El cielo estaba cubierto por nubes grises que amenazaban con llover, como si el universo entero se estuviera preparando para un nuevo comienzo, uno silencioso y sin avisos. Amaya caminaba con prisa entre los pasillos de la universidad, sujetando su mochila con una mano y su café en la otra. Tenía esa expresión de quien ha dormido poco y piensa demasiado.
Era su primer día en una nueva ciudad, en una nueva etapa. A sus veintidós años, había dejado atrás su zona segura para estudiar Literatura en un campus que aún le resultaba ajeno. La gente pasaba a su lado con una velocidad que le resultaba incómoda. Todos parecían tener un lugar al que ir, un grupo al que pertenecer, un propósito claro.
Ella, en cambio, solo quería entender por qué todo se sentía tan vacío.
Doblando una esquina, chocó contra alguien. El impacto fue leve, pero su café no sobrevivió. El líquido marrón cayó sobre su camisa blanca, arruinando completamente su apariencia de "vida en orden".
-Genial -murmuró, intentando limpiar la mancha con la manga.
-Lo siento muchísimo -dijo una voz masculina, serena pero con un deje de culpa.
Amaya alzó la vista. Y entonces, todo se detuvo.
Lo primero que notó fue su mirada: unos ojos verdes, profundos, que parecían guardar mil historias. Su cabello oscuro caía desordenado sobre la frente y una sonrisa suave se dibujaba en sus labios, como si estuviera acostumbrado a romper el hielo con solo existir.
-¿Estás bien? -preguntó él, bajando la vista hacia su camisa.
-Sí... bueno, no. Pero sobreviviré.
-Déjame al menos invitarte otro café. Es lo mínimo después de... esto.
Amaya dudó por un segundo. No era su estilo aceptar invitaciones de extraños, pero algo en ese tipo -su voz, su calma, su forma de mirarla como si pudiera leerla sin decir nada- la hizo decir que sí.
-Está bien. Pero solo porque necesito café para seguir fingiendo que tengo mi vida bajo control.
Él soltó una pequeña risa.
-Me parece una causa justa. Soy Elías, por cierto.
-Amaya.
Y así, sin saberlo, sellaron el principio de una historia que nunca llegaría a ser completa.
Una historia que sería muchas cosas: amistad, deseo, dolor, ternura, pero nunca... nunca del todo amor.
Al menos no como el mundo lo entiende.