Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 6: La verdad entre las sombras

Amaya miró el teléfono en sus manos con una mezcla de incertidumbre y miedo. El mensaje de Elías aún brillaba en la pantalla, como una invitación a algo que no sabía si quería descubrir. "Necesito hablar contigo. Hay algo que no te he dicho." Las palabras se repetían en su mente, pero no le daban respuestas, solo más preguntas.

No sabía por qué, pero algo la impulsó a responder.

"¿Cuándo?" fue todo lo que escribió, y aunque le pareció que la respuesta podría ser tan simple como un "ahora", no sabía si estaba preparada para lo que él pudiera decirle. Elías había sido una presencia constante en su vida, pero había algo en esa constante que nunca terminaba de encajar, algo que los mantenía a ambos en una danza incómoda de acercamiento y retirada.

Un par de horas después, su teléfono vibró con la respuesta: "¿Café? A las 4 en el café de siempre."

Amaya miró el mensaje y sintió una extraña mezcla de alivio y ansiedad. Había algo en la idea de verse en el mismo lugar donde todo comenzó, en ese pequeño café apartado del bullicio, que la hacía sentir que estaba, de alguna manera, volviendo a algo que ya no podía regresar.

Decidió que iría. No sabía por qué, pero tenía que saber qué era lo que Elías tenía que decir. Quizás, al final, podría encontrar algo que le diera paz. O tal vez, solo tal vez, descubriría la verdad de una vez por todas.

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El café estaba tranquilo, como siempre. El aroma a café recién hecho se mezclaba con el sonido suave de la conversación de otros clientes. Amaya se sentó en la mesa que ambos solían ocupar, una esquina con una ventana grande que daba al parque. El lugar siempre tenía un aire acogedor, como si el tiempo allí se detuviera por un momento. Elías siempre decía que ese café era su lugar de escape, y ahora, se sentaba allí como si nada hubiera cambiado.

Miró su reloj. Faltaban unos minutos para las 4.

Unos segundos después, Elías entró por la puerta. Su presencia no pasó desapercibida, como siempre. Su chaqueta de cuero y su mirada distraída lo hacían destacar entre la multitud, pero no fue hasta que sus ojos se encontraron con los de ella que el mundo a su alrededor pareció desvanecerse. Fue como si todo el ruido, todas las dudas y las preocupaciones se desvanecieran por un instante.

Elías caminó hacia la mesa y se sentó frente a ella sin decir nada al principio. Simplemente la miró, como si estuviera buscando algo en su expresión.

-Hola -dijo, finalmente, con una sonrisa apagada, como si no estuviera seguro de qué más decir.

Amaya no respondió inmediatamente. Solo lo observó, tratando de entender qué era lo que había cambiado en él, y en ella misma, desde la última vez que se habían visto.

-¿Qué es lo que tienes que decirme? -preguntó finalmente, sin rodeos.

Elías suspiró y se inclinó ligeramente hacia adelante, como si las palabras que necesitaba decirle fueran más difíciles de lo que pensaba. Su mirada pasó de sus ojos a las tazas de café, y luego de nuevo a ella.

-Sé que hemos estado esquivándonos, Amaya. Y sé que todo esto suena... raro. Pero lo que no te he dicho, lo que he estado guardando, es que no puedo dejar de pensar en ti. Y lo peor de todo es que sé que debería hacerlo.

El aire se volvió denso, como si la habitación misma estuviera conteniendo la respiración. Amaya se quedó en silencio, tratando de procesar sus palabras, pero algo dentro de ella se quebró. Elías había dicho muchas cosas entre líneas, pero ninguna de ellas lo había hecho tan claro como en ese momento.

-¿Por qué no lo has dicho antes? -su voz salió casi en un susurro.

Elías dejó escapar una risa amarga, una que no sonaba como él. Era como si estuviera cargando con algo mucho más pesado de lo que dejaba ver.

-Porque... -empezó, pero se detuvo, buscando las palabras adecuadas-. Porque nunca fue el momento. Porque a veces, las cosas que sientes no encajan con lo que la vida te obliga a vivir. Porque yo no puedo darme el lujo de aferrarme a algo que sé que no puedo tener.

Amaya lo miró fijamente. Las palabras de Elías sonaban como una excusa, pero había algo en su tono, en su rostro, que la hacía pensar que no lo era. Había una verdad detrás de su dolor, algo que no había visto antes. Elías no estaba solo en esta historia. Ella también había estado callando sus propios sentimientos, temerosa de lo que podrían significar.

-¿No podemos ser... honestos el uno con el otro, al menos una vez? -dijo ella, luchando contra la vulnerabilidad que sentía.

Elías se quedó en silencio, como si sus palabras fueran una carga demasiado grande. Miró su taza de café, luego sus ojos, y por fin, dijo lo que ambos sabían que estaba ahí, flotando en el aire entre ellos.

-No sé si podríamos serlo, Amaya. Porque lo que hay entre nosotros, lo que siento por ti, es algo que nunca debería haber existido. Es algo que... no tiene lugar. No en el mundo en el que vivimos. Y tal vez por eso he estado huyendo. Porque no quiero hacerte daño. Pero me doy cuenta de que ya lo he hecho. Y lo peor de todo es que no sé cómo detenerlo.

Amaya sintió un nudo en el estómago. Las palabras de Elías la estaban desarmando, pero en algún lugar de su corazón, también entendía lo que él decía. ¿Qué podían hacer con algo que no tenía futuro? ¿Cómo seguir adelante cuando el amor, tan real como parecía, no podía ser?

-Entonces, ¿qué hacemos? -preguntó Amaya, la desesperación haciendo que su voz temblara ligeramente.

Elías la miró, con una expresión de dolor en los ojos, como si la respuesta fuera más difícil de decir que de vivir.

-No lo sé. Pero no quiero seguir mintiéndote. Ni a ti, ni a mí. Y si eso significa que debemos alejarnos... tal vez esa sea la única opción.

El silencio llenó la mesa. Las palabras ya estaban dichas, pero ninguna de las dos personas en esa pequeña cafetería sabía cómo enfrentar lo que vendría después.

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La tarde pasó, pero ninguno de los dos dijo nada más. Amaya se levantó lentamente, sintiendo que el peso de todo lo que había estado guardado ahora caía sobre ella. Al salir del café, el aire frío de la tarde la golpeó como una bofetada, pero no podía evitar la sensación de que algo se había roto entre ellos. Algo que tal vez nunca podría volver a ser.




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