que había estado escondiendo en su chaqueta.

Elías frunció el ceño, curioso. Alan se lo entregó y él lo abrió despacio. En la primera página, escrito con letras grandes y torpes, decía:

“Cosas que quiero hacer sonriendo – por Elías & Alan”

Elías no dijo nada, pero algo en su pecho se estremeció. Volteó la página, y ahí estaban, uno a uno, los deseos escritos con tinta y amor:

•Ir a ver las estrellas desde el techo de tu casa.

•Comer helado en invierno sin que importe.

•Ver un atardecer juntos sin decir una palabra.

•Bailar una canción aunque no sepamos cómo.

•Abrazarnos en una tormenta.

•Graduarme y que estés ahí para aplaudirme.

Su mano tembló un poco al tocar esa última frase. Alan lo miraba en silencio, esperando su reacción, como si ese cuaderno fuera demasiado frágil para existir sin la aprobación de Elías.

—Lo escribí pensando en ti —murmuró Alan—. Pensando en que mereces hacer cada una de estas cosas... sonriendo. Aunque sea poquito.

Elías lo abrazó sin decir nada. Fue un abrazo largo, lento, lleno de una ternura que hacía daño. Y ahí, con el cuaderno apretado contra su pecho, Elías sonrió.

—Vamos a cumplir cada una de estas, ¿sí? —dijo, con la voz apagada pero firme.

Alan no respondió. Solo lo sostuvo más fuerte, para que nadie pueda romper su frágil corazón que el tanto anhelaba.




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