Amaya había pasado la noche reflexionando sobre lo que había sucedido en el parque. Al principio, las palabras de Elías parecían haberla dejado con una sensación de vacío, como si el peso de todo lo que nunca fueron estuviera demasiado presente. Pero al despertar, algo dentro de ella comenzó a cambiar. El encuentro, aunque doloroso, también había sido un punto de inflexión. Ya no se sentía atrapada en lo que pudo haber sido, sino lista para mirar hacia adelante.
Decidió empezar el día con algo diferente, algo que la hiciera sentir más cerca de sí misma. Se levantó temprano y se preparó un café mientras veía cómo el sol comenzaba a colarse por la ventana. Después de unos minutos, eligió su chaqueta favorita y salió a caminar por la ciudad, sin rumbo fijo, dejando que sus pensamientos se fueran disolviendo con cada paso.
Amaya pensaba que en algún momento el dolor dejaría de ser tan fuerte, que aprendería a convivir con las cicatrices del pasado sin que estas definieran su futuro. Pero, por más que lo intentaba, algo seguía acechando en el fondo. ¿Era Elías lo que le faltaba? ¿O era ella misma quien no se había permitido seguir adelante?
Al llegar al parque, se sentó en una banca, sintiendo la suave brisa que movía las hojas de los árboles. Este lugar siempre había sido su refugio. Mientras observaba las parejas que paseaban y los niños que jugaban, se dio cuenta de algo. Quizá no necesitaba respuestas definitivas. Tal vez lo único que importaba era el simple hecho de estar aquí, de seguir viviendo a pesar de todo.
En ese momento, su teléfono vibró en su bolso. Era un mensaje de Valeria.
"¿Qué te parece si vamos a un evento este fin de semana? Hay una exposición de arte que me han dicho que está increíble. Creo que te vendría bien distraerte un poco."
Amaya sonrió. Su amiga siempre sabía cuándo necesitaba un respiro. Decidió que no debía rechazar la oportunidad. Quizá distraerse un poco de todo eso la ayudaría a aclarar las ideas.
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Elías, por su parte, había decidido tomar un rumbo diferente en su vida. Tras el encuentro con Amaya, se dio cuenta de que necesitaba encontrar algo más para llenar el vacío que había dejado su relación. No podía quedarse en el mismo sitio, repitiendo los mismos patrones de siempre. Aunque aún sentía el eco de sus sentimientos por ella, sabía que lo que compartieron ya no podía ser lo que les uniera. Tenía que seguir su propio camino.
Decidió tomar una semana libre de trabajo, algo que rara vez hacía. Durante esos días, se dedicó a reencontrarse con él mismo, a encontrar sus propios intereses y pasiones que parecían haberse perdido entre las exigencias de su vida laboral.
Aquel día, Elías se encontraba en una cafetería local, una de esas que había dejado de visitar hace mucho tiempo. Se sentó en una mesa junto a la ventana, observando la lluvia caer, un suspiro escapó de sus labios mientras miraba el paisaje. Tomó su café con calma, pensando en todo lo que había pasado, en todo lo que había dejado atrás, y en lo que aún podría encontrar.
De repente, una figura conocida entró en la cafetería. Era su hermana, Carolina, con una sonrisa que iluminaba su rostro. Se acercó rápidamente a su mesa y se sentó frente a él.
-No pensé que te encontraría aquí -dijo Carolina, sonriendo con esa chispa que siempre la caracterizaba-. Estás muy pensativo, ¿qué pasa?
Elías la miró por un momento, sin saber qué decir. No estaba seguro de cómo abrirse sobre lo que sentía, pero sentía que era el momento adecuado. No podía seguir guardando todo dentro.
-He estado pensando mucho en el pasado, Caro. En lo que perdí y en lo que nunca llegará a ser.
Carolina frunció el ceño, tratando de entender. Sabía que su hermano nunca hablaba de lo que le pasaba por dentro, siempre se refugiaba en su trabajo y sus responsabilidades.
-¿Tú crees que lo que perdiste es irrecuperable? -preguntó ella con suavidad.
Elías suspiró, mirando la taza frente a él.
-No lo sé. A veces siento que podría haber sido diferente, que si hubiera hecho las cosas de otra manera, hoy las cosas serían distintas.
Carolina lo miró con compasión.
-Elías, la vida no se trata de lo que podrías haber hecho, sino de lo que haces ahora. Lo que fue, fue. Y aunque es doloroso, no puedes quedarte atascado en lo que ya no puedes cambiar. Debes centrarte en lo que tienes frente a ti, en lo que puedes construir ahora.
Elías la miró, sintiendo que sus palabras le daban algo de claridad, algo que había estado buscando sin saberlo.
-¿Y qué hago con lo que siento? -preguntó Elías, mirando sus manos, como si quisiera encontrar alguna respuesta en sus propios dedos.
-Siente lo que sientes, pero no dejes que eso te paralice. Haz algo con eso. Si realmente crees que puedes sanar, hazlo. Si tienes que dejar ir algo, hazlo. Pero lo más importante es que sigas adelante, Elías.
Elías asintió lentamente, tomando las palabras de su hermana como una guía. Aunque el dolor seguía ahí, ahora había una pequeña chispa de esperanza. Quizá aún había tiempo para encontrar la paz que tanto anhelaba.
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El fin de semana llegó, y Amaya asistió a la exposición de arte con Valeria. Estaba rodeada de pinturas, esculturas y fotografías, pero había algo en ese ambiente tan abstracto que la hacía sentirse más conectada con ella misma que nunca. La intensidad de los colores, las formas que desbordaban creatividad, le recordaban la belleza de lo impredecible, de lo que no podía controlar. Fue una experiencia liberadora.
A lo largo del evento, conoció a varias personas, algunas de las cuales eran artistas. Conversaron sobre la vida, sobre el arte y sobre las maneras en que se conectaban con sus emociones. Amaya se dio cuenta de que había algo dentro de ella que había estado guardando: su propio deseo de expresarse, de crear. Quizá era hora de tomar esa pasión que había dejado atrás y convertirla en algo tangible.