Lo Que Nunca Fuimos o Seremos

Capítulo 19: El eco de los silencios

Pasaron los días, y aunque no hubo mensajes ni llamadas entre ellos, cada uno pensaba en el otro con una frecuencia casi dolorosa. Amaya intentaba enfocarse en su trabajo, en su rutina, en todo lo que pudiera mantener su mente alejada de Elías. Pero era inútil. Él estaba ahí, en cada canción que escuchaba sin querer, en cada café que preparaba por las mañanas, en los silencios de la noche.

Lucía tenía razón. No podía ignorar que lo que sentía por Elías no se había apagado. Lo había enterrado, disfrazado, silenciado... pero no muerto.

Un viernes por la tarde, recibió una invitación inesperada: una exposición de fotografía en una galería pequeña del centro, organizada por uno de los colegas de Elías. Al principio pensó en no ir. Sería más fácil quedarse en casa, evitar posibles encuentros y seguir fingiendo que todo estaba bien. Pero esa parte de ella que aún necesitaba respuestas -no solo de él, sino de sí misma- la empujó a tomar su abrigo y salir.

La galería estaba tenuemente iluminada, con fotografías colgadas como fragmentos de historias congeladas en el tiempo. Caminó entre las imágenes, reconociendo algunas que sabía que Elías había capturado. Sus paisajes, sus juegos con la luz, sus retratos que parecían hablar. Y entonces lo vio. No a él... sino a una foto suya.

Era un retrato en blanco y negro, de cuando habían ido juntos a la costa hacía casi un año. Ella estaba de espaldas, sentada frente al mar, con el cabello suelto ondeando por el viento. Elías no la había llamado por su nombre, pero el título decía: "Lo que nunca fuimos".

Amaya se quedó inmóvil frente a la imagen, el pecho apretado, los recuerdos cayendo uno tras otro como una tormenta suave y persistente. Lo que nunca fueron... y lo que aún no sabían si podrían ser.

-Pensé que no vendrías -dijo una voz a su lado.

Giró lentamente. Elías estaba ahí, vestido con una camisa clara y los ojos cargados de una mezcla de sorpresa y alivio.

-No estaba segura... -admitió ella.

Él asintió con una leve sonrisa-. Pero viniste. Eso es suficiente para mí.

Hubo un breve silencio. El tipo de silencio que no pesa, sino que prepara el terreno para algo más importante.

-No sabía que aún guardabas esa foto -dijo Amaya, sin apartar la vista de la imagen.

-No la guardé, la elegí -respondió Elías-. Porque representa todo lo que perdí, pero también todo lo que aún deseo recuperar.

Amaya se giró para mirarlo, esta vez sin miedo en los ojos.

-¿Y qué pasa si nunca somos lo que alguna vez creímos ser?

Él dio un paso más cerca, sin invadir su espacio.

-Entonces que seamos algo distinto. Algo real. Algo nuevo.

Sus palabras no llevaban promesas vacías ni dramatismo. Solo verdad.

Amaya no respondió. No aún. Pero por primera vez en mucho tiempo, su corazón no quiso huir. Había una calma extraña en su pecho, como si todas las piezas estuvieran por fin comenzando a encajar... lentamente, con miedo... pero también con una esperanza que no podía ignorar.

Esa noche, cuando la exposición terminó, Elías no le pidió que se quedara ni que volvieran a intentarlo. Solo le ofreció acompañarla hasta su coche. Y cuando llegaron, se despidieron con una mirada larga y un "cuídate" que sonó más profundo que muchas despedidas.

No hubo besos. No aún.

Pero el eco de sus silencios, esta vez, hablaba por ellos.




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