-07-
Ser famoso tiene su costo.
LIAM.
Esa misma noche Hailey se había bajado de mi auto sin decir nada, ni siquiera me dio las gracias, solo se limitó a darme una sonrisa para luego bajarse y entrar en el edificio. Me había quedado confundido, pero al final de cuenta no le quería hacer mente, esa chica era extraña, pasamos de estar hablando muertos de risa para luego simplemente ignorarme.
Bueno si, me había dolido un poco su actitud, pero sabía que se me pasaría rápido.
Por un lado, los chicos me quisieron sacar información de lo que había sucedido, pero yo solo me limité a decirles que llego bien a casa y no había sucedido nada, pero como era de costumbre, nadie me creía. Le había dado mi numero de telefono con la excusa de que quizas podria ser una fan loca que tenía el privilegio de tener mi numero, pero al ver su indiferencia y quizás su odio hacia a mi, me di cuenta que estaba errado en lo absoluto.
Mire el reloj que estaba en mi muñeca izquierda, me quedaban tres minutos para finalizar los cuarenta minutos de trote que hago a diario todas las mañanas, pero hoy lunes me sentía más cansado de lo normal, como si el concierto del fin de semana me estuviera pasando factura empezando la semana.
La música electrónica fue un descanso para mi cerebro desde que empecé a correr, incluso me puse a escuchar las nuevas mezclas que Asher me había enviado, tenía que hablar más tarde con él de aquello. Respire agitado tratando de recuperar el aire cuando mi reloj me indico que tenía que dejar de correr porque había completado mis cuarenta minutos. Empecé a disminuir el ritmo de mi trote para finalmente caminar con tranquilidad de regreso a la casa mientras tarareaba la canción que se reproducía en mis audífonos.
Mire mi vecindario con algo de tranquilidad, no eran ni las seis de la mañana cuando yo ya había puesto un pie fuera de casa. Tenia transtornos de sueño desde que mi padre fallecio, era una tortura, porque nada podia hacerme encontrar el sueño nuevamente, ni la musica, ni viendo videos de relajacion, habia provado con todo en la secundaria, hasta que probe salir todas las mañanas a correr y desde entonces se habia convertido en un habito que me ayudaba a disminuir la ansiedad que llegaba a sentir.
Me sentía tranquilo cuando era la única persona que estaba trotando por todo el vecindario, cuando el frío de la mañana me chocaba en toda la cara y cuando podía apreciar desde aquí el amanecer que se ponía sobre la playa. Vivía cerca, a un par de kilómetros y podía irme caminando a la playa si quería, de vez en cuando lo hacía, lo hago mayormente cuando necesito despejar mi mente, incluso me pongo a surfear ya que era el deporte que más me gustaba practicar de pequeño.
Me sequé el sudor de la frente con mi camisa deportiva mientras suspiraba con pesadez buscando las llaves de mi casa en mis bolsillos. Tenía que darme una ducha, hacerle el desayuno a mamá y Alissa, y luego cuando ella estuviera lista llevarla a clase y yo irme al estudio.
Se había vuelto una rutina que ya no era necesario que mi cerebro me repitiera lo que tenía que hacer. Me había acostumbrado.
Cuando abrí la puerta de mi casa me recibió su silencio en cuanto guarde mis audífonos inalámbricos en su caja, un silencio tranquilo pero a la vez desesperante, cuando Alissa no estaba rondando por la casa diría que se sentía deprimente, como si la depresión de mi madre estuviera por toda la casa. La casa estaba oscura por completo, solo estaba la luz de la cocina encendida y me di cuenta que no estaba solo.
Se me olvidaba el pequeño detalle que había arruinado mi mañana.
Mi hermano.
Suspiro con pesadez pasando una de mis manos por mi cabello acomodándome mis rizos para empezar a caminar hacia la cocina con algo de irritación. Al llegar, el olor de waffles llegó a mis fosas nasales, incluso abrió mi apetito, para mi sorpresa estaba cocinando, aún cargaba su pantalón de pijama y me daba la espalda mientras se encargaba de servir la comida en un plato.
Miré la cafetera por un momento incrédulo, incluso había hecho café.
Dejé mi teléfono sobre la isla de mármol blanco al igual que mis audífonos y eso capturó su atención.
Dean era un poco más alto que yo, quizás unos cinco centímetros como mucho, tenía uno que otro tatuaje en su brazo, se notaba que había vuelto al gimnasio por sus brazos marcados y definidos al igual que su abdomen. Teníamos los mismos ojos, los mismos ojos de mi padre, la misma nariz, los mismos rasgos, quizás la misma mirada, solo que a diferencia de él, la mía podía reflejar cualquier emoción, la de él era fría y vacía, sin nada que decir o transmitir.
Parecida a la de mi padre.
Desde muy pequeño la mayoría de nuestros familiares, amigos y conocidos nos decían el pequeño parecido que ambos teníamos, de pequeño me gustaba que me compararan con mi hermano mayor, incluso con mi padre, pero cuando empecé a crecer, deteste creerme esa idea.
No, no éramos iguales en lo absoluto.
Él no tenía sentimientos, yo sí.
Él era apático, yo no.
El era agresivo, yo siempre buscaba defender a mi madre.
Dean creció viendo patrones de mi padre, yo crecí viendo los patrones de mi madre, había una gran diferencia en ambos. El podía ser directo e impulsivo, pero yo era más racional y pacifico.
No quería parecerme a él, por eso evitaba a toda costa ser igual que él.
—Buenos días, Liam. Le hice waffles con miel a Ali, ¿crees que le gusten o es mucho para ella?
Dean se había quedado desde el sábado en casa, y estaba esperando con ansias que se fuera de aquí, no tenía celos, solo que desde un tiempo para acá me había encargado de las dos únicas mujeres que me importaban en mi vida. No quería que retrocedieramos otra vez cuando a mamá le había costado mucho salir de ese lugar en donde estaba.
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Editado: 23.06.2025