Lo que no se ve de la realidad

•Comer helado en invierno sin que importe

La mañana amanecía con un cielo gris perla sobre la ciudad canadiense de Winnipeg. La escarcha cubría las aceras y, a pesar de la temperatura gélida, el bullicio de la gente se hacía notar, mientras las llamadas urgentes de los transeúntes se mezclaban con el crujir de la nieve bajo las botas. En este ambiente invernal, el parque central se mostraba casi irreal: árboles altos y desnudos con ramas entrelazadas contra un cielo níveo y helado, y bancos de madera cubiertos de escarcha que reflejaban luces artificiales titilantes.

Elías, envuelto en un grueso abrigo azul oscuro y una bufanda tejida a mano, caminaba despacio por el sendero nevado. Su aliento formaba pequeñas nubes en el aire frío, y cada paso parecía costarle más energía. A pesar de su salud debilitada, su mirada era vivaz, y se notaba en cada tanto una chispa de anhelo y determinación en sus ojos. Desde hace meses, había aprendido a encontrar belleza en los pequeños momentos y en los desafíos que impone la vida, y hoy, en medio del rigor invernal, algo le impulsaba a buscar un poco de dicha.

Alan lo esperaba en la entrada del parque, en una de esas mañanas invernales en que el albor de la ciudad se mezcla con un sentimiento de calma. Con un gorro de lana gris y un abrigo largo que ocultaba parte de su figura, Alan sonreía tímidamente, recordando la promesa que se habían hecho mutuamente en días anteriores: “Comer helado en invierno sin que importe”. Era uno de los puntos de su “cuaderno de sueños”, ese inventario de pequeñas metas y gestos compartidos que ambos atesoraban.

—¡Elías! —exclamó Alan, acercándose con paso decidido mientras la nieve caía suavemente a su alrededor—. Hoy es el día. Sé que hace frío, pero he escuchado que en esta ciudad los mejores helados se venden incluso en invierno.

Elías esbozó una sonrisa, genuina y luminosa, a pesar del frío. Con una risa que parecía desafiar la helada, respondió:

—Si tú lo dices, Alan, confío en ti. Hoy quiero reír, como si pudiera olvidarme del frío por un momento.

El ambiente parecía cobrar una atmósfera especial aquella mañana. Caminaron juntos por el parque, rodeados de árboles y senderos cubiertos de un manto blanco y resplandeciente. A medida que avanzaban, las carcajadas de los niños que jugaban en una plaza cercana se mezclaban con el sonido de las hojas heladas al ser pisadas, y el aire, aunque gélido, se llenaba de una energía casi mágica. Alan, siempre atento a los detalles, propuso que se dirigieran a una heladería local, famosa por abrir durante el invierno y por tener un menú que desafiaba las convenciones estacionales.

Llegaron a “La Dulce Heladería”, un pequeño establecimiento con grandes ventanales iluminados que ofrecían un refugio cálido frente al clima inclemente. El contraste entre el interior acogedor y el exterior helado era asombroso: adentro, colores vivos, música suave y el aroma a crema y cacao inundaban el ambiente. Sin titubear, Alan entró y pidió para ambos dos conos de helado de arce, un sabor muy canadiense, y otro de vainilla con toques de menta, un clásico que nunca fallaba en despertar sonrisas.

Salieron de la heladería con sus conos en mano, y el frío parecía haberse disipado momentáneamente por la dulzura del momento. Se dirigieron a un banco en una explanada del parque, donde la nieve recién caída brillaba con la luz del sol invernal. Se sentaron juntos, dejando que el tiempo transcurriera con pausados latidos. La conversación fluyó con la naturalidad que solo surge entre dos almas que comparten tanto.

—¿Sabes? —dijo Elías mientras lamía su helado—, siempre me pareció extraño que en invierno la gente quisiera helado. Pero ahora veo que es maravilloso desafiar la rutina, hacerlo solo por el gusto de sentir algo diferente, como una explosión de alegría en medio de tanto frío.

Alan asintió, apoyando su brazo sobre el banco y acercando su rostro para compartir ese instante con Elías.

—Es como si cada cucharada nos recordara que incluso en los días más duros, hay momentos de pura felicidad. Cada bocado es un pequeño triunfo contra la monotonía del invierno, un recordatorio de que podemos reír y disfrutar, sin importar lo que diga el termómetro.

Elías rió a carcajadas, con una risa que llenó el aire helado y dejó a ambos con una sensación de calor en el corazón. Durante aquellos minutos, la nieve y el frío se volvieron secundarios frente al poder de la amistad y la complicidad que compartían. Mientras el helado se derretía lentamente en sus conos, sus risas se mezclaban, creando una melodía espontánea que parecía despertar a la ciudad dormida.

El parque, testigo silencioso de aquel acto de rebeldía contra la inclemencia del invierno, parecía cobrar vida. Los árboles desnudos se inclinaban como si quisieran escuchar el eco de sus risas, y cada copo de nieve que caía tenía el brillo especial de un momento inolvidable. Aquel simple acto de comer helado en invierno se transformaba en un símbolo: el coraje de encontrar placer en lo inesperado, la belleza de lo efímero y la fuerza de la amistad que todo lo vence.

Después de unos momentos en que el silencio se llenó de gratitud, Elías, con la voz apenas un susurro, dijo:

—Gracias, Alan… Por hacerme sentir que, a pesar de los días grises, existe un rincón donde se puede ser feliz, donde se puede dejar atrás el dolor por un instante.

Alan le tomó la mano con firmeza y le devolvió la mirada, sincera y llena de la determinación de un amigo que haría lo que fuera por resguardar esa chispa de alegría.

—No tienes que agradecerme nada, Elías. Es un pequeño triunfo, pero uno que vale más que mil palabras. Cada momento como este me recuerda que, aunque la vida sea dura, podemos encontrar la dulzura en los lugares más insospechados.

Mientras seguían conversando, el atardecer comenzó a teñir el horizonte de tonos naranjas y rosados. El frío, ahora menos penetrante, se contrarrestaba con el calor de los sentimientos. La heladería y el parque se fundían en un paisaje de contrastes, y aquella tarde se transformaba en un poema silencioso de perseverancia y esperanza.




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