Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 13: Las huellas del ayer

Amaya despertó temprano, como había hecho todos los días desde su visita al evento de arte, pero esta vez, el aire parecía más fresco, como si la vida misma estuviera ofreciéndole un nuevo comienzo. Durante los días que siguieron, dedicó más tiempo a sí misma: su trabajo en la editorial estaba tomando un giro interesante, y había comenzado a pintar en sus ratos libres. Cada trazo sobre el lienzo era una pequeña liberación de todo lo que había estado guardando.

Una tarde, después de su jornada laboral, se dirigió al parque donde solía encontrarse con Elías. El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos cálidos y suaves. Amaya se sentó en la misma banca donde, días atrás, había encontrado una mezcla de paz y desolación. Miró el horizonte, dejándose envolver por el silencio.

Sus pensamientos comenzaron a divagar, pero esta vez sin la carga emocional que solía acompañarlos. A lo lejos, un grupo de niños jugaba a la pelota, y las risas de los niños le trajeron una sensación de calma inesperada. No necesito que todo sea perfecto. Solo necesito ser yo, pensó. Era una revelación simple, pero poderosa. La vida no tenía que seguir el guion que había imaginado cuando estaba con Elías. Ella era más que su relación con él, y al igual que esos niños, podía reír y disfrutar sin cargar con el peso de las expectativas ajenas.

Decidió dar un paso hacia una nueva dirección. A partir de esa tarde, no permitiría que su vida girara alrededor de lo que ya no existía. La tarde siguió su curso, pero Amaya ya no estaba atrapada en sus propios pensamientos. Estaba viviendo en el presente.

Mientras tanto, Elías se encontraba en una sala de reuniones, rodeado de su equipo de trabajo, pero su mente estaba lejos de allí. Durante los últimos días, había intentado sumergirse en su trabajo, buscando algo que lo mantuviera ocupado, que lo ayudara a desconectar. Sin embargo, por más que se esforzaba, algo seguía perturbando su paz interior: el vacío que sentía al pensar en lo que había perdido.

Su hermana Carolina lo había alentado a seguir adelante, a no mirar atrás, pero las sombras de su pasado seguían acechándolo. En la sala de reuniones, las palabras del director se desvanecían mientras Elías recordaba el último encuentro con Amaya. Ella había sido tan clara en sus decisiones, tan decidida. Él, en cambio, seguía aferrado a lo que no podía controlar.

Después de la reunión, Elías caminó hacia su oficina, la cual se sentía más vacía que nunca. Había algo en ese espacio que ya no lo representaba. El reloj marcaba la hora en la que normalmente solía terminar su jornada, pero en lugar de irse a casa, decidió caminar. Necesitaba despejar su mente, aunque sabía que al final sus pensamientos lo llevarían a ella, a Amaya.

No importaba cuánto lo intentara, no podía dejar de pensar en ella. No era solo el amor que había sentido, era la conexión que había existido entre ellos, algo que parecía estar fuera de su alcance. ¿Podrían volver a encontrarse algún día? ¿O estaban destinados a permanecer en dos mundos separados para siempre?

Mientras caminaba sin rumbo fijo, Elías se dio cuenta de que no podía seguir escapando. Si realmente quería avanzar, tendría que enfrentarse a lo que había dejado atrás, aceptar lo que había ocurrido entre ellos y seguir adelante con su vida, sin las cadenas del pasado.

Esa misma noche, Amaya se encontraba en su estudio, donde sus pinceles danzaban sobre el lienzo. Había decidido tomar un curso de pintura, algo que siempre había querido hacer, pero que nunca se había atrevido a probar. Estaba en un proceso de redescubrimiento, donde cada trazo era una forma de liberación.

Mientras pintaba, su teléfono vibró. Era un mensaje de Valeria.

"¿Cómo te va con tu pintura? Estaba pensando en ti, y me preguntaba si te gustaría acompañarme a una cena el viernes. Tengo una amiga que organiza cenas temáticas y creo que podría ser divertido."

Amaya sonrió al leer el mensaje. La invitación era justo lo que necesitaba. Era una oportunidad para socializar y seguir avanzando. Aunque aún sentía la sombra de Elías en su corazón, había decidido que no iba a dejar que esa sombra la definiera.

"Claro, cuenta conmigo. Suena genial. Nos vemos el viernes."

Con el mensaje enviado, Amaya volvió a concentrarse en su pintura, dejándose envolver por la creatividad que brotaba de su interior. Cada línea, cada color, le daba una sensación de calma. Estaba aprendiendo a ser feliz por sí misma, a crear sin la presión de lo que otros esperaran de ella. Sabía que su vida tomaría un rumbo diferente, y estaba dispuesta a abrazarlo.

Elías, esa misma noche, se encontraba en su apartamento, con una copa de vino en la mano, observando el paisaje nocturno. A veces, la ciudad lo hacía sentir pequeño, como si estuviera perdido en un mar de personas que no compartían sus mismos pensamientos. Pero lo que realmente lo perturbaba era esa sensación de vacío que lo seguía, ese sentimiento de que algo faltaba, de que algo se había roto y no podía repararlo.

Se recostó en su sofá, dejando que sus pensamientos vagaran. Había intentado seguir adelante, pero las huellas del pasado seguían presentes, marcando su camino de manera invisible. No sabía si debía buscar a Amaya, si debía darle el espacio que tanto necesitaba. Pero algo dentro de él le decía que no podía seguir con su vida como si nada hubiera pasado. La conexión que había sentido con ella no era algo que pudiera ignorar.

Era un dilema, un nudo en su pecho que no sabía cómo resolver. Elías se encontraba en un punto de no retorno, donde cada decisión parecía tener el poder de cambiarlo todo.

El viernes llegó, y Amaya se preparó para la cena con Valeria. Aunque sabía que estaba dando pasos hacia adelante, algo en su interior aún se sentía incompleto. Quizá nunca lograría sanar completamente, pero estaba decidida a no dejar que esa herida la definiera. No importaba lo que el futuro les deparara, porque lo único que realmente importaba era su capacidad para vivir su vida plenamente.




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