Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 11: Caminos divergentes

La siguiente semana, Amaya se encontró con una sensación extraña, como si estuviera atrapada entre dos mundos. Por un lado, su vida parecía avanzar con la normalidad de siempre: el trabajo, las cenas con amigos, las charlas con Valeria, y las noches solitarias en su departamento. Pero por otro lado, una parte de ella, esa parte que nunca dejó de sentir, seguía viviendo en el pasado, en lo que pudo haber sido con Elías.

Estaba intentando ser más presente, más consciente de su vida cotidiana. Pero en el fondo, siempre existía esa sensación de vacío. Un espacio que no podía llenar con nada. Decidió, finalmente, salir a caminar por el parque cercano a su casa. Había comenzado a hacer estas caminatas como una forma de desconectar, de meditar sobre sus pensamientos y encontrar un poco de paz.

Mientras caminaba, sus pensamientos volvían a Elías. ¿Por qué no podía dejarlo ir completamente? La carta que le había dejado había sido un intento de cierre, pero sentía que algo más necesitaba ser dicho. Algo más que no fuera una simple despedida.

Amaya se detuvo junto a un banco y se sentó, mirando a las personas pasar, cada una con su propia vida, sus propias historias. Y de repente, lo vio. A lo lejos, Elías estaba ahí, caminando solo por el sendero, una figura solitaria que también parecía atrapada en sus propios pensamientos.

Sus corazones dieron un salto al reconocerse en la distancia. El tiempo pareció detenerse por un momento, y los ruidos del parque se desvanecieron en el aire. Los dos se miraron fijamente, sin saber si acercarse o simplemente dejarlo ser. Era la primera vez que se veían después de su último encuentro, y aunque ambos lo deseaban, ninguno de los dos sabía cómo romper el hielo.

Fue Elías quien dio el primer paso. Se acercó lentamente, como si estuviera temiendo que la distancia fuera más que física, que cualquier acercamiento fuera demasiado tarde.

-Amaya... -su voz era suave, casi un susurro, pero llevaba consigo todo el peso de sus emociones no expresadas.

Amaya se levantó del banco, un poco vacilante, pero sin apartar la mirada. La curiosidad y la confusión se entrelazaban en su interior.

-Elías... -dijo finalmente, sin saber bien qué decir.

Ambos se quedaron en silencio por un momento, sin encontrar palabras que pudieran describir lo que sentían. Era como si el aire entre ellos estuviera cargado de todo lo que había quedado sin decir, de todas las oportunidades que nunca tuvieron.

-Te he estado buscando -dijo Elías, aunque sus palabras sonaban más como una confesión que como una declaración.

Amaya lo miró, sintiendo un dolor familiar en su pecho.

-No tienes que buscarme, Elías. Ya no importa lo que busques. Estamos aquí, ahora. Pero las cosas son diferentes, y hay algo que tengo que entender.

Elías frunció el ceño, confundido.

-¿Qué quieres decir?

Amaya dio un paso hacia atrás, sintiendo que no podía soportar la cercanía, como si esa distancia fuera lo único que aún la mantenía de pie. Elías también retrocedió, respetando su espacio.

-Lo que nunca fuimos... lo que nunca llegamos a ser... -su voz se rompió un poco, pero se repuso rápidamente-. No puedo seguir viviendo entre lo que fuimos y lo que podría haber sido. Tengo que encontrar mi propio camino, Elías.

Él asintió lentamente, como si entendiera, aunque el dolor en sus ojos era evidente. Ambos sabían que el reencuentro había sido importante, pero tal vez más por lo que significaba para cada uno en ese momento que por lo que realmente representaba para su futuro juntos.

-Lo sé -dijo Elías, tomando una respiración profunda-. Pero, ¿cómo seguimos adelante si no nos dejamos ir completamente?

Amaya cerró los ojos por un momento, luchando contra las lágrimas que amenazaban con salir.

-No lo sé... -su voz tembló ligeramente-. Pero lo que sí sé es que necesito tiempo. Necesito tiempo para entender lo que pasó, para entender quién soy sin ti.

Elías no respondió de inmediato, pero sus ojos se suavizaron con una comprensión silenciosa. Aunque todavía quedaba amor entre ellos, también había un reconocimiento doloroso: lo que habían sido ya no podía ser lo que serían.

-Te respeto, Amaya -dijo finalmente, con una calma que le sorprendió. Algo en él había cambiado. Ya no era el hombre que la había dejado ir sin mirar atrás. Ahora era alguien que, aunque herido, entendía que a veces el amor no basta para que dos personas estén juntas.

Amaya asintió, sintiendo una paz fugaz al escuchar esas palabras. En ese momento, comprendió que Elías ya no era un recuerdo, sino una lección. Una lección que la empujaba hacia adelante.

-Gracias -dijo, y sin esperar respuesta, comenzó a caminar de regreso hacia su casa.

Elías la observó alejarse, su corazón aún lleno de dudas y recuerdos. Pero había algo en su interior que le decía que esta era la manera en que ambos comenzarían a sanar. A pesar de que el amor seguía presente, también lo hacía la necesidad de evolucionar por separado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.