Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 9: Renacer en el vacío

La mañana siguiente fue gris, con nubes que se cernían sobre la ciudad como una cortina invisible, impidiendo que el sol rompiera el peso de la tristeza que aún cargaba Amaya. Se despertó con la sensación de que algo había cambiado en su interior, pero no sabía si era por la decisión que había tomado o por el vacío que había dejado Elías. La conversación en el parque seguía resonando en su mente, pero por primera vez en días, sentía que algo de alivio comenzaba a surgir.

Había dado el paso, había dejado ir. Aun así, el proceso de sanación no era algo inmediato. Después de meses de confusión, de sentimientos reprimidos, el camino hacia la paz iba a ser largo.

Amaya decidió que debía ocuparse de sí misma, dedicarse tiempo, enfocarse en lo que había dejado de lado durante el caos emocional que había vivido. Tomó su bolso y salió a caminar, sin un destino en mente, solo necesitaba respirar.

Las calles de la ciudad seguían su curso, las personas a su alrededor parecían ajenas a lo que ella sentía. La vida continuaba, como siempre lo hacía. Había algo agridulce en esa sensación: la certeza de que el mundo no se detiene, aunque tu vida cambie por completo.

Se dirigió a un pequeño café que había descubierto hace poco. No era el lugar habitual que frecuentaba con Elías, pero de alguna manera, eso la hacía sentir más ligera. El ambiente acogedor del café, con el aroma del café recién hecho y el suave murmullo de conversaciones, le proporcionaba una paz que necesitaba. Se sentó cerca de la ventana y, mientras observaba la lluvia comenzar a caer, sacó su cuaderno y comenzó a escribir.

Escribir siempre había sido su refugio. Las palabras, aunque a veces dolorosas, siempre le daban algo de orden en medio del caos. Ese día, sus pensamientos se volcaron en la página sin que pudiera detenerlos.

¿Qué hacemos cuando sabemos que algo terminó, pero el alma sigue buscando?

Se detuvo por un momento, contemplando sus palabras, y luego continuó.

Nos aferramos a lo que fuimos, pero olvidamos lo que podemos llegar a ser. Tal vez, al final, eso es lo que necesitamos entender: que dejar ir no es olvidar, sino abrir la puerta a lo que vendrá.

Al leer lo que había escrito, sintió una leve liberación. Tal vez lo que estaba haciendo, aunque doloroso, era el primer paso hacia su verdadera sanación. Amaya levantó la vista del cuaderno y miró por la ventana. Las gotas de lluvia parecían lavar el polvo de las calles, limpiando el aire. Y, por un momento, se permitió creer que tal vez también podría haber una limpieza en su corazón.

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Elías, mientras tanto, no estaba tan seguro de que el alivio llegara pronto para él. Había pasado la noche en vela, revisando una y otra vez el mensaje que había enviado a Amaya. Sabía que lo que había dicho era lo que ambos necesitaban escuchar, pero también sentía que algo se había roto en él. La conversación no había terminado como esperaba, ni como había deseado.

El vacío que Amaya había dejado en su vida era profundo, y él no sabía cómo llenarlo. No podía dejar de pensar en ella, en los momentos que habían compartido, en las veces que se habían permitido ser vulnerables el uno con el otro. Aunque las palabras de despedida habían sido necesarias, no podía evitar preguntarse si las decisiones que había tomado habían sido las correctas.

Decidió dar un paso fuera de la rutina diaria. No sabía exactamente qué buscaba, pero sentía que necesitaba un cambio. Así que, después de dejar todo en su oficina, se dirigió a la zona costera de la ciudad, donde el mar se encontraba con el cielo en un horizonte lejano, sin límites. El lugar siempre le había dado un poco de claridad, una sensación de inmensidad que le ayudaba a pensar mejor.

El sonido de las olas chocando contra las rocas lo recibió como siempre, pero en lugar de la calma que solía sentir allí, Elías sintió un peso aún mayor sobre su pecho. Todo se sentía más pesado que antes. Caminó a lo largo de la orilla, sintiendo la arena fría bajo sus pies descalzos, mientras su mente volvía una y otra vez a lo mismo: ¿qué pasaría ahora?

Sabía que no podía regresar a lo que había sido. Elías entendía que lo que tuvo con Amaya era un capítulo que debía cerrar, pero no podía dejar de preguntarse si alguna vez podría dejar de pensar en ella, si alguna vez podría simplemente seguir adelante.

En su caminata, notó algo peculiar en el horizonte. Una figura solitaria se encontraba frente al mar, observando las olas. No la reconoció de inmediato, pero algo en su postura le resultaba familiar. Se acercó con cautela, hasta que la figura giró hacia él, y, por un breve instante, ambos se miraron.

Era Amaya.

El corazón de Elías dio un vuelco. Ambos se quedaron en silencio, sin saber qué decir. El aire entre ellos se cargó de una tensión palpable. No esperaban encontrarse aquí, no esperaban encontrarse después de haber tomado decisiones tan difíciles.

Amaya fue la primera en hablar, rompiendo el silencio que se había formado entre ellos.

-Pensé que tal vez... estar aquí me ayudaría a aclarar algunas cosas. -su voz sonó suave, pero cargada de emoción contenida.

Elías asintió lentamente, sin saber cómo responder. No podía negar que verla nuevamente lo había hecho sentir algo que no esperaba. Había tanto por decir, pero las palabras seguían atascadas en su garganta.

Finalmente, después de un largo suspiro, él habló.

-¿Crees que alguna vez dejará de ser difícil? -preguntó con una vulnerabilidad que rara vez mostraba.

Amaya lo miró, y por un momento, su mirada fue suave, casi triste. Luego, le respondió, casi como si estuviera hablándose a sí misma.

-Creo que el tiempo nos enseña a vivir con las cicatrices. Y tal vez, eso sea lo único que podemos hacer. Aprender a vivir con lo que fuimos y con lo que dejamos ir.

Ambos se quedaron en silencio, observando el mar, como si de alguna manera, el océano pudiera ofrecerles la respuesta que no habían encontrado entre sí.




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