Lo que no tiene nombre

Capítulo 33

Con respeto, enterramos a Zui y a la señora Lan. Dejamos sus ataúdes en casa, cerramos la puerta con llave y cubrimos las ventanas con tablones. Conociendo el hambre en la aldea, cualquiera podía irrumpir por las ventanas o la puerta y devorar el cuerpo. O lo mismo habrían hecho en el cementerio. De esta manera, al menos conservaríamos algo de dignidad hacia los cuerpos.

Me sentía mal. Horrible. Tanto, que no quería nada más que sentarme junto al lago y observar en silencio el agua, mientras lae estaba a mi lado. En mis pensamientos, silencio; fuera de ellos, también.

Me reprochaba haber podido gritarle, rechazar su ayuda y apoyo. Me comporté de manera tan brusca cuando él era el único que estaba cerca...

Logré recoger los dibujos del chico, todos sus retratos y álbumes. Colocándolos en un estante separado, me aparté para examinar la cantidad de cuadernos. Al recorrer los lomos con la mirada, conté veinte. Muchos. Pero Zui era todo en eso. Su estilo, su alma y su amor por esa actividad estaban reflejados en cada dibujo y esbozo. No solo amor por el pasatiempo, sino también por las personas que retrataba.

Al notar una florecita verde en uno de los lomos, me acerqué y tomé aquel álbum. La encuadernación estaba en hermosos tonos verdes y esmeralda; aquí y allá había palabras escritas: "Dao", "hermana", "florecita". Mis cejas se alzaron apenas al darme cuenta de a quién estaba destinado el álbum. A mí. Estaba escrito sobre mí.

De repente, algo entró en mis ojos. Tuve que frotarlos para deshacerme del desdibujado y contemplar aquel tesoro peculiar.

Abrí el cuaderno y lo primero que vi fue mi retrato. El rostro girado en tres cuartos, grandes ojos oscuros con largas pestañas que Zui había exagerado; el cabello ondulado, que el chico decidió no sombrear con lápiz y dibujar cada mechón. Caían graciosamente sobre un hombro y la espalda, donde desaparecían, pues el dibujo era en formato de retrato. La mirada de la yo dibujada estaba dirigida hacia la esquina superior de la página, donde una flor estaba esbozada con suavidad. A un lado, la firma de Zui: una gran letra inicial y muchos bucles redondeados que finalmente se interrumpían abajo.

Al pasar la primera página, aparecían pequeños y breves apuntes sobre nuestro primer encuentro, es decir, sus impresiones, emociones y pensamientos.

"Hoy mi hermano me presentó a su novia y a su hermana Dao. Ella resultó ser hermosa e increíblemente encantadora. Dao también dibuja, pero me falta mucho para llegar a su nivel..."

Continué leyendo las notas, en las que relataba nuestros encuentros, el tiempo compartido, paseos al lago y con nuestros amigos. A veces encontraba pequeños detalles pegados en el papel, como hojas, bocetos que yo había hecho en su trozo de papel. También vi algunos retratos.

"... Dao me parece la más viva en medio de todo este caos que ocurre ahora. Cómo quisiera expresarme, decirle todo lo que pienso de ella, qué persona tan maravillosa es. Mi corazón aún duele cuando veo tristeza en su rostro. Me apena tanto que esta chica haya tenido que vivir tantas cosas. Con gusto tomaría esas penas para mí, con tal de verla sonreír..."

Mi corazón dio un vuelco cuando mis ojos llegaron a esas líneas.

Zui estaba enamorado de mí, y yo no lo veía. Aunque notaba señales apenas perceptibles, nunca les presté mayor atención. Y debería haberlo hecho.

Un nudo de nostalgia me apretó el pecho por mi amigo, que ya no estaba en este mundo. Pero ahora él seguramente estaba en el cielo. En el cielo brillaba más que nadie en forma de estrella...

Quizás pasó una hora hojeando y releyendo cada breve nota sobre mí y los sentimientos de Zui. Escribía tan bien, lo revelaba todo. La sonrisa no se borraba de mis labios, pero al mismo tiempo las lágrimas intentaban deslizarse por mis mejillas. Las contenía para terminar la lectura con una sonrisa. Ese álbum había sido escrito con una sonrisa, con admiración, y por lo tanto debía leerse de la misma manera.

Al chocar suavemente los dientes cuando cerré la dura encuadernación, suspiré. Me habría gustado contarle mis pensamientos e impresiones al autor de ese cuaderno, pero él ya no estaba. En cambio, apreté el cuaderno contra mi pecho, me levanté de la cama y me acerqué a la ventana.

Al alzar los ojos hacia el cielo nocturno, noté una estrella brillante.

—¿Zui, eres tú? —pregunté en susurro, apretando con más fuerza en mis manos la biografía.

En respuesta, solo silencio.

Sabía que aquella estrella era Zui. Era una persona maravillosa que merecía seguir brillando dignamente, pero ya no entre nosotros, sino entre las estrellas. Creo que allí encontrará un lugar, paz y silencio, donde podrá volver a dibujar y escribir...

Tal hallazgo realmente me intrigó, por lo que primero puse el cuaderno cerca de los míos, antes de revisar el resto de cosas. Me encontré con una biografía sobre Hoa.

"¡Mi maravilloso hermano Hoa! Y él está perdidamente enamorado de Tuyet!" —leí, riendo con las pequeñas caritas dibujadas que mostraban sorpresa o enamoramiento.

Al hojear las notas, me convencía cada vez más de lo increíble persona que era Hoa. Con el tiempo entendí por qué Tuyet se había enamorado de él. Sin embargo, solo empecé a darme cuenta de ello tras la muerte de mi hermana...

La última página resultó ser una breve nota: "Hoa no volvió a casa. Prometió pasar por el mercado a comprar dulces. Pero no vino. Hoa... te amo. Eres el mejor hermano. Brilla como una estrella encantada en el cielo, hermano".

El dolor que se leía en esas letras escritas me atravesó el corazón, obligándome a apretar los labios para no llorar. Inhalé aire y miré hacia la ventana, tras la cual estaba la noche. Una noche oscura, lúgubre, más silenciosa que las voces que nos llegaban desde el propio cielo estrellado. Hablaban, susurraban y gritaban. Brillaban, desgarrando el cielo para mostrarse y alcanzar la tierra con sus rayos en su espectáculo.




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